CAPÍTULO 41

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La noche cayó al fin en despedida del sol y todos los momentos que este día nos trajo. Tal vez, solo sea un día más que olvidaré en un futuro no muy lejano, pero eso no me importa, solo no quiero olvidar la noche de ayer. Después de aquella velada sentí que algo dentro de mí cambió radicalmente; me conmocionó al grado de pensar en aquel beso toda la mañana siguiente.

Si algo pudiese cambiar, sería que al despertar Nicolas aun siguiera a mi lado, pero vamos, debo ser consciente que me prometí no indagar más en aquello, así que no puedo pretender que ese beso fue siquiera real. Tal vez me estoy volviendo loca de verdad por pensar en alguien que nadie más que yo ha visto, me besó ayer por la noche en mi propia habitación; pero, ¿cómo se explica entonces, que de la nada unos labios se posen en los tuyos si se supone que dichos labios no existen? Como sea que fuera, no puedo contarle a nadie porque aparte de loca, me tomarían de estúpida por permitirle a un "extraño" entrar a casa por la noche. Y ese es otro de los problemas, que no entenderían que Nicolas no es un extraño. Nicolas es todo, menos un extraño, porque un extraño no te hace latir el corazón al mil por hora.

Enciendo un cigarrillo cuando salgo directo al balcón, de vez en cuando volteo hacia adentro asegurándome que nadie venga a mi habitación. Esta noche mamá se quedó en casa casi por obligación porque Susy al parecer dobló turno en el hospital y Didier, bueno, de él últimamente ya no sé mucho.

Miro hacia la noche pobremente estrellada pero con la luna resplandeciente como siempre. La luz de aquel cuerpo celeste ahora tiene más sentido porque siento que la madre de Nicolas vive en ella, siento que la luna es aquella mujer que la acogió entre sus brazos cuando era un bebé.

—Yo subo todas las noches a la azotea y le cuento a mamá sobre ti.

Recuerdo aquellas palabras que solo si Nicolas pronuncia, son válidas para que el corazón me lata como desquiciado. Esbozo una sonrisa cuando mis dedos rozan mis labios haciéndome recordar el mismísimo instante que me robó el aliento.

Para ser muy sincera, la mañana fue dura, no solo porque Nicolas ya había desaparecido sin dejar rastro alguno—como de costumbre—, sino que también me sentí culpable por haber probado otros labios y peor aún, haberlo disfrutado.

Un ataque de ansiedad me invadió mientras me duchaba y aquella voz cruel en mi cabeza resonaba constantemente en reclamo por haber hecho algo como eso. Sentí que moriría de culpa ahí mismo, ya que desde un principio juré por mi vida que no le haría algo como eso, que mis labios solo serían capaces de unirse a los suyos cuando de nuevo nos encontremos en aquel jardín de paz. Me sentí como el ser más despreciable del mundo porque no he sido capaz de visitar a sus padres aun, ni de guardar respeto en su día...

De alguna manera pude hablar con Lara sobre esto. Claramente no le conté lo que sucedió, solo le pregunté por las segundas oportunidades y creo que ella me dijo lo que quería escuchar.

—No somos traicioneros por seguir nuestro corazón si hacemos las cosas bien.

Cuando salí de ese consultorio pude ver a Nicolas un minuto, antes de que mi madre llegara por mí. No nos dijimos nada, ni siquiera nos acercamos, ni nos tocamos, nuestras miradas se dijeron todo, entonces supe que no estaba cometiendo un error.

Arrojo la colilla de cigarro y me adentro en mi habitación de nuevo para dar aquel paso que hace mucho tiempo debí haber dado. Quisiera decir que soy valiente en mi totalidad pero, a pesar de sentir que es el momento, esto jamás dejará de doler y por eso, para que mi dolor ceda, doy un largo trago a mi preciada petaca.

Respira.


Libertad.

Hace un tiempo que sé que todo esto tomó un rumbo distinto y tal vez tú ya lo habías notado, creo que soy la única que no lo había aceptado...

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora