Parte 50: Otra emboscada

791 166 15
                                    

Mi mente se puso en blanco un momento mientras procesaba la información que recibía de mis ojos: los soldados, que hace un momento se habían separado de nosotros, estaban siendo emboscados de nuevo. Y de nuevo, los carros en los que iban se encontraban envueltos por las llamas.

Obligué a mi cerebro a trabajar a máxima velocidad. Teóricamente, nuestra misión de escolta ya se había acabado, así que no había ninguna razón por la que los aventureros fueran a socorrerlos. Además de que también se encontraban heridos y cansados. Es decir, si quisiera ir a ayudarlos, lo más probable es que fuera solo. Y eso sería demasiado peligroso, por lo que, aunque podría ser mi oportunidad para acercarme al conde Horizon, comencé a pensar que lo mejor sería no moverme. Es más, si al final perdían el corazón de orco, podría aprovechar la oportunidad para ofrecer el que yo había conseguido.

Pero entonces me di cuenta de que eso sería demasiado conveniente. Es más, ¿qué pensarían si justamente después de perder a sus hombres y el corazón, apareciera un aventurero enmascarado y sin antecedentes ofreciéndoles otro a cambio de un favor? No sería extraño pensar que existe una relación entre todos los eventos, lo que me haría ver como alguien relacionado con los hombres de negro. Y eso también podría ser peligroso para mí, por lo que comencé a dudar de que hacer.

Y entonces pensé en otra cosa: ¿qué pasaría si al final morían todos los soldados? En ese caso, no habría nadie que pudiera decir quienes eran los culpables, excepto los aventureros. Y no sabía que tipo de relación podía haber entre ellos y la nobleza. ¿Y si decidían culpar de todo a uno de nosotros? ¿No sería yo uno de los posibles elegidos, al no tener antecedente e ir con una mascara todo el tiempo?

Si no hacer nada solo me llevaría a graves problemas, no me quedaba de otra que actuar y esperar que todo saliera bien. Volví a mirar la batalla y, si bien solo habían pasado unos segundos y el enemigo eran apenas unos diez, los soldados ya se encontraban cerca de su derrota. No podía seguir perdiendo el tiempo, por lo que salté del carruaje con el refuerzo corporal activado y comencé a correr en su dirección, siguiendo a los otros dos soldados que ya habían comenzado a galopar en su ayuda hace un tiempo.

Las únicas armas que tenía eran los dos cuchillos, la pequeña ballesta con solo tres municiones más y el arco, sin ninguna flecha. Si las cosas se complicaban, me vería obligado a usar magia externa y eso les haría saber de mi capacidad de usar mana. Cosa que seguía sin saber si era buena o mala, pues no había preguntado sobre ese asunto a ninguno de los aventureros.

Para saber exactamente cuantos eran los enemigos, ya que podía haber alguno todavía escondido en los árboles al lado del camino, usé mi radar mágico. Y para mi desesperación, aunque descubrí que no había nadie más aparte de esas diez personas, me di cuenta de que uno de ellos provoco una interferencia con el radar. Y cuando vi como se volteaba para verme desde la distancia, me di cuenta de que había encontrado a otro mago. Y este sabía que yo también lo era. Por lo que tendría que morir.

Para entonces, ya había alcanzado el lugar donde estaban peleando. Los soldados que no habían resultado muy heridos en la primer emboscada se encontraban protegiendo el carro de suministros, donde sus compañeros más heridos intentaban escapar de las llamas, y a Guillermo que, viendo lo imposible que era defender los dos carros a la vez, decidió acercarse al de los soldados. Aunque la situación seguía pintando mal: eran apenas unos seis soldados defendiéndose de un ataque de diez hombres y teniendo que defender al resto.

Uno de esos diez, se giró hacia mi cuando use el radar mágico. El hacerlo también le sirvió para ver a los otros dos soldados que se iban acercando a caballo, evitando así que los tomaran por sorpresa. Dando el aviso a sus compañeros, él y otros dos salieron en nuestra dirección para bloquearnos.

No cabe decir que el mago fue directamente contra mí. Viendo que se acercaba, preparé mis cuchillos y preparé una de las municiones de la ballesta. Tenía que hacer todo lo posible por silenciarlo y, al mismo tiempo, intentar hacerlo sin usar magia, pues me arriesgaba a que los demás se dieran cuenta de que podía usarla.

Antes de que estuviera lo suficientemente cerca como para atacar, el mago se detuvo y alzó su mano. Era obvio que iba a atacar con magia, así que me preparé para esquivar lo que fuera a lanzar mientras continuaba corriendo contra él. En ese momento, una bola de llamas se formo en su mano y la lanzó contra el suelo frente a mí.

No sabiendo si solo provocaría que las llamas se extendieran por el suelo o si explotaría, decidí que lo mejor sería saltar hacia un lado, aunque perdiera la velocidad que había ganado. Para mi suerte, resultó que la esfera no explotaba, por lo que continué corriendo en su dirección.

El mago, viendo que había fallado, intentó lanzarme otra esfera de llamas. Pero esta vez no le dejé acabar el hechizo. Lancé la munición de mi pequeña ballesta hacía su cara, lo que lo obligo a detener su hechizo para esquivarlo. Pero para entonces, ya había llegado a su lado y comencé a atacarle con los cuchillos.

Él sacó su espada para defenderse y, aunque evitó salir mortalmente herido, si logró recibir algunos cortes. Volví a atacar y él volvió a bloquear. No le dejé contraatacar y esperaba seguir así hasta que obtuviera la oportunidad perfecta para acabarlo cuando, de repente, abrió la boca.

- ¿No se supone que eres como yo? ¿Por qué me atacas con tus dagas y no usas tus...?

No podía dejar que continuara hablando, así que decidí acabar con él lo más rápido posible. Use a los maons para mover la tierra debajo de uno de sus pies, provocando que perdiera el equilibrio. Lo empujé y mientras caía, acabé con él antes de que tocará el suelo. Una vez confirme mi victoria y que nadie había prestado atención a lo que había dicho, continué corriendo hacia los soldados para ayudarlos.

Viviré su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora