El sonido del trazo fino de mi lápiz en mis oídos suena como la primera nota en un violín, como la primera cuerda de guitarra tocando una melodía dulce, como la primera tecla de un piano antes de tocar algo de Beethoven, como el llanto del bebé que resuena en el oído de una madre. Para mí ese primer trazo es lo que inicia una corriente eléctrica de pies a cabeza, un sentimiento que da una descarga por todo el cuerpo; no solo es un trazo, es el primer paso de un bebé, el primer gol de un futbolista, la primera letra de un escritor; es todo aquello que las personas llaman pasión, arte, sentimientos, amor, alegría... incluso cuando la obra te provoca tristeza. El movimiento del lápiz me hace sentir como sufista en su mejor ola, como artista en el escenario, como astronauta en el espacio. Siento que al fin puedo decir todo aquello que mi ser esconde de sí mismo; grita a los cuatro vientos mis peores miedos y mis más grandes alegrías; retrata más que un rostro familiar; retrata un día bueno o malo, una lagrima de alegría o tristeza, una sonrisa de bienvenida o de adiós; retrata cada poro que se enchina cuando sientes frio, cada mirada perdida o dedicada.
Solo basta con cerrar los ojos para regresar a la noche anterior y recordar el clima, el cielo estrellado, el olor a café y a dos chicos en una azotea. Un chico mirando tiernamente a la chica que abraza su cintura mientras él acaricia su cabello con ternura. La imagen se queda estática en mi mente mientras mi muñeca se mueve ágilmente sobre la hoja. Lo único que le hace falta es poder impregnar aquel dibujo con olor a café para que cada que lo mire pueda transportarme a ese momento nuevamente, para que pueda vivir esa fantasía anhelada.
Levanto la mirada hacia el chico que tengo frente a mí, parece aún más concentrado que yo porque no despega los ojos del papel, incluso pareciera un artista profesional; pareciera que plasma el amor verdadero por la forma en la que le brillan los ojos y la forma en la que sonríe cada que mueve el lápiz. Es como si recordara ese momento y lo estuviera viviendo de nuevo.
Nos pedimos al otro, dibujar un momento inesperado que nos haya hecho feliz, mi elección fue sencilla pero para ser verdad decidí hacer la noche anterior porque no recuerdo con claridad mis demás momentos con él y quería llevar conmigo un momento en el que haya estado a su lado. Quería hacerlo de la manera más detallada posible para que cuando me haga falta y uno de los dos decida irse, pueda recordar absolutamente todo, desde el olor a café, el frio de la noche y una azotea misteriosa.
—Terminé —deja el lápiz a un lado y apoya las manos en el suelo echando la espalda hacia atrás.
Salgo de mis pensamientos percatándome que hacía rato también yo había acabado, tan solo que me lo quedé mirando mientras él lo hacía.
—También yo —pego la libreta a mi pecho para que no lo mire— Tú primero —señalo con la barbilla su libreta.
Esboza una sonrisa amplia echando la cabeza hacia atrás.
—Primero tú, primero las damas.
—Ahg, no digas esas tonterías, no seguiré este juego —pierdo la paciencia y él ríe ante eso—. ¿Sabes? No voy a enseñártelo, tendrá que ser mucho después cuando tú decidas que quieres enseñarme que dibujaste.
—Me parece bien, creo que es un trato.
Le hago una mueca fingiendo enojo e indignación. Cierro la libreta y la guardo dentro de la mochila para asegurarme de no olvidarla. Él hace lo mismo y entonces comenzamos a sentir un aire bastante fuerte hasta que gotas comienzan a caer. Nos ponemos de pie de inmediato para refugiarnos. Lo primero que hago es tomar las mochilas y tirarlas hacia dentro del edificio mientras él desconecta la cafetera, toma las tazas las cobijas y todo aquello que pueda mojarse. Lo ayudo al darme cuenta de que la lluvia arrecia un poco, nos apresuramos a meter todo y quedarnos bajo el pequeño techo que nos ofrece la entrada al edificio. Me arrincono un poco más para mojarnos lo menos posible.
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SOBRIA, DANGER...
Dla nastolatkówMis manos tiemblan, el corazón comienza a latirme más rápido, su voz... El móvil cae de mis manos. En la pantalla ha dejado de correr la llamada y solo puede verse su nombre, quien diría que sería la última; quien diría que incluso estaría con él ha...