Parte 40: La desconfianza de Ino

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Pero no servía de nada pensar en mi triste situación, solo me quedaba seguir avanzando. Y eso incluía resolver este nuevo malentendido. 

- Creo que has llegado a una conclusión equivocada. Es posible que antes me hubiera comportado de esa forma, pero esa vez te estaba hablando en serio. ¿No vez que he cambiado mucho? Ya no quiero volver a ser como era antes.

Bueno, correctamente hablando, el problema era que no sabía como era antes. Pero no hacia falta decirle eso. Sin embargo, aún y con lo qué dije, Ino solo me miro fijamente a los ojos mientras entrecerraba los suyos.

- ¿Seguro? ¿Entonces por qué siento que ya me habías dicho algo parecido antes, cuando eramos niños?

¿¡Y cómo quieres que sepa eso!? ¡Para mí es la primera vez que te digo algo así! Solo pude suspirar ante sus palabras, por lo que decidí cambiar de estrategia.

- Bueno, no hace falta que creas en mí. Pero te prometo que te demostraré en el futuro que he cambiado, con mis acciones. Pero por ahora, te diré como tendrás que practicar con tu magia cuando no este. De esa manera, si al final no vuelvo, podrás salir a buscarme como una aventurera para que te dé explicaciones.

Para el bien de mi creciente mal de cabeza, Ino decidió que el plan que le había propuesto era lo suficientemente bueno, por lo que dejó de preguntarme si iba a desaparecer o no. Por lo tanto, comencé a decirle las cosas que había planteado comentarle cuando la deje entrar en mi habitación.

Se resumían en dos puntos importantes:  su entrenamiento de magia y su nuevo entrenamiento físico. Sobre el primero, le había dejado como tarea seguir practicando el hacer bolas de agua y lanzarlas para mejorar la velocidad y punetría, al igual que el chorro, que además debería de volverse más potente y delgado. También le pedí que intentara crear una manera de defenderse, como hacer un muro de agua o un torbellino a su alrededor, ya que hasta ahora solo había practicado maneras de atacar con magia, cuando saber defenderse también era una cuestión de importancia. 

El segundo tipo de entrenamiento fue algo que se me ocurrió cuando fui a hacer la prueba para ser aventurero. En mi caso, si me quedara sin la capacidad de usar magia, al menos podría utilizar las dagas o el arco. Pero Ino, que de por sí tenia un físico débil, se vería en grandes problemas durante un combate si su magia se acabará, hasta el punto en que era posible que ni siquiera pudiera huir si fuera necesario.

Para evitar la peor situación posible, decidí que Ino también siguiera un entrenamiento físico. Además, por si ocurría una situación donde no pudiera usar magia,le aconsejé que comenzara a practicar en el uso de un arma. Y, ante mi sorpresa, ella dijo que quería practicar usando "eso".

"Eso" no era otra cosa que un tirachinas. Era uno de mis experimentos fallidos, que había dejado en mi habitación y había captado el interés de Ino desde que le enseñe como utilizarlo.

El tirachinas estaba hecho de madera especial de los goblins y la correa de goma estaba hecha a partir del cartílago de las criaturas que parecían jabalíes, que una vez calentado adquiría una gran elasticidad y fuerza. Lo construí con la intención de poder encantar la munición con magia antes de lanzarla, pero resulto ser un fracaso. Lo único que hacía la madera era acelerar la aparición de los hechizos, por lo que al final se convirtió en una extraña varita que también servía para lanzar piedras.

Si bien para mí no tenía ninguna utilidad, era posible que fuera el arma perfecta para Ino. No tendría que practicar mucho antes de poder utilizarla y además podría servirle para mejorar con el control de su magia. Por eso mismo, acepté su idea y le regale el tirachinas. Viendo la gran sonrisa que se formo en su cara, me pareció que realmente había tomado la mejor decisión posible.

Una vez le acabé de explicar los detalles sobre su entrenamiento, Ino me preguntó cuanto tiempo tendría que esperar antes de salir a buscarme. Por la forma en que lo dijo, parecía pensar que si no salía a buscarme, jamás volvería al pueblo por mi cuenta.

Ignorando su obvia desconfianza, le dije que me dejara medio mes para regresar por mi mismo. Por lo que me habían dicho en el gremio, el viaje hasta Morni era de unos cinco días en caravana, aunque se podía acortar a tres si ibas en caballo o alargar a ocho si ibas caminando. Así que, desconociendo cuantos días iba a estar en Morni, concluí que no sería por mucho tiempo. En todo caso, si se alargaba la estancia, solo tendría que usar un caballo al volver.

Resueltas ya todas sus dudas, Ino salió felizmente de mi cuarto con el tirachinas en la mano. Una vez se fue, me puse a preparar las cosas que tendría que llevar para el viaje de mañana. Afile mis dagas, llene el carcaj de flechas y limpie la armadura y la mascara. Llene una bolsa de cuero con algo de comida, solo por si acaso, porque se suponía que ellos ya nos darían algo, y también agregué algunos utensilios básicos para la supervivencia, así como algunas medicinas. En realidad, una vez me fijé, mi equipaje no era mucho. Y fue entonces que me acorde que me faltaba el corazón de orco.

Lo había escondido debajo de la cama, o mejor dicho, dentro de esta, pues estaba hecha de paja dentro de una tela, que en su conjunto formaban un colchón muy incomodo. El corazón se mantenía dentro de un frasco especial, que mantenía frío todo lo que estaba dentro, con ayuda de un liquido especial. 

Lo metí en otra bolsa por si acaso antes de meterlo con el resto de mi equipaje. Una vez confirme que tenía todo, decidí que había llegado la hora de irse a descansar. A partir de mañana, tendría que responder al nombre de Ti Toe Zou. Esperaba estar preparado para cualquier eventualidad que fuera aparecer.

Viviré su vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora