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🍒 Capítulo 80 🍒

David Keenan nació en Bélgica, al sur, hijo único de una familia de buena situación. Sus padres eran unos buenos profesionales dentro de su área y cuidaron de su hijo lo mejor que pudieron. Sin embargo, había algo tan escondido de él, que cuando su madre le decía "Te conozco como la palma de mi mano", lo veía como una vil mentira. Pasó que el señor Keenan vivió una situación similar a la de Kakyoin. Sus padres eran personas normales, gente común, mientras que él poseía un stand sin saber el porqué. Pasaba la mayoría del tiempo solo. Su madre lo describía como "un chico solitario". Pero aquella soledad de la creó para si mismo ya que nadie más podía ver a Black Flag. Nadie. Nadie, hasta que conoció a su abuelo. Compartieron mucho entre ambos. Hablaban tardes enteras mientras estaban en el botecito del anciano sobre el agua. El stand del abuelo consistía en atraer los peces de aquella rivera. No tenía forma física, pero se manifestaba a través de las cañas de pescar. O a lo mejor su poder era otro, pero su efecto más evidente era ese. Ya era un hombre viejo y no podía comenzar a investigar algo así a su edad.

-Oh, chico, ¿Y tú poder de que va? -Preguntó él cuando se enteró de que su nieto también los tenía.

-Bueno... -Keenan había relegado por completo a su stand en un segundo plano para transformarse "en una persona normal" y no preocupar a sus padres. Fue la primera vez en mucho tiempo que mostró su stand. La primera de tantas en el que él junto a su abuelo conversaban de aquello llamado "stand".

En el lecho de muerte del anciano, Keenan tenía dieciséis años. Hablaron hasta que él tuvo que descansar. Todo acerca de como llevar a su stand y su habilidad. David lloró y lloró. Y continuó triste el resto de la semana, pero su abuelo le dio la determinación para investigar a aquello que sus padres no veían.

Se convirtió en un arqueólogo reconocido, con menciones honoríficas  en ciencias de la religión y en filología. La Fundación SpeedWagon comenzó a interesarse prontamente de él, no tan sólo por su buen currículum, si no, de forma inconsciente o no, por aquello que lo hacía distinto al resto del mundo. Lo llevaron a Dinamarca, a Rusia y a Egipto a investigar el origen de los stands. Todos aquellas investigaciones fueron un éxito, pero nadie sabía sobre su secreto -o al menos él creía eso-.

Él mismo era un usuario de stand.

O eso pensaba que iba a ocurrir hasta el final de sus días, pero las cosas se tornaron de otro color rápidamente. Al llegar a Egipto, se encontró con toda aquella cultura sapiente de los "pneuma". Allí conoció a Stauber y convenció a su líder para unirlo al equipo de investigación. Las cosas no pararon desde allí. Él mismo se volvió líder, Stauber se unió al equipo con su secreto acerca de su sobrino bien guardado y ahora estaba sentado frente a cinco personas que vivieron una vida más sacrificada que él, que, consideraba Keenan, eran mejores personas que él.

Levantó la cabeza. Escuchó el sonido de la puerta abrirse. Su compañero sostenía un disco duro sobre sus manos. Lo dejó sobre el mueble que estaba al lado de la maquinaria que estaba ocupando Keenan. Sus ojos grises estaban algo asustados por alguna razón. Intentó calmarse.

-¡Qué pesado! El almacenamiento está siendo un problema a considerar. IBM o alguna de esas compañías con las que colaboramos deberían de apurarse en crear esas cosas, los discos son muy pequeños para todo esta información... -Suspiró el neurólogo algo cabizbajo. Tomó un cable y lo conecto al disco duro, mientras Keenan se levantaba al terminar de observar las galerías.

-¿Cuantos idiomas son? -Preguntó el líder.

-Cinco para los Day, dos para los Night -Contestó Dun-. Y todo eso en este chico malo -Le dio unos golpecitos al disco duro.

Keenan asintió con la cabeza y se apartó de la máquina que recopilaba las memorias. Dun abrió un cajón del mueble, luego otro, y otro. Sacó un desatornillador y se dirigió a la maquinaria. Comenzó a silbar.