🍒 Capítulo 37 🍒

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Luego de que Nariko y Noriaki hablaran, ellos volvieron a la casa ya entrada la noche. Se encontraron con Ten y no volvió a haber una pelea con Mei. Sin embargo, Kakyoin seguía confundido, pero no sabía cómo encarar a sus padres ¿Le creerían? En su cabeza daba vueltas la misma pregunta siempre, ¿Por qué? ¿Por qué nunca la vio antes? ¿Por qué se sentía tan extraño? Era una rabia y una tristeza extraña, era como si una foto de lo que veía de Mei se hubiera roto. Después de una cena algo incómoda, el menor decidió acercarse a su madre mientras Nariko y Ten conversaban de la vida. Era curioso, no se llevaban tan mal, de hecho, era todo lo contrario a lo que pensó el menor.

-Mamá -Llamó la atención de Mei-. Me gustaría poder hablar contigo.

Aún no doy una descripción apropiada de la madre de Kakyoin. Así que antes, le daré una. Es una mujer más alta que el promedio japonés, sin embargo, su hermana lo era más que ella. Es de contextura delgada. Su cabello era largo y hondulado, rojo, con un mechón muy parecido al de su hijo. Tenía unas facciones algo marcadas pero aún se veía joven. Junto a sus ojos azules y una sonrisa algo forzada se dio la vuelta para ver a su hijo.

-Dime, Nori -Kakyoin sintió un pequeño tirón en el estómago.

-¿Podemos ir al patio trasero? -Mei también sintió ese tirón. Ambos estaban nerviosos.

-¡Por supuesto! -Mei caminó por la cocina y abrió la puerta. Invitó a su hijo a pasar.

Al salir Kakyoin sintió el aire helado del exterior pegarle en la cara ¿Qué le iba a decir? Ni él sabía. Nunca fue cercano a sus padres por la barrera de incomprensión que existía entre ellos. Ahora que conocía a su tía la situación se volvió mas peliaguda. Aquella barrera que parecía un cristal tan grueso, no era más que un cristal delgado. Suspiró mientras su madre cerraba la puerta y quedaban en la oscuridad.

-¿Qué pasa, Nori? -Preguntó finalmente Mei.

Kakyoin no supo que responder. Ellos eran personas corrientes, sin muchas aspiraciones más que vivir una vida tranquila. No eran como Polnareff, que poseía un stand y lo comprendía, tampoco como Adalia, que creía firmemente en él en todo aspecto. Cerró los ojos por un momento intentando pensar en que decir. Sintió el roce de su madre en su hombro. Siguió mudo.

-¿Nori? -El aludido lanzó un soplido.

-¿Por qué, mamá? -Se dio la vuelta fulminando con la mirada a su madre ¿Por Qué sentía que ella era la causa de ese sentimiento?- ¿Por qué?

-¿Perdón? -Dijo automáticamente ella.

-Mamá, Nariko -La cara de Mei se transformó a una preocupadisima, como si viera algo terrorífico frente a sus ojos-, ella es como yo.

-No, ella no es como tú -Reclamó la madre.

-¡Es cómo yo! -Exclamó Noriaki- ¡Lo es!

-¡No digas tonterías! Nadie te conoce mejor que yo -Refutó la mayor frunciendo el ceño.

-¿Ah si? -Esas palabras salieron como una flecha de la boca de Noriaki- ¿Entonces porque cuando me sentía solo nunca estuviste para mi? Ni si quiera tuve una mascota ¡Demonios!

-¡Cuida ese tono, Noriaki! -La madre se enfureció- ¡Qué estés por cumplir veintitrés años no significa que tengas derecho a gritarme así!

-¿Sabes? Me da igual, nunca te dije cómo me sentía realmente -Kakyoin apretó su puño con fuerza-. Me sentía solo y diferente a todos, por eso escape de casa con Jotaro y los demás, ellos me entendían. ¡Puedo morir por ellos y nunca me arrepentiré! Tú nunca me diste ese apoyo que sentí en menos de un día con ellos, ¡Uno!

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