CAPÍTULO 57

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Danger, tienes que aprender a comportarte.

Danger, tienes que aprender a escuchar.

Danger, eso no es correcto.

Danger, deja de hacer eso.

Danger...eres un peligro.

Todo el tiempo que permanecí en sobriedad mis oídos al fin lograron destaparse y por desgracia conocí a las personas que me rodeaban, escuché sus palabras y miré a través de esos vacíos ojos que solo guardaban condiciones hacia mí. Sus voces recorrían cada centímetro de mi cuerpo, al llegar a mi pecho se disparaban en llamas de decepción. Sus palabras son las balas que me perforan entre los huesos, sus mejores falsetes me sonaban a disculpas sin arrepentimiento, sus palabras de amor me chantajeaban. Los versos me fulminaban en un dos por tres.

Hace dos años grité para ser escuchada por primera vez, pero nadie me escuchó. Mis dedos en compañía de un lápiz pedían auxilio a quien quisiera mirar mis bocetos; mis cigarros guardaban el nombre de un destructor de sueños; mi gorro guardaba mis pensamientos suicidas. Mi gorro no es una celda de alta seguridad. Aquellos pensamientos se convirtieron en deseos que se escaparon por la ventana en busca de las herramientas posibles para llevar a cabo su cometido.

Supliqué que se detuviera, que no me hiciera daño por al menos un minuto, sin querer su minuto se convirtió en dos años. Dos años sin daño físico y con harto daño emocional. Mi cabeza también sufre, mis recuerdos sufrieron un incendio en medio de mi necesidad, después se calcinaron, pero bien dicen que el fuego deja cenizas. Yo soy la ceniza. Yo me calciné. Porque yo soy mis recuerdos, soy mi desgracia.

No sé por qué preparan una misa en tu honor, ni por qué siento que la del error soy yo. ¿Debemos ser condenados por amar? No tenía idea del alto costo del amor. Si esto es así, que me arranquen el corazón. Juro por las fuerzas que me quedan que yo solo buscaba abrazos de verdad y besos reales. Yo solo quería enamorarme, quería ser amada. La vida a veces es así, te da lo contrario a lo que pides. Al parecer de eso se trata la mía. Mi mayor pecado fue quererte cuando eras un remolino perdido en la desidia. Me creí capaz de disipar ese fenómeno natural, pero me absorbió, me hizo parte de él.

Quien diría que las botellas de cristal son las únicas amigas que me quedan para llegar hasta este día. Mi buena amiga verdadera subió al cielo para no bajar de nuevo. La otra, está intentando ganar una batalla contra si misma; me quito la armadura y se la ofrezco, ella vale la pena, vale la vida.

Al despertar el sol ya no me recibe con esos rayos de alegría ni de esperanza, me recibe un cielo con nubes envidiosas del brillo de aquel astro. El cielo truena decidido a que es el dueño de este día, con sus trompetas llama a los desvalidos del amor, a los ansiosos, a los alcohólicos, a los suicidas. Llama a cada uno de sus soldados para que disfruten de la infernal vista con la que amamos deleitarnos.

La noche fue corta sin remordimiento. Dos almas empaparon de desgracia las sábanas de mi cama e impregnaron de extrañezas las paredes que me arropan. Al irse a dormir la noche, las fuerzas resurgieron en mí para prepararme a ser la invitada de honor a una fiesta que nadie me invitó. Mi estómago rugió feroz exigiendo todo el alcohol que el día de ayer le negué. Mi triste cuerpo se arropó con un vestido de luto para no congelarse en medio de la tormenta que me espera allá afuera. Mi mente aún confundida, recordó la manera en la que esperaba sobrellevar este mismo día hace un par de meses atrás cuando era tan solo una ingenua. Le prometí que estaríamos en esa iglesia, más no le prometí en qué estado.

Los cobardes se dejaron llevar porque me miraron rota y postrada en esas sábanas después del día de ayer. Retaron a mis demonios diciéndoles que no había manera de que me levantase de esa cama. Papá vino, me miró con pena, depositó un beso en mi frente y bajó a embriagarse confiado de que su hija estaba en un trance perpetuo.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora