CAPÍTULO 4

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Mamá llega por mí a la clínica, al parecer pasaremos al supermercado. Por un momento, insistí para no ir, pero fue inútil. Mientras, voy mirando por la ventana y noto que el día está nublado, comienzo a dormitar, me siento muy cansada.

Camino al supermercado, mamá y yo casi no intercambiamos palabra, ella decide no preguntar sobre la sesión y yo tampoco pienso contarle, es un poco despistada y agradezco que sea así. La situación con ella puede tornarse tensa en muchas ocasiones, se preocupa por mí, pero a su manera.

Mientras estamos dentro, tomamos las cosas que hacen falta para la casa, recuerdo que no he tomado mis pastillas. Desde ayer no las encuentro, no recuerdo donde las he dejado.

—Ma, ¿no has visto mis pastillas en casa? No recuerdo donde las dejé —pregunto mientras echo más cosas a la canasta.

—Tú debes saber dónde dejas tus co —... mamá se detiene recordando mi situación— No. No las he visto, pero en mi cajón hay otras, puedes tomar esas —. Levanto las cejas agradeciendo que al menos se haya retractado— Ve por dos cajas de jugo, hija —. Asiento con la cabeza y me dirijo hacia ese pasillo.

Llego a los refrigeradores y miro en los anaqueles de enfrente; en ellos se encuentran las botellas de alcohol. Las miro con detenimiento y mi mente de nuevo viaja.

—¡Mamá! ¡Danger no quiere abrir la puerta! Se escucha como si estuviese rompiendo todo —. La voz de Didier suena preocupada.

Intentan abrir mi puerta rápidamente. Los gritos de afuera me estremecen, entre llantos, grito que me dejen en paz. No quiero saber nada de nadie, solo quiero morir.

Aviento cosas al azar hacia la puerta. Mi habitación es un desorden. Solo me queda la última botella de vodka que está entre mis manos. Logran abrir la puerta y me dejo caer al suelo. La botella se rompe en mil pedazos.

—Danger, tranquilízate, aquí estoy —su voz se quiebra pausadamente, con ella, mi corazón. Tomo su rostro entre mis manos y mi llanto se hace más fuerte— Dame la botella, tenemos que ir al hospital .

Mi mente se enfoca de nuevo, pero al darme cuenta de que tan solo es Didier comienzo a golpearlo y a patalear para que me suelte. Él, me aprieta fuerte y pone mis brazos entre los suyos para que no siga golpeándolo, eso no me detiene. Pataleo y grito fuerte, no puedo escuchar mis gritos, pero lo sé porque mi garganta arde. Mamá toma las llaves del auto y con ayuda de Susy me llevan al primer piso para salir de casa. Al subir al auto, Didier me abraza para que me tranquilice; Susy me habla pero no logro entender lo que dice. El aire comienza a faltarme y la acidez en mi garganta es más fuerte. Veo que sangre gotea de alguna parte de mi cuerpo...

El sonido de un refrigerador al abrirse hace que salga de mis pensamientos, levanto la cabeza rápidamente y entre mis manos tengo una botella. Al mirarla, mis manos tiemblan y la dejo en su lugar antes de tirarla al suelo. Ese miedo enloquecedor me invade, comienzo a desesperarme y a medida que los segundos avanzan siento que inhalo menos aire. Miro a mi alrededor, hay una niña pequeña mirándome, así que salgo del pasillo caminando rápidamente, comienzo a correr, mis piernas están muy débiles. Siento el choque contra alguien, en unos segundos me encuentro en el suelo y miro a un par de chicas frente a mí, un chico se acerca y mira a la chica con la que he chocado.

—¿Estás bien? —una de ellas me ofrece su mano para ponerme de píe, asiento con la cabeza y salgo rápidamente del pasillo.

Llego a los baños y cierro la puerta de unos de ellos. Bajo la tapa del inodoro y me siento sobre él, encojo mis rodillas hacia mi pecho, entrelazo mis dedos y pongo mis manos detrás de mi cabeza. Cierro los ojos y me concentro para respirar más lento, exhalo por la boca; aprieto los dedos, me relajo poco a poco, los segundos son eternos y perturbadores. Después de unos minutos, mis brazos van dejando de hacer fuerza hasta que los bajo por completo y extiendo mis piernas; abro y cierro mis manos hasta que logro tranquilizarme por completo.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora