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40 días después

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40 días después.


Eran las diez de la noche cuando la muerte del Chepe Arriaga se hizo oficial, el almirante, Antonio de la Barrera, lucía un impecable traje azul y miembros de la marina armada de México y el ejército nacional, lo acompañaban en el vanaglorioso anuncio que estaba por darse. Decenas de medios acudieron al llamado que la procuraduría de la república hizo, todos esperaban la llegada del presidente de México y la primera dama al municipio de la muerte. Antonio se había asegurado que Hilario estuviese en primera fila, en un lugar donde pudiera robar cámara, pues este era quizá, el momento cubre en todo el camino que la organización inició años atrás, con la muerte de José Manuel Arriaga López, alias El Chepe, daban un enorme paso hacia la gloria, pero aún había un largo trecho por recorrer e, Hilario Meléndez, todavía era un hombre de suma utilidad.

El presidente de México, Fernando Castrejón, llegó al municipio de la muerte en compañía de su esposa y un imponente equipo de seguridad, no era necesario que el primer mandatario se trasladara hasta las entrañas de la sangrienta guerra contra el narco, pero Fernando era así: le fascinaba ser el centro de atención, aparecer ante las cámaras y que las personas se dieran cuenta de que estuvo en el lugar de los hechos dando la cara por el país, con este acontecimiento no podía ser diferente; el abatimiento del Chepe Arriaga marcaba un hecho sin precedentes, el narcotraficante más poderoso de México fue doblegado durante su mandato, él pasaría a la historia por ese hecho, por supuesto que tenía que estar ahí.

Fernando subió a la pequeña tarima que había sido improvisada afuera de la fiscalía del municipio y, ante cientos de reflectores, dio la noticia oficial de la que el país entero hablaría por semanas, ese hecho que estaría por todos los medios nacionales e internacionales, la noticia que generaría las llamadas de muchos presidentes de otros países para darle sus diplomáticas felicitaciones, la muerte del Chepe Arriaga, el suceso que le daría un aire a su administración y que borraría muchos errores. Tres años le restaban al frente del país, y la muerte de un solo hombre marcaría un antes y un después en su mandato, tenía que ser inteligente y, sobre todo, muy sensato, las palabras que estaba por decir debían encumbrarlo. Una vez estuvo ante el micrófono, decidió olvidar el discurso que su secretario de prensa había escrito para él, era su momento, de nadie más.

—Mexicanas y mexicanos —comenzó a decir—, esta noche hago uso de mi voz para dar un mensaje de esperanza y de unión; el crimen organizado ha sido uno de los peores males del país, nos ha arrebatado vidas, nos ha arrebatado seguridad, nos ha arrebatado la libertad de vivir en tranquilidad, pero hoy, hemos dado un enorme paso en la guerra contra el narcotráfico: el narcotraficante José Manuel Arriaga López ha sido abatido en batalla, la marina y nuestro ejército, han hecho una impecable labor y en un operativo de máxima seguridad, lograron ingresar al rancho y principal centro de operaciones del Chepe Arriaga, uno de los delincuentes más buscados en el mundo. Y este día más que nunca, México nos exige salvaguardar la seguridad e integridad de los ciudadanos. Los mexicanos exigen que sus calles, escuelas y vecindarios sean lugares seguros para sus familias, y nosotros lucharemos, porque sí, esta lucha continúa y lo haremos por el bien de cada ciudadano, por las nuevas generaciones que tienen derecho a un país seguro y mejor.

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora