CAPÍTULO 22

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Todo lo que restó de la tarde se basó en un constante malestar gracias a la maldita hamburguesa que me comí. Vomité un par de veces más y ahora me siento mal, no voy a decirle a mamá porque pensará que es apropósito. No me había dirigido la palabra hasta hace diez minutos para decirme que la cena ya casi estaba lista y tenía que bajar a cenar, como si no le hubiese bastado con lo que me hizo esta tarde. Ya con la pijama puesta bajo a la cocina por mi propia voluntad, va a ser un infierno tener que estar escuchando a mamá decir que tengo que bajar.

Me pregunto qué será de mí si pruebo bocado, mi estómago está resentido, no quiero hacerme más daño pero como les explico lo que siento. Nos sentamos todos en la mesa, menos mal no es algo pesado lo que cenaremos. El ambiente es incómodo porque todos se sirven y yo solo miro la comida con temor y el plato vacío. Quiero dejar de ser el centro de atención así que tomo una pieza de carne y la pongo en mi plato. Algunos minutos después Di se dispone a romper el silencio.

—Mamá comentó que dentro de dos días tendrás cita con el psiquiatra de nuevo, ¿cómo estás?

Ignoro su pregunta y sigo mirando mi comida. Susy se aclara la garganta para hablar.

—Esther si obtuvo su alta para el día de mañana así que ya no tendrás que ir al hospital —. Levanto la mirada y al menos eso me hace sentir bien.

—¿Puedes dejar de jugar con la comida? —mamá levanta la voz.

—Mamá —... Di lo mira molesto al igual que Susy.

Me aseguro de terminar rápido para irme de ese lugar. Subo a mi habitación y cierro la puerta.

Es más difícil de lo que pensé.

Esta mañana pudo haber sido mi oportunidad para enfrentarme al fin con tus padres pero aun no me siento lista, creo que soy una muy mala persona por no estar con ellos después de todo lo que sucedió porque puedo estar segura de que si esto hubiese sido al revés tú estarías con mis padres. Ni siquiera he sido capaz de ponerme al tanto del caso, eso me hace sentir miserable pero amor, nada, absolutamente nada de lo que hagan hará que regreses a mis brazos de nuevo. No termino de fallarte.

Los días se hacen pesados, aun cuando intento llevar las cosas de manera tranquila tú apareces de nuevo, estás en todos lados y me atormenta no poder mirarte o tocarte. No dejo de reprocharme lo que sucedió, siento que no puedo soltarte y no me mal intérpretes, no pretendo hacerlo pero todos dicen que debería.

Me pregunto que es de ti en estos momentos, quisiera saber si estás a mi lado o si ni siquiera es posible que estés en este plano.

Hoy, mamá me obligó a comer dos veces sin contar que el desayuno fue por cuenta propia. ¿Sabes hace cuánto tiempo no realizaba mis tres comidas diarias? Desde que te fuiste...

En dos días tendré cita con el psiquiatra de nuevo, amor... no quiero. No quiero más pastillas, no quiero más analgésicos, mi cuerpo no va a soportar tanto. Sé que te prometí que lo intentaría, lo estoy haciendo cariño, te juro que lo estoy haciendo pero dime por qué nadie lo nota, por qué carajos no pueden confiar en mi...

Solo necesito un poco de tu compañía nuevamente, un poco de tu calor. Falta nada para tu aniversario...

Me estoy esforzando...

Ya todos están dormidos así que salgo al balcón con un cigarrillo entre mis dedos. Apoyo mis brazos en el barandal y observo detenidamente el cigarro. Le doy vuelta entre mis dedos mientras lo observo quemarse, leo tu nombre una y otra vez mientras las lágrimas resbalan por mis mejillas. Conforme el cigarrillo se consume tu nombre va desapareciendo pero no dejo de mirarlo, lo calo por momentos y al expulsar el humo cierro los ojos recordando aquellas veces en las que yo te miraba fumar a ti. No me gustaba que lo hicieras porque sabía que le hacías daño a tu cuerpo, pero debo admitir que me encantaba observarte mientras lo hacías; las facciones de tu rostro se relajaban, te mostrabas sereno, pensativo. Sabías que no me gustaba y eso no te importaba, incluso lo hacías cuando caminábamos juntos. Recuerdo cuando fuimos al parque que está por el centro, ese día el idiota de Charlie tenía una presentación de baile y fuimos a verlo. Fue para estas fechas, lo recuerdo solo porque comenzaba el frío; íbamos bien abrigados, tu brazo estaba cruzado por mi cuello, incluso llevaba el mismo gorro de siempre. En tu otra mano se encontraba un cigarrillo encendido, te dije que lo apagaras pero no quisiste así que amenace con fumarlo y me lo ofreciste a sabiendas que no lo haría. Si tan solo me pudieras mirarme ahora. Entre mis manos llevo el tabaco que ahora tú no puedes fumar, lo hago para ti, para que no mueras nunca a pesar de ya no estar aquí. Es devastador pensar que ni todos los años que estuvimos juntos fueron suficientes para que nos realizáramos. Si hubiese sido una enfermedad ni de esa forma hubiese estado prepara para el día que me dijeran que tú podrías irte. No existe tiempo suficiente para despedirme de ti, después de todo la palabra "adiós" es tan corta que pareciera ser la palabra menos indicada para dedicar en una despedida. Sin darme cuenta tu estancia en esta vida no fue tan larga como hubiese querido, solo duró el mismo tiempo que este cigarro tardará en esfumarse. Te prometo cariño, que tu memoria jamás desaparecerá de la mía. Elevo el tabaco hacia el cielo y con los ojos cerrados calo la última letra de tu nombre.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora