Capítulo 2

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Bloody Love

Capítulo 2
El Inferi

KALEY

El entrenamiento con Asher no está mejor esta noche. Cumple con su advertencia: no paramos hasta que soy capaz de lanzarlo al suelo luego de que detenga una patada que apunto a su estómago que me da la ventana para golpear el reverso de su rodilla. Para entonces ya estoy molida a golpes y su dura caída es insignificante a un lado de los múltiples hematomas y cortes en mi cuerpo.

Mick no se molesta en intervenir esta vez; como Jefe de Entrenadores tiene que estar presente para regular que Asher, cuyo trabajo no consiste en dar tutorías de ningún tipo, se desempeñe bien siendo formador de la futura Alfa. Y aunque a veces parezca que Asher disfruta más de golpearme que de enseñarme algo, sé que no arbitra porque en realidad no tengo mucho más qué aprender de él: ahora, con solo unas semanas para ser mayor de edad, todo lo que me queda es fortalecerme.

En días como este más bien parece que el entrenamiento logra precisamente lo contrario. La luna nueva afecta a Asher, por lo que sus ataques han sido menos potentes y rápidos que de costumbre. Pero también repercute en mi regeneración. Por lo que es igual.

Son alrededor de las 10:00 p.m. cuando los hermanos Acker dejan el almacén, luego de otra ronda de duras amonestaciones de mi tutor, dejándome aquí para que sane. El proceso es más tardío de lo habitual y bastante más forzoso que cuando la luna está en cualquier otra fase, me deja agotada. Aun así, me esfuerzo en recorrer velozmente la distancia que me separa de la sede. Un entrenamiento extenuante no me detendrá de averiguar qué es lo que han preparado los chicos para «levantarme el ánimo».

El lado positivo de ser Beta-Alfa y futura Alfa, es que mis habilidades han podido desarrollarse por encima del promedio. Y digo desarrollarse, porque no siempre fueron tan buenas; de niña fui bastante débil, la última de mi clase de Fase I –la primera parte del entrenamiento de un Lycan, entre los diez y los quince–, muchos dudaron que pudiera llegar a ocupar el puesto que por derecho es mío, pero una vez comencé las tutorías privadas, cuando ascendí a la Fase II, ya habiendo una fecha fija para mi nombramiento como líder de la manada, las mejorías fueron abismales e indiscutibles.

Así pues, mientras paso los puntos de control al final de la calle pavimentada, saludando a los Guardianes de turno, y entro al camino de tierra que separa la civilización humana de la entrada, voy sintiendo cómo mis energías se renuevan poco a poco.

Este camino no es realmente una ruta hecha para llegar al internado, al menos, no por los humanos que lo construyeron. La ruta oficial es un asfaltado que cruza el bosque, y un kilómetro adentro tiene una salida a la derecha en un camino de tierra que desemboca justo en la reja principal; lo usamos para entrar los camiones con provisiones o sacar los vehículos con soldados en misión.

Esta ruta alterna la usamos para salir y entrar en grupos pequeños o en solitario. Es el lindero de la urbanización humana con el bosque, donde una tela metálica separa ambas vidas y los guardabosques en la caseta que se aseguran que los humanos no vayan a entrar de noche son de los nuestros. Una vez dentro, hay que recorrer el mismo kilómetro, la diferencia está en que se llega de una vez a la entrada trasera del internado; en ese trecho hay patrullas de Guardianes cada tanto asegurándose que ni mortales ni enemigos entren a nuestro territorio.

En la sede cada persona con la que me topo en mi camino a las residencias me dedica una sonrisa o un saludo breve, que les devuelvo, sintiéndome feliz de saber que mi manada está contenta de saber que seré su siguiente líder, y a la vez ansiosa por no querer defraudarlos.

Mi madre está como de costumbre esperando mi llegada en la sala común y platico con ella brevemente antes de excusarme con estar exhausta –lo que no es del todo mentira– para subir pronto a mi habitación.

Bloody LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora