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30 días después

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30 días después.


Salvador Arriaga jamás olvidaría aquel amanecer en el que por primera vez se enamoró de una sonrisa. Tal vez todo había comenzado en realidad ahí, en ese viernes de verano con las manos del viento moviendo invisibles hilos en el aire, que unían las olas, los cabellos, los sentimientos. El mar tenía un color oscuro como los sueños y profundo como un letargo. En el viento fresco flotaba un agradable aroma a algas. Y esa sonrisa, esa maldita sonrisa, tan genuina, tan rebosante; Sebastián sonreía mientras corría entre la inmensidad del mar y la firmeza de la amarillenta arena que se metía entre sus dedos. Aquella mañana fue la primera vez que Salvador pudo apreciar la verdadera sonrisa del hombre que días atrás le había salvado la vida.

Tal vez esa mañana, Sebastián sonreía de esa forma porque el ruido del mar superaba el de los pensamientos. Lo que Salvador hubiese dado por secuestrarlo, por retenerlo ahí a toda costa, por protegerlo de lo que había más allá del mar. Sí, seguro que todo había comenzado ese día o quizá no, a lo mejor fue la primera vez que escuchó su nombre o cuando sus miradas llenas de miedo y desesperanza coincidieron por primera vez, pudo ser cuando estando al borde de la muerte, Sebastián había apretado su mano implorando que no lo abandonara, «¿cuándo había comenzado todo?» Pudo ser en el momento que se sinceró con él, o cuando juntos encontraron el jícuri, probablemente fue cuando fueron tan humanos, tan frágiles, tan débiles, que lloraron hasta quedarse dormidos, o acaso todo empezó en el momento en el que sus labios se juntaron con torpor, con miedo, con curiosidad. «¿A cuántas personas habrá enamorado con esa sonrisa?» Se preguntaba Salvador mientras corría tras él.

Por un momento, Sebastián dejó de correr y se introdujo en el bamboleo del alocado océano, abrió las manos para recibir una inmensa ola que hizo que se tambaleara. Salvador se quedó en la orilla siendo testigo de cómo su compañero dejaba de ser, al menos por unos instantes, un desgraciado. Los segundos pasaron y sentado en la playa, observaba cómo el sol comenzaba a elevarse en lo más alto del cielo, por un instante, se quedó perdido en la belleza de lo que sus ojos veían y, cuando volvió a dirigir su atención a Sebastián, se dio cuenta que su compañero se introducía en la monstruosidad del mar más allá de lo razonable.

Se puso de pie y se adentró con velocidad en las aguas que habían dejado de ser oscuras gracias a la luminosidad del astro rey, movió los brazos de un lado a otro y gritó en repetidas ocasiones el nombre de su compañero para tratar de llamar su atención, pero Sebastián estaba como hipnotizado, tal vez no era consciente del peligro que corría si seguía adentrándose en el traicionero océano. Salvador avanzó hasta que dejó de sentir la arena en sus pies, comenzó a nadar y, por un instante, el miedo lo invadió; la aventura de esconderse de los hombres que los creían muertos podía terminar justo ahí, ahora sí que podían desaparecer para siempre.

Salvador luchaba por mantenerse a flote en el vaivén de las olas, logró tomar una bocanada de aire antes de que la ferocidad del agua lo hundiera, movió los pies y las manos para tratar de salir a la superficie, pero de pronto, sintió que el oxígeno comenzaba a faltarle; la desesperación lo dominó y pensó que no lograría salir, que su cuerpo terminaría ahí: hinchado, inerte, sin vida y perdido en los misterios que esas aguas guardaban en sus profundidades. En ese instante, cuando la necesidad de respirar se hizo inminente, una mano lo tomó con fuerza del brazo y lo jaloneó hacia arriba, Salvador pataleó con desesperación hasta que logró salir de la profundidad y, en cuanto su cabeza estuvo fuera, tomó un largo respiro que le supo a gloria. La inseguridad aún lo invadía, así que desesperado, comenzó a manotear y se aferró con fuerza a los brazos que lo habían sacado a flote «tranquilo, ya estás a salvo» le gritó al oído una voz que reconoció al instante, Sebastián le salvaba la vida por segunda ocasión.

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora