Capítulo 38

4K 311 60
                                    

Bloody Love

Capítulo 38
Ejecución Pública

LAUREN

El tiempo pasa de forma rara cuando se está encerrado, sobre todo al tratarse de un lugar como este, en el que no tengo forma alguna de saber qué momento del día será más que el cambio de turno del par de guardias apostados frente a mi celda, cada ocho horas, más o menos. Habrá pasado poco menos de una semana, si mi sentido de la orientación temporal no presenta fallas.

Si en un principio estuve convencida de que no me sería del todo difícil salir de este agujero de ratas, ahora no cuento con las mismas condiciones. Los Delta de Moon no son tontos, han procurado mantenerme lo suficientemente débil para considerarme bajo control. En un aproximado de siete días, solo dos dosis de sangre mal conservada. Bastante para conservarme con vida, pero no para darme fuerza.

No tengo noticias del mundo exterior. Los soldados no hablan entre ellos y estoy lo suficientemente retirada de la superficie, con capas de concreto muy gruesas de por medio, para que mi oído pueda captar nada de allí.

La cachorra solo se ha arriesgado a volver una vez aquí, y no se quedó por más de cinco minutos. Tiene un plan para sacarme de aquí. No es el mejor del mundo, ni tampoco la idea más elaborada que ha concebido, pero con un poco de suerte logrará su cometido. Además de que no hay otra opción.

En temporadas como ésta, en las que no he tenido con quien sostener una conversación más allá de mis propios pensamientos, es cuando empiezo a envidiar la facultad para pernoctar de algunos. Daría mucho por poder tener un poco de Tónico y omitir al menos uno de estos increíblemente aburridos días de confinamiento. Nunca pensé que, de todo esto, la inactividad de la reclusión fuese lo que más me afectase.

Detesto sentir ansiedad, es una forma de inestabilidad que puede hacer sentir muy vulnerable a una persona, pero por cada día vagamente calculado esa sensación va en ascenso. Sumándole la debilidad por la falta de alimento, obtengo una mente al borde del colapso, dispuesta a aprovechar de la más nimia y precaria oportunidad de escape que pueda presentarse, por poco prometedora que pueda ser.

La porción de mi cerebro que todavía consigue concebir pensamientos sensatos se ha encargado de recordarme que no puedo exponer mi vida de esa manera solo por la zozobra de estar aquí enclaustrada, procurando que tenga presente mis principales motivos por los que salir de aquí en la mejor condición posible: la primera, conservar mi vida; la segunda, arrebatarle a Lorene el placer de salirse con la suya; y la tercera –y, he de admitir, la principal– es demasiado cursi para nombrarla.

Por consecuente, he tenido que obligarme a no pensar en el encierro, en la debilidad, en la frustración, en las muchas formas que se me ocurren de hacer pagar la traición de Lorene, en las ganas que tengo de bajarle los humos a esta jauría de perros enaltecidos por la captura que han conseguido, en lo mucho que quisiera tener al menos diez minutos a solas con mi cachorra para drenar la ansiedad –no es como si fueran suficientes, pero me conformaría con ellos–, en la tentación que me provoca cada vena palpitante que percibo...

Nunca me ha agradado la inconsciencia –es un estado de demasiada fragilidad–, pero la preferiría antes de pasar otra semana en estas condiciones. Sin embargo, inducírmela yo misma luciría demasiado desesperado para mí.

Como la «cama» tiene la misma textura del suelo, y las mismas condiciones polvorientas, además de que el segundo me da más libertad de movilidad, he optado por sentarme en éste, con la espalda recargada al rincón, los ojos cerrados y dejando mi cabeza reposar contra la pared.

Este me ha parecido el momento perfecto para intentar conjurar mi paz interna y descubrir si puedo inducirme el sueño por mi cuenta. Nunca pensé que relajarme fuese tan difícil, ¿qué se supone que hice aquella vez que logré hacerlo sin incluso haberlo pretendido?

Bloody LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora