En una ocasión escuché decir a alguien que la mentira es una bola de nieve, que mientras más rueda, más mentiras recoge. Pero, ¿las bolas de nieve explotan? ¿Qué tanta nieve somos capaces de recoger? Creo que tememos golpear a las personas que nos rodean porque sabemos que la bola de nieve helará cada rincón del cuerpo, incluido el corazón. Después de una mentira, las cosas no vuelven a ser como antes.
Vamos por la vida divagando en la calle de la tentación, mientras que la calle honestidad se hace cada vez más tediosa, ya que la calle mentira es un atajo a un solo momento de "calma". Preferimos ir hacia la destrucción de las ilusiones de alguien, con tal de mantener las nuestras por lo alto. Somos egoístas, somos humanos. Vive en nosotros la traición como coartada perfecta. No visionamos un después, ni mucho menos nuestro alrededor por temor a que nos lleven a lo contrario que pensamos en ese momento.
Pego ambos pies al suelo, justo en el momento que escucho un alboroto en la cocina. Sin ponerme calzado doy paso apresurado para descender a la primera planta, y mientras lo hago me pregunto quién será. Hace un par de horas atrás, mamá había entrado a mi habitación para avisar que saldría de emergencia. En teoría, debería estar sola.
—Oh mierda —las palabras me abandonan en automático al mismo tiempo que llevo mi mano a mi frente.
Mi semblante expresa asombro cuando al llegar a la cocina me encuentro con una Susy sentada en uno de los rincones del suelo. Abre y cierra torpemente todas las puertas de la alacena en busca del sagrado vodka que ella misma arrojó por la basura hace un tiempo atrás. Gatea de un lado a otro mientras lloriquea cual niña pequeña. La cocina está hecha un desastre: un par de vasos rotos, harina en el suelo, líquidos y otras cosas que al mezclarse no logro distinguir.
—Susy, ¿qué mierda estás haciendo? —me acerco para levantarla por el brazo y entonces nota mi presencia.
—Danger... túnodeberias... verme así —arrastra las palabras mientras abre los ojos cuando se encuentra con los míos.
Arrebato de sus manos la botella medio vacía a la que estaba aferrándose.
—Tú hiciste esto por mí muchas veces, anda —La tomo del brazo para que se ponga de pie pero solo me mira con los ojos inundados—. Arriba.
Logro ponerla de pie con bastante esfuerzo, porque mi fuerza es nula y mi esquelético cuerpo no ayuda en mucho. Apenas logra equilibrarse se arroja a mis brazos para desahogar aquel mar que intentaba contener.
—Danger la cagué —se separa de mi para azotar las manos en el desayunador—de nuevo.
Una sensación de familiaridad me recorre por el cuerpo, estremeciéndose en mi cabeza como si recordar o sentir un deja vu fuese una amenaza total para mi poco equilibrio mental.
Susy se vuelve a dejar caer al suelo apenas me desconcentro.
—¿Cómo que de nuevo? —me agacho alado de ella.
—Es verdad —sonríe con ironía—, es que tú no te acuerdas de nada —me apunta con el dedo y ahora su sonrisa cambia a una de tristeza.
Intento ignorar eso para centrarme solo en ella.
—¿Es el enfermo ese, verdad? —mi rostro se tensa al recordar lo que vi la noche anterior.
—Ah, de eso si te acuerdas...
—Ayer te vi besándote con él Susy —recalco para no dar paso a hablar sobre mí.
Su rostro empalidece al escuchar mis palabras y de nuevo sus ojos dejan salir esa cascada con caída libre. Se cubre la cara con ambas manos, como si creara una barrera que cubra su vergüenza. Hipea mientras llora en voz alta y, de vez en cuando deja salir palabras que no logro entender.
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SOBRIA, DANGER...
Novela JuvenilMis manos tiemblan, el corazón comienza a latirme más rápido, su voz... El móvil cae de mis manos. En la pantalla ha dejado de correr la llamada y solo puede verse su nombre, quien diría que sería la última; quien diría que incluso estaría con él ha...