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32 días antes

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32 días antes.

Ser el hijo del narcotraficante más buscado de México le había fastidiado la vida a Salvador Arriaga desde el día en que nació. Se podría pensar que un niño que vivió entre tantos lujos y comodidades, tuvo una infancia feliz: mansiones con enormes piscinas y jardines, los juguetes más costos, ropa de marca, dinero para gastar a placer. Todo eso fue parte de la niñez de Salvador, pero eso solo era la parte amable; el otro extremo, el que representaba ser el segundo hijo varón del Chepe Arriaga, líder del cartel de drogas más prolífico del mundo, no sólo representaba dinero y felicidad, sino también muerte y violencia. Fue el segundo extremo en la historia lo que marcó la vida de Salvador.

Frente al espejo, el joven de veinticinco años mantenía una intensa lucha con el nudo de su corbata para que este luciera impecable. Era uno de esos días en los que su humor debía estar de los mil demonios, pero para sorpresa de él mismo, no era así. En uno de los salones de la planta baja, su padre, su hermano y algunos de los socios más cercanos e importantes del cartel, lo esperaban para hablar de negocios y planes futuros. Esas reuniones siempre lo exasperaban hasta el cansancio, para Salvador ya era difícil tener que lidiar con el cínico de su padre y el pendejo de su hermano, tener a diez idiotas más ahí abajo lo llevaba al límite.

Lo bueno de lidiar con pendejos era que fingir empatía resultaba muy fácil, un par de chistes tontos y machistas, algunos comentarios mordaces sobre el poder y el dinero, un poco de camaradería y los tenías en la bolsa. Salvador siempre se preguntaba cómo esos hombres tan comunes y ordinarios podían ser los empresarios más ricos del mundo, conforme fue creciendo e involucrándose más, la respuesta llegó. Detrás de los imbéciles, había mentes brillantes que hacían el trabajo difícil, él lo entendía mejor que nadie y, de esos, de los que no tenían ni un pelo de tontos, era de los que había que cuidarse. Su padre estaba en la lista de criminales más buscados en todo el mundo, se ofrecía una recompensa millonaria por su cabeza, sin embargo, Salvador sabía que podían capturarlo o asesinarlo y aun así nada cambiaría en el cartel. El Chepe Arriaga solo fue el hombre con mucha suerte, pocos escrúpulos y la violencia intimidatoria necesaria para convertirse en el líder de la organización, pero detrás de él, estaban los verdaderos hilos que hacían que el negocio funcionara, si les tumban a su líder, otro subiría y el negocio seguiría viento en popa.

El nudo por fin quedó como él quería, se puso el saco negro y lo abotonó como los códigos de etiqueta marcaban, sus zapatos brillaban, el traje se amoldaba a la perfección a su cuerpo atlético; lucía impecable de pies a cabeza. La reunión de esa tarde era muy importante para sus planes, todo tenía que salir de acuerdo a lo previsto, necesitaba reunir toda la información necesaria para poder dar el siguiente paso, las elecciones de municipales estaban cerca y, con la lucha por la plaza en su punto más crítico, necesitaba saber las medidas que la organización de su padre tomaría. La reunión estaba a punto de comenzar, así que roció algo de loción en su cuello y se apuró a bajar para reunirse con todos aquellos hombres que tanto despreciaba. Antes de salir se dio un repaso en el espejo y se concedió el visto bueno. «Te romperías el corazón a ti mismo —pensó— si lo tuvieras».

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora