Parte 70: Convenciendo a los Horizon

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- ¿Mago de fuego? ¿A qué te refieres? 

Antes siquiera de que el conde pudiera reaccionar a lo que había dicho, Josefin, su esposa, me empezó a hacer preguntas. Por la expresión que tenía en su cara, entendí rápidamente que el tema que había iniciado era de gran importancia para ella. Pero era justo lo que esperaba, ya que ella era la representante de la familia Groundturtle del territorio de los Horizon.  

Desde el momento en que esas palabras salieron de mi boca, sabía que era mi último as en la manga para encargarme de los Ulknos. Basandome en lo que había dicho Liam acerca de la situación actual en la que se encontraban las familias de magos y las normas que debían seguir, sabía que comentar algo sobre el maestro de magia que tenía Roberto podría provocar que su interés en los sucesos relacionados con los Ulknos aumentará significativamente. Y no me equivocaba, pues el ambiente de la habitación se volvió repentinamente más pesado: tanto Guillermo como Berna se pusieron más firmes, el conde entrecerró los ojos y su esposa empezó a centrar su atención en mí. Ahora solo me quedaba usar mis palabras correctamente para lograr que los Horizon decidieran hacerle una visita a los Ulknos.

- Días antes de que vuestros soldados llegaran a nuestro pueblo, una carroza con el escudo de un ave de fuego apareció y se dirijió hacia el lugar de los nobles Ulknos. Por curiosidad, seguí la carroza de lejos y por el camino oí a los habitantes comentar que en ella viajaba quien se convertiría en el maestro del hijo del barón Ulknos. Así que continue siguiendolos hasta que la carroza llegó a la entrada de la mansión. Fue allí donde pude ver salir a los Ulknos a recibir a quien viajaba en la carroza, un hombre de mediana edad vestido de rojo y que llevaba en la ropa el mismo escudo que había en la carroza. Pude escuchar que se hacía llamar Fogon Firebird y que desde ese momento se quedaría en la mansión para enseñarle magia a Roberto. Después de un rato, volvieron a entrar al edificio y yo me fui del lugar. Después de esa vez, pude volver a verlo en otros momentos, por lo que puedo asegurar que Fogon siempre estubo en el pueblo, al menos hasta el momento que tomé la misión de escolta de la caravana de Guillermo. - les conté a los Horizon.

Decidí que lo mejor era no contar toda la verdad. Al fin y al cabo, si lo hacía, tendría que decir que estube espiando a los Ulknos a través de pasadillos abandonados y que fue gracias a las clases que Roberto recibía que pude aprender los básicos de la magia. Sobre lo segundo, es obvio que no podría decirlo pues ya había dicho que había aprendido magia gracias a un mago errante, y sobre lo primero, aunque la relación entre los Horizon y los Ulknos pudiera ser mala, seguían siendo nobles los dos. Era muy probable que los Horizon no se sintieran muy a gusto de saber que era alguien que no le importaba espiar a los nobles si lo veía necesario.

En cualquier caso, mis palabras eran suficientes para que pudieran hacerse una idea de lo que estaba pasando. Tras oírlas, el conde Gustavo se pusó a pensar por un momento antes de voltear a ver a su esposa.

- ¿Qué piensas sobre lo que ha dicho Anuar, querida? ¿Crees qué sea algo verdadero?

Justo como había esperado, el conde no confió en mis palabras directamente. Aunque no lo culpo, pues yo habría hecho lo mismo. Al fin y al cabo, yo solo era un aventurero novato que acababa de conocer gracias a que había conseguido el material que salvaría a su hijo. Y si a eso le sumas que lo que estaba diciendo era algo que perjudicaba a los Ulknos, los nobles que ya había demostrado que me desagradaban, no era difícil imaginar que existía la opción de que me acabara de inventar la información con tal de lograr que los Ulknos quedarán en una mala posición. Así que al final, estaba apostando todo en el hecho de que los Horizon tuvieran más información que yo que pudiera servir para confirmar mis palabras. 

Y por suerte, parecía que si la tenían, por la reacción que había tenido la condesa. Porque cuando el conde y yo nos giramos a verla para saber que pensaba, nos encontramos con unos ojos llenos de ira y los restos de unos cubiertos que acababan de ser destozados a manos del mana de una maga.

- Ya veo, eso explicaría porque ese desagradable hombre no había mostrado movimiento alguno en las últimas semanas... Y creer que se atrevería a adentrarse en nuestro territorio como si yo no fuera nada... ¡La próxima vez que lo vea...! - murmuraba la condesa, mientras se notaba la ira contenida en sus palabras. Aunque solo de la cantidad de mana que se estaba acumulando a su alrededor, era bastante obvio de que alguien iba a resultar herido en un futuro no muy lejano. En ese momento, donde ya era bastante obvio que mis palabras tenían cierta veracidad, Guillermo se arrodillo en donde estaba.

- ¡Me disculpo por mi incompetencia, señor Gustavo! ¡Si hubiera prestado más atención cuando me quedé a descansar en la mansión donde se encuentrar los Ulknos, podría haber obtenido más información sobre este caso...! - se disculpó Guillermo, aunque no paso mucho tiempo antes de que el conde lo perdonara.

- No hace falta que te disculpes. Tu objetivo en ese momento era otro y además, no tenías contigo a ningun otro mago o alguna herramienta para poder detectar magia. Aunque Fogon estuviera viviendo bajo el mismo techo que tu, era muy posible que no pudieras detectarlo. - dijo el conde, tras lo cual se giró para mirarme. - Parece ser que al final si podremos hacer algo con tu deseo. Si confirmamos que los Ulknos y Fogon se encuentran juntos en este momento, nos veremos obligados a tomar medidas contra ellos. Casi pareciera que ya tenías todo preparado para que se cumpliera tu pedido...

Y tras esas palabras, se decidió que esa misma tarde un pequeño grupo de gente iría a mi pueblo de origen para visitar a los Ulknos. Al final, nunca pude ir a la ciudad Morni...

Viviré su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora