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9 días después

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9 días después.


«¿Quién eres?» Esa pregunta lo había obligado a analizarse con más intensidad; con una curiosidad reflexiva que incluso le dio miedo, «la curiosidad mató al gato —pensó—, no sé si quiero conocer esa respuesta. ¿Quién chingados soy? —Se preguntó a sí mismo mientras dibujaba en la tierra otro círculo más—, soy el hijo del narco, soy Salvador, soy el niño que soñaba con ser médico, soy el asesino, soy un cobarde, soy un cabrón, soy un desastre. Eso soy». Alzó la vista y volvió a ver el fuego que consumía los troncos de madera y los convertía en ceniza. Le fue imposible no pensar que él ahora mismo sería cenizas si no fuese por el hombre que tenía sentado frente a él en absoluto silencio. El hombre que le salvó la vida había dejado de prestarle atención, lo ignoraba y ya no lo interrogaba con la mirada. Ahora era Salvador quien tenía puesta su atención en él, lo observaba a través del fuego mientras el chico le daba pequeños tragos a la infusión que Rahui le había llevado.

Salvador no le había preguntado quién era porque ya lo sabía, en eso partía con ventaja: se llamaba Sebastián, estaba por cumplir veintitrés años, tenía una hermana mayor y era hijo de Hilario Meléndez y Delia Camarena, había nacido en cuna de oro; su padre antes de inmiscuirse en el mundo de la política ya era un acaudalado agricultor y ganadero, cursó su educación básica en la única escuela privada que existía en el municipio, cuando tenía diecisiete años fue enviado al extranjero a realizar sus estudios universitarios y se tituló como administrador de empresas. Todo eso lo había investigado en un par de días.

Esa información fue suficiente para entender por qué el chico era tan importante en los planes del cartel, su familia lo mandó bien lejos para protegerlo de la mierda que en aquel entonces comenzaba a infectar el municipio; su padre lo adoraba, eso lo dejaba claro en cada entrevista que daba y en cada aparición pública que tenía. Si alguien quería hacerle algo a Hilario tenían que usar a su hijo, ese era su talón de Aquiles. Salvador investigó sobre la vida de ese chico porque él luchaba en su propia guerra y era importante para sus planes conocer y entender el papel que la familia Meléndez jugaría en la batalla final. Ahora la vida, tan torcida como solía ser, ponía todas las piezas a su favor para que pudiese hacer jaque mate, tenía al rey en sus manos.

—¿Y qué hay de ti? ¿Tú quién eres? —La pregunta salió de la boca de Salvador en un tono que no esperaba, sonó brusco y poco amigable.

Salvador percibió como Sebastián dejó de mirar al horizonte para voltear a verlo, luego el chico guardó silencio por alrededor de diez segundos y bebió de la infusión una vez más, después le clavó la mirada y fue entonces cuando las palabras salieron de su boca.

—Tú no respondiste mi pregunta, ¿por qué crees que yo si responderé a la tuya? —Sebastián puso el vaso de peltre en el suelo, había terminado con todo el líquido que el recipiente contenía—. Creo que también es mejor que no sepas quién soy.

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora