42 días después.
—Tienes diez segundos para evitar que jale el gatillo —le había dicho la chica de hermosos ojos verdes.
Salvador había escuchado hablar tanto sobre ella que sentía que la conocía de toda la vida, la mano con la que sostenía la pistola que Manuel había dejado caer al piso minutos atrás, le temblaba con una intensidad desbordada, si jalaba del gatillo seguro fallaría el tiro, a leguas se notaba que jamás había tenido una pistola entre sus manos; Salvador sabía que ella odiaba las armas y que sostener una entre sus dedos le estaba costando demasiado. No podía dejar de mirar sus ojos, a pesar de la hinchazón y las lágrimas, seguían luciendo hermosos, en su rostro se observaba el cansancio, la frustración y el miedo que sentía, Salvador quería abrazarla, decirle al oído que todo estaba bien, que él jamás le haría daño, que estaba de su lado, contarle que la noche en que Emiliano le relató la forma en la ella perdió a su hermano, él lloró de impotencia ante la crueldad de los hechos, hablarle de lo mucho que la admiraba por su valentía y su fortaleza. Cómo Emiliano no se iba a enamorar de ella si a él a pesar de las circunstancias en las que estaban frente a frente, solo le bastaron unos cuantos minutos para empatizar con esa mujer y anhelar que esos ojos dejasen de sufrir.
—Algún día en esta vida o entra, tú y Jorge volverán a encontrarse, él te regalará una sonrisa y te agradecerá por todo lo que has hecho por él —dijo Salvador.
Esa fueron las palabras que Emiliano le dijo a Karla la primera vez que ella le contó sobre su hermano, Salvador las repitió tal cual las recordaba «Si algún día necesitas de Karla, repítele estas palabras y ella sabrá que puede confiar en ti». Le había dicho Emiliano meses atrás.
—¿Quién eres? —le había preguntado Karla al escucharlo.
—Es muy largo de explicar, pero estoy dispuesto a contarte todo con lujo de detalle, aunque ahora no hay demasiado tiempo, tenemos que ayudar a Manuel o de lo contrario morirá y no puedo permitir que eso pase —le respondió Salvador con una voz serena y las manos en alto.
—¿Cómo sabes quién es él? ¿Por qué quieres salvarlo? —indagó Karla, ya no le apuntaba con el arma.
—Porque es mi hermano —confesó él arrodillándose junto a Manuel.
Ahora, un día después, él estaba tomándose un café en la pequeña mesa, uno frente al otro y Karla no dejaba de mirarlo, de analizarlo. Salvador todavía notaba en sus rostros las dudas y el recelo, quizá todas las respuestas que la noche anterior le dio trajeron más inquietudes que tranquilidad, aquello era demasiada información que digerir y además algo difícil de entender, había momentos, justo como en el que ahora se encontraban, en los que ella permanecía en absoluto silencio, pero a la vez, movía la cabeza y las manos como parte del monólogo interno que tenía consigo misma, tal vez era su forma de analizar todo de lo que acababa de enterarse. «Si algún día es necesario y yo no estoy presente, díselo todo —le había indicado Emiliano en la casa de playa—, no te guardes nada, sé sincero y ella se convertirá en una fiel aliada, cuéntaselo todo con lujo de detalle, después yo me encargaré de pagar por el precio de las mentiras que le dije» Salvador no dejaba de preguntarse si lo habría hecho bien, si Karla era ya una aliada o solo estaba tomando el tiempo necesario para salir huyendo de ahí.
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Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo Pródigo
RomanceUn amor prohibido, dos almas dañadas destinadas a salvarse. Nuevamente gratis. *** Cuando Sebastián Meléndez regresó a su hogar luego de cinco años, pensó que el dilema más grande al que tendría que enfrentarse sería el poder sincerarse con su fami...