CAPÍTULO 12

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Salgo de casa con mucha cautela, intentando ser lo más silenciosa posible, paso por la habitación de Di y su puerta está cerrada. Bajo lentamente las escaleras, las luces están apagadas excepto la de la cocina, esa siempre se queda encendida así que no me preocupo. Solo me queda abrir la puerta cuidando que no rechine, aunque miro la ventana del recibidor y me doy cuenta que sería más fácil salir por ahí así que opto por hacerlo. A cada paso que doy entrecierro los ojos, aprieto los labios hasta llegar a la ventana y abrirla poco a poco.

—¿Qué haces? —escucho una voz a mi espaldas, doy un pequeño salto y volteo inmediatamente. Es Susy quien estaba en la cocina, me mira un poco adormecida pero lo suficientemente cuerda.

—Por favor —susurro imperceptible, junto las palmas de mis manos para suplicarle que no diga nada. Me mira pensativa por unos segundos y se acerca a mí.

—Diviértete —. Pasa la mano sobre mi cabeza tocando mi gorro y me brinda una sonrisa cálida.

La reacción de Susy me conmueve bastante y me deja pensando un momento, tal vez no es tan difícil vivir, tal vez es cuestión de tiempo para que las heridas sanen... maldita sea. Vuelvo a dar otro salto cuando escucho mi celular sonar y contesto rápidamente.

—¿Quieres callarte? —contesto entre dientes porque no puedo hablar fuerte.

—Si no había dicho nada —su risa se escucha al otro lado de la llamada.

—Ya, ya estoy llegando —cierro la llamada antes de que diga algo más y me apresuro a salir por la ventana.

Camino hacía el parque, pueden escucharse algunos grillos cerca de los árboles. La noche está silenciosa y agradable, a lo lejos la niebla se ve increíble, ese tono blancuzco que envuelve la noche me hace tomar aire y sentir tranquilidad. Llego a las bancas y está él, sentado en una de ellas, con sus codos sobre las rodillas y las manos cerca de su barbilla. Lleva puesto el mismo gorro, al parecer tenemos un vínculo especial con ese sucio y seguramente apestoso gorro.

—¿Y bien? —. Me pongo de píe a un costado suyo, él levanta la mirada y la detiene ahí, sobre mi rostro por unos segundos, solo me examina como siempre lo hace. Miro sus ojos moverse sobre cada parte de mis facciones— ¿Y bien? —repito para que se ponga de píe. – sonríe a boca cerrada y se para.

—Vamos —estira la mano hacía mí. Como de costumbre, solo la miro por un momento y paso por delante de él. Escucho como deja caer el brazo a un costado de su pierna y en mi rostro aparece una sonrisa de burla.

Caminamos por un par de minutos en silencioso, ambos como a medio metro de distancia del otro, de momentos puedo sentir su mirada de reojo hacía mí, pero la ignoro. Tanto él como yo, tenemos las manos dentro los bolsillos, yo de mi sudadera y él en sus jeans.

—¿No preguntarás a dónde iremos? —rompe el hielo al fin, sin dejar de mirar al frente.

—No —me limito a contestar. De nuevo el silencio incomodo aparece por unos minutos hasta que se detiene y hace parada a un taxi.

—Así será más rápido —explica para que ambos subamos al auto.

Da la dirección y comenzamos a avanzar. Por lo que calculo solo serán 5 minutos de viaje, espero no sean eternos. Miro por la ventana las calles vacías, puras y tranquilas, ahora se puede pasar un excelente momento caminando para pensar, descartando la posibilidad de la delincuencia, claro. Cuando al final llegamos a nuestro destino bajamos del taxi y quedamos frente a unos edificios, unos apartamentos, lo cual se me hace extraño.

—¿Dónde...

—No, ya es tarde para preguntar —me interrumpe y camina hacia la entrada para abrir la reja del edificio.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora