CAPÍTULO 8

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Aquel día que te fuiste te llevaste todo contigo. Nuestros sueños, nuestras metas, nuestros amigos, una parte de mí. Aún recuerdo cuando todos se enteraron de lo que había sucedido, tu familia y la mía estaban devastadas, nuestros amigos, nuestro mejor amigo. Él, no pudo cargar conmigo, decidió alejarse; se fue, ni siquiera vino a verme una sola vez. Fue o mejor dicho, es más cobarde que yo. No preguntó por mí, solo se alejó, al parecer nunca fui su amiga. Solo recuerdo que estaba allí, ese día en el que todos te despedimos, estaba cerca de tu madre, me vio encerrada en la camioneta, llorando, gritando por ti, en el peor estado que puedas imaginar; estaba ebria, él me miró por unos segundos y yo sabía que sentía pena por mí. Le hablaba, quería, necesitaba un abrazo, un amigo. Golpeaba fuerte el vidrio para que alguien me ayudara a salir pero no hizo nada, no me ayudó, no me abrazó. Todos temían que me arrojara en aquel hoyo donde todos te echaban tierra, pero yo solo quería un abrazo, si él me abrazaba estaba segura de que si podía detenerme, tenía ese poder y no le importó.

Termino el cigarrillo que esta mañana encendí. Hoy no salí a correr temprano, no quiero que Didier me cache de nuevo porque eso arruinaría todo, no soy tonta. Me estiro para que el sueño se me quite, me desperté muy temprano porque se me ha hecho costumbre, son las 7:30 lo que me dice que ya debe haber movimiento en la casa, he terminado el cigarro justo a tiempo. Cierro las puertas de mi balcón y tomo mis cosas para darme una ducha. En el baño, antes de ducharme, repito lo mismo de ayer, al menos unas 70 abdominales serán suficientes por la mañana. Salgo de la ducha y me cambio rápidamente para bajar.

—¡Buenos días! —Di pasa a mi lado y deja un beso en mi cabeza.

—¡Hola, hola! —Susy me sonríe mientras saca los platos.

—¿Y mamá? —pregunto a ambos.

—Aquí —responde detrás mío.

Todos llevan prisa pero aun así quiero desayunar frente a ellos para tenerlos más "tranquilos". Mamá se sienta junto con su café, yo me sirvo una taza y no le pongo casi nada de azúcar. Segundos después ellos toman asiento.

—Huevos revueltos —. Señala Di para que yo me sirva. Asiento con la cabeza y todos comenzamos a comer.

—¿Irás hoy a terapia? —pregunta mamá, lo que se me hace raro porque usualmente diría algo como "tienes que ir a terapia".

—Sí —me limito a contestar.

—¿Harás algo después, Danger? —pregunta Di.

—Supongo que no, ¿por? —respondo mientras intento tragar mi bocado.

—Quiero que me acompañes a un lugar —. Arrugo la frente y entrecierro los ojos— Bueno, si quieres.

—Eh, preferiría... sí —me extraña y me intriga su pregunta.

Todos terminamos de desayunar y se despiden de mí. Lavo los platos y después subo a mi habitación. Me quedo un rato en la laptop perdiendo mi tiempo y sin darme cuenta me quedo dormida.

La alarma de mis pastillas suena, despierto y la cambio para las 11:45. Me cambio de ropa porque noto que afuera aún hace frío, tomo mi suéter y mi gorro para cubrir mi cabello enredado. En el paradero me encuentro de nuevo con Josué, saco un sándwich de mi mochila y se lo doy antes de subir al transporte. Bueno, hoy no está tan lleno, debe ser que a nadie le da ganas de salir por el clima, mucho menos a mí me dan ganas de salir. Tomo uno de los últimos asientos y voy dormitando, debo dejar de despertar tan temprano.

El bus se detiene en la parada y él aparece de nuevo. Pasa la mirada por los asientos mientras camina por el pasillo, es el único que se ha subido cuando una persona bajó. Discretamente me voy resbalando por el asiento para que no me note pero este tipo es de lo peor. Su mirada se detiene cuando llega a mí, pero rápidamente cierro los ojos como si no lo hubiera visto. Camina hasta mí y se sienta en el asiento de alado, me reincorporo y me quito los auriculares.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora