CAPÍTULO 3

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—Entonces Di te verá en el banco, ¿verdad? —preguntaba a través de la llamada mientras estaba en mi sillón mirando televisión.

—Sí, sí. Me dijo que vendría en 15 minutos más o menos. Ya debe estar en camino, tranquila princesa —respondió con un tono de voz tranquilo.

—Cuando esté allí dile que no olvide pasar por Susy a la clínica, amor.

—Descuida, yo le recordaré... te marco en un momento preciosa, ya haré mi trámite.

—Cuídate mucho amor, iré a darme una ducha mientras.

—Sí, báñate, no quiero que después andes con aquellos olores, porque —....ambos intercambiamos risas y yo negaba con la cabeza.

—También te amo —respondí sonriendo.

—Te amo más...

Una "X" más al calendario...

Comienzo a moverme para despertar, no quiero seguir soñando más. Afortunadamente logro despertar antes de que mi alarma suene. Miro la hora y son las 5:30 de la mañana, es la hora perfecta para ir a correr. Todos siguen durmiendo aun, así que nadie va a enterarse. Me pongo de pie rápidamente y al hacerlo me mareo un poco, me sostengo de la pared para no caer pero, después de unos segundos me repongo. Tomo mis leggins, los tenis deportivos y una playera delgada. Cargo con la funda de mi móvil, de esas que se aprietan en el brazo para correr libremente, ésta, a diferencia de las demás es que a mí me da casi dos vueltas el velcro y que lo utilizo para guardar mis cigarrillos y el fuego.

Bajo silenciosamente las escaleras asegurándome de que nadie se despierte. Al abrir la puerta, siento la oleada de viento, es una mañana fría como la anterior. Dirigiéndome hacia el parque mientras comienzo a trotar, la piel se me pone chinita, realmente es una mañana fría lo cual me favorece. Mi cuerpo tiene una batalla interna con el clima, es difícil entrar en calor cuando hay frío. La intención es esa, no utilizar suéter, sentir frío, que mi cuerpo batalle y parar de correr hasta que mi cuerpo esté muy caliente, lo cual es muy difícil lograr. Cuando asistía al colegio creía que las clases de biología no me servirían de nada, ahora he visto que me sirven más de lo que pensé. Mi profesor de ciencias, no estaría tan orgulloso si supiera como aplico lo aprendido en sus clases.

Después de algunas vueltas, decido tomarme un descanso; la garganta ha comenzado a dolerme por el viento. Enciendo un cigarrillo, lo fumo para relajarme y que mi garganta se sienta mejor. En este momento desearía tanto un café, que lastima que no me dejen fumar en casa.

Recuerdo cu... arrojo el cigarrillo al suelo y decido regresar a casa. Ya no quiero recordar...

Al llegar, entro con mucho cuidado de no hacer ruido. Me deshago de mi ropa y me doy un regaderazo de agua fría rápidamente. No mojo mi cabello para que mamá no sospeche, me meto a la cama y antes de seguir durmiendo busco mis pastillas para tomarlas, pero oh sorpresa, no recuerdo donde las deje. No importa, no las necesito.

—Baja a desayunar —Didier susurra estando sentado a la orilla de mi cama mirándome.

—¿Qué hora es? —pregunto sin abrir los ojos.

—11:00 ¡Arriba! Tu cita es a las 12:30. Tienes que desayunar.

—Aja —respondo acomodándome entre mis sabanas.

Al ignorar a mi hermano, él decide halar mi sabana lo que deja al descubierto mi esquelético cuerpo.

—Dangi —susurra cerrando los ojos mientras observa como luzco.

—Que no me llames así —respondo agresivamente mientras me pongo de pie.

Antes de recibir un sermón bajo las escaleras y encuentro a Susy a punto de irse.

SOBRIA, DANGER...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora