🍒 Capítulo 10 🍒

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Polnareff observó como su amigo se desmoronaba en si. Volvía a caer. Era joven, inexperimentado, con ganas de conocer mundo. Él, como el mayor debía de ayudarlo -pensaba-, pero tambien se sentía desgastado. Sin embargo, también estuvo así. Y nadie lo ayudó. Se alejó del mundo para seguir sintiendo el dolor, el de perder a su familia de una forma tan repentina, su hermana... Sólo recordarlo le daba cierto ardor en el pecho. Jean no se lo pensó dos veces.

-¡Noriaki! -Saltó de la cama en un brinco, abrazando al japonés.

Kakyoin, afectado, intentó no mirarlo, a pesar de la cercanía del platinado. Su lado más racional le decía que apartara al francés, lo dejara sólo y que saldría adelante. Pero su psique más emocional le decía que no. Que correspondiera. Tantas sensaciones al mismo tiempo lo mareaban.

-¡Jean! -Sus ojos violetas, cristalizados, vieron al platinado. Él nunca se refería hacia él con su nombre, siempre con su apellido o con apodos.

Polnareff sintió alegría en su pecho, ese confort que lo acercaba al pelirrojo. Con una sonrisa en los labios, mientras las comisuras de boca temblaban, lo abrazó fuerte. No dijeron una palabra. Y el agua que cubría el panorama exterior se materializó dentro del cuarto. Sólo se abrazaban fraternalmente. Se escuchaba a duras penas la intensa llovizna que ocurría en las calles de París.

-Nada mata a un hombre más rápido que su propia mente, sabes -Comentó Polnareff, Kakyoin mantuvo el silencio-... Siempre digo que no hay mucho que contar de mi, pero esta vez... Quiero hacerlo.

Se sentó sobre su cama, dándole palmaditas a esta para que el pelirrojo se sentará a su lado. Dominado por la emoción, este obedeció sin que el francés hubiera tenido que decir una palabra.

-Bien, très bien... Tú sabes bien que estaría solo si no estuvieras aquí ¿No? -Kakyoin asintió, la poca luz que entraba por la ventana iluminaba sus ojos amatista deslumbrantes- Tú ya sabes que le pasó a mi hermana, y a veces me recuerdas a ella, je.

-¿En serio?

-Sí -Polnareff miró por la ventana-. Viviamos a las afueras de París, en la casa que heredamos de mamá. No recuerdo mucho de ella, pero père decía que era igual que yo.

Polnareff miró a Kakyoin haciendole un gesto con la mano.

-No me refiero a apariencia, soy el único albino de mi familia, nací así -Sonrió-. Me dijo que era muy sentimental, igual que yo. Belle... -Kakyoin levantó las piernas y las cruzó en cima de la cama.

-¿Y Sherry? -Preguntó Noriaki.

-Era muy cariñosa y diciplinada. Las cosas que se proponía, las cumplía. Cualquier cosa, en serio -La nostalgia inundó a los ojos azules-, era como tú en muchos sentidos.

Suspiró apoyando su cabeza contra su mano izquierda, balanceándose hacia la ventana. Kakyoin estaba sin palabras. Su amada hermana... Su linda hermana...

-Sherry... También poseía un stand -El pelirrojo estaba de una pieza mientras su amigo pronunciaba esas palabras lentamente.

-¡Qué! -Logró a decir su amigo.

-Sí. Reine d’Épées rouges, la reina, como solía llamar a su stand -Hubo un pequeño silencio-. Las cintas, ¡Ohhh, las malditas cintas! -Polnareff rió sólo-, cuando digo que me recuerdas mucho a ella, lo digo en serio, hasta Hierophant Green se parece.

-¿Hierophant? ¿Pero cómo? -Kakyoin estaba confundido. Empezó a olvidar aquel sentimiento de decepción para prestarle atención a su amigo.

-Red Queen of Swords podía convertirse en una cinta muy resistente. Sherry hacía un montón de cosas gracias a Red Queen -En los labios del platinado se formó una apacible sonrisa.

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