Han pasado seis meses desde que me prometí abandonar los hospitales hasta el día que la vida por juicio propio decida que es hora de reencontrarme con Esther y con la madre de Nicolas. Son seis meses en los que por mis manos no ha pasado ni una sola botella de vidrio, una petaca y mucho menos unos cigarrillos; tampoco he tomado plumas para escribir cartas de libertad, o de disculpas o de despedidas. Mis manos han estado realmente ocupadas con los bocetos nuevos en los que he estado trabajando, bocetos con un estilo distinto pero al mismo tiempo, rebosantes de vida.
Las terapias con Lara se reanudaron al mes de abandonar el hospital en el que permanecí dos semanas, debido al tratamiento de desintoxicación al que me tocó someterme. Al regresar a esa sala de apoyo al fin pude pararme frente a todos y decir:
—Yo soy Danger. Estoy en una lucha constante con la bulimia y la anorexia, con el alcohol y el tabaco, con los abusos del pasado y el estrés postraumático, pero estoy viva y no pienso partir de este lugar hasta que el cielo decida tenerme. Soy una sobreviviente.
La primera vez que lo dije frente a todos fue tan liberador y nostálgico al mismo tiempo. Los nuevos chicos me aplaudieron al terminar de contar mi historia y todo aquello que renace en mi memoria día con día. Eli se puso de pie y gritó algo muy propio de ella, en ese instante desee tanto que la silla que aún permanece vacía en honor de Esther no estuviese vacía. Desee tenerla con un pastel en las manos y decirle: "Amiga, ya puedo probar de tu pastel sin remordimiento". Sé que ese asiento se lo cedió a cuatro personas más en esta sala. Los ojos se me llenaron de orgullo en cuanto miré hacia el otro lado y en esas cuatros sillas encontré a mi hogar.
Brian y Jaz aceptaron que necesitaban ayuda cuando me miraron en aquella camilla del hospital, decidieron ser mejores amigos para mí, pero sobre, todo dejar de cargar esas penas que por años han arrastrado. Tony viene por decisión propia, porque quiere apoyar a su hermana y Brian, quiere en verdad ver sanar a las dos personas más importantes de su vida. Por cierto, Eli y Tony están conociéndose... sé que es extraño pero lo están intentando. Al parecer el tiempo que estuve en el hospital les sirvió para conocerse y convertirse en buenos amigos, aunque los ojos de Eli dicen algo más. Son polos totalmente opuestos y seguramente antes no hubiese sido una opción para ella. Al parecer no solo provoco cosas malas.
En la cuarta silla no está nada más ni nada menos que mi amor imaginario. Tal como un día lo soñé en silencio. Está sentado frente a mí con los ojos perdidos en cada palabra de aliento que le dedico a mi familia, a mis amigos y sobre todo a mí misma. Después de contarme cómo sucedieron las cosas yo decidí aceptarlo en mi vida sin remordimiento alguno, porque tanto él como yo estuvimos en el mismo abismo indeseable. Luchó por año y medio en silencio una muerte de la que no era responsable, ahora es momento de sanar, es momento de amar.
Quisiera que una de las sillas las ocupe papá... pero él decidió alejarse, al parecer el trabajo lo mantiene ocupado y por lo tanto sobrio. Con eso me doy por bien servida.
Susy y Didier están asistiendo a terapia. Después del desastre que provoqué ellos comenzaron a estar juntos de nuevo sin darse cuenta, pero después de un tiempo decidieron vivir en lugares distintos, darse un tiempo para ser ellos mismos, tomar terapia y que el tiempo decida lo que les depara. No importa si están juntos o no, ambos me apoyan codo a codo, como siempre.
Mamá cambió de trabajo a uno menos demandante y ahora eso le ha sentado mejor. Incluso sospecho que está viendo a alguien. Ella y Nicolas se llevan increíblemente bien, mejor dicho, Nicolas se lleva increíblemente bien con todos.
Esta mañana al fin di el paso que más me costó por mucho tiempo. Enfrentarme a mi realidad, a lo que fui y a la sobreviviente que soy.
Regresar a la calle que me vio crecer fue sin dudar un golpe al pecho, golpe que se aturdió por la armadura que ahora me protege. Dar paso hacia esa casa, mirar de nuevo las fotografías colgadas en las paredes. Esas paredes y esos cuadros que miraron todo siendo testigos de lo que un día fui. Una chica rota. Dirigí palabra con sus padres sin problema alguno. Ambos pedimos disculpas, yo por no afrontarlos antes, ellos por no saber lo que sucedía en la cabeza de su hijo y porque al saberlo se lo negaron. Al fin pude abrazarlos sin el dolor de esos golpes. Les pedí que me dejaran subir a su habitación, ellos aceptaron con un poco de temor a que mis recuerdos se volvieran locos.
—Ve, estaré aquí si me necesitas.
Es lo que dijo Nicolas al quedarse esperando en las escaleras.
Subir escalón por escalón me llenó de fuerza para mirar mis cicatrices como una experiencia que no quiero que sea vivida por nadie más. Al abrir la puerta todo se reveló a mis ojos: sus sábanas, nuestras fotografías, su ropa, sus libretas, sus diplomas, sus perfumes. Absolutamente todo en orden como siempre debió haber estado. Como para ser sincera, me encantaría recordarlo siempre.
Miré aquellas instantáneas clavadas en un corcho. Bajo ellas la fecha de los momentos en los que realmente fuimos felices una vez, porque no siempre fue un infierno, el último año lo fue, pero no puedo hacerlo menos. Un infierno es un infierno. Esas sonrisas que quedaron plasmadas en las fotografías toman vida en mi cabeza y las escucho. Y la lluvia me moja, y la brisa me refresca, y la arena se impregna a mi piel. Abrí sus libretas llenas de ideas que un día dijo que serían expuestas al mundo, a nuestro pequeño y fugaz mundo. Tomé sus perfumes, los dejé salir de aquel frasco y ese aroma que permanece vivo en mi mente me invadió la nariz, me susurró al oído un perdón y yo lo acepto. Cogí una playera suya en mis manos, la extendí y se reveló un recuerdo nuevo. La pegué a mi rostro y aspiré el aroma que un día fue sincero, que un día fue real.
Por primera vez, me acepto a mí y a mis heridas. Acepto el tiempo y mi vida. Acepto que el perdón no es repentino, que mi corazón ya se hará cargo de eso.
Miré a sus padres, llevan el alma en reconstrucción, su rostro lo decía todo. Tomé una mano de cada quien, les dediqué unas palabras con los ojos. Quisiera decirles que no quiero que ese recuerdo dañino siga en mi mente, que quiero recordar a su hijo como el niño que se enamoró, porque sé que alguna vez lo hizo. Tal vez solo por un segundo, pero ese segundo llegó a mi corazón y se instaló aquí.
—Gracias.
Y con esas siete letras me despedí de ellos.
Dentro de una semana Nicolas y yo retomamos la universidad, no en la misma ni en lo mismo. Somos dos personas individuales, dos personas distintas y por eso no podemos pretender estar todo el tiempo encima del otro, porque tal vez un día uno de los dos se vaya. No seremos dependientes del otro. Pero si hay algo que es nuestro y que no quiero que cambie, es este lugar. Estas estrellas, esta luna.
Esto era parte del epílogo pero decidí separarlo, en un rato publico el definitivo.🌸
ESTÁS LEYENDO
SOBRIA, DANGER...
Fiksi RemajaMis manos tiemblan, el corazón comienza a latirme más rápido, su voz... El móvil cae de mis manos. En la pantalla ha dejado de correr la llamada y solo puede verse su nombre, quien diría que sería la última; quien diría que incluso estaría con él ha...