CAPÍTULO 54

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A veces esconderse detrás de unas puertas de madera pueden protegerte doblemente de las demás personas. No entiendo por qué nunca antes había probado esto, es como una coraza, como un escudo. Podría quedarme a vivir aquí los días que me restan, podría beber, fumar y drogarme aquí y seguramente no lo notarían.

Un leve rayo de vida me saluda por la mañana. Entra directo por el diminuto espacio que queda entre la madera y las rendijas, sin embargo, no es eso lo que me despierta. Pasos desesperados, gritos ansiosos y nervios de punta recorren toda la casa de arriba abajo.

-¿Danger?... ¡Danger!... ¡Karina, ven pronto! -el sonido de la puerta de mi baño me da aviso a que Susy me busca con desesperación. Las escaleras azotándose callan cuando mi cuñada vuelve a hablar- Danger no está...

Me parece muy temprano para iniciar una búsqueda desesperada de lo perdido. Me parece demasiado pronto y demasiado tarde que pretendan encontrarme. Me parece una mierda.

El miedo a no encontrar, sube y baja, camina y corre, grita y llora, pero no obtiene respuesta, no hay señal. La chica a la que buscan se perdió hace dos años en una botella de vodka que curaba los golpes, se escondió detrás de un armario y se fundió en los abrigos y las sábanas. Se despidió con letras ayer por la noche y prometió no dar más dolores de cabeza después del día posterior al veintidós. Juró que encerraría su vida en un jarrón o una caja, en una iglesia o en la cómoda de la sala, pero se quedaría encerrada para siempre, como un recuerdo, un amargo recuerdo.

Las cobardes salieron de casa creyendo que el peligro salió de nuevo a provocar daños. Fueron a buscar a ninguna parte, para no encontrar nada.

...

En los últimos días mi cuerpo solo se ha alimentado de alcohol y de mentiras, de decepciones e ilusiones.

Mi madre va por los pasillos lamentando que su pequeña esté de nuevo hundida en las tinieblas de sus propios recuerdos. Susy se la pasa de arriba abajo hablando por teléfono, al parecer un nuevo médico se encargará de mí. Tengo miedo. Didier se aparece por aquí de vez en cuando, incluso uno de estos días se quedó a dormir, y sí... en la habitación de Susy. Con ella. No quise preguntar ni indagar respecto a eso, ellos piensan que no me doy cuenta solo porque me la paso destilando alcohol por los ojos en el fondo de mi armario. Creen que estoy muerta en vida, pero yo no estaría muy segura.

Papá vino ayer por la tarde pero ni siquiera lo vi. Me dejó un ramo de rosas en mi buró, apenas las vi las aventé por el balcón. Odio las rosas, odio las flores. Estas son solo para los muertos, que se las guarde para dentro de unos días. No quise preguntar si dijo algo más.

Los días se me acaban, no sé cuándo será el momento en el que me quede sola en casa. También sé que sus padres vinieron aquí. Lo sé porque escuche la voz de su padre que es casi idéntica a la que tenía él. Pensé que era un sueño. Tuvieron que encerrarme en la habitación de Susy para no hacer un desastre, o para no aventarme por mi balcón.

Su misa es en dos días. Dos días.

Mi amor imaginario no se ha aparecido por aquí, pero presiento que hoy lo hará. Estuvo mal haberle dicho todo lo que le dije. Tan solo quisiera disculparme.

La loza de mi suelo se encuentra helada. Hace días que el frío invadió la ciudad y al parecer vino para quedarse. Mis huesos son más perceptibles a este aliento del mundo, son más frágiles y me da la impresión de que se hacen pequeños. Mi piel luce como la nieve, fría y blanca, con miedo a ser tocada porque seguramente quien lo haga se congelará junto conmigo.

Se acerca el fin...

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora