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17 días después

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17 días después.


—Hace dos semanas que mi hijo fue asesinado a manos del crimen organizado —dijo Hilario fuerte y claro a través del micrófono.

Las más de cinco mil personas que habían dejado sus quehaceres para asistir al mitin organizado por el candidato independiente a la alcaldía del municipio de la muerte, observaban y escuchaban con expectación las palabras que Hilario decía.

—Justo la noche en la que hice oficial mi candidatura, mi hijo desapareció de la manera más extraña —continuó Hilario—. Seguro muchos de los aquí presentes escucharon distintas versiones, incluso se me acusó de haber sido yo quien planeo todo. La única verdad es que esa noche, varias camionetas sin placas de identificación, entraron a mi propiedad y se llevaron a mi Sebastián y, horas después, me llamaron para decirme que yo me había buscado lo que estaba sucediendo.

El escenario había sido colocado en la plaza principal de forma modesta, Hilario se negó a que se imprimieran lonas enormes con su rostro y, en la última reunión que tuvo con todas las personas que lo apoyaban en su candidatura y a quienes consideraba sus amigos, les dejó claro que no gastaría en vano el dinero que se le había asignado como candidato independiente; enfocaría ese recurso a lo necesario, a lo que en realidad importaba. Denisse Meléndez se encontraba arriba del escenario, respaldaba a su padre a pesar de que las lágrimas amenazaban con salir, también arriba del escenario se encontraban Ramiro Gutiérrez, íntimo amigo de Hilario y el médico más reconocido de la región, Silvia Castrellón, la mujer que coordinaba la campaña de Hilario: una dama de carácter fuerte que era una destacada empresaria de la región, querida y respetada por las labores altruistas que realizaba. Jaime Favela era otro de los hombres respetados que se había sumado al equipo de Hilario, Jaime no era muy adepto a la política, pero luego de lo que sucedió con su amor del pasado, el profesor estaba decidido a luchar por encima de todo para cambiar el rumbo del lugar en el que crecería su hijo. Y, por supuesto, en el escenario no podía faltar Carlos Ruiz, asistente y mano derecha de Hilario, al cual, hasta entonces, consideraba indispensable.

—Traje a mi hijo desde España porque amenazas concretas llegaron hasta mí —Hilario prosiguió con su discurso, hablaba con toda sinceridad como había prometido que lo haría—, me dio miedo que estando solo y tan lejos, pudieran hacerle daño. Hoy sé, que el haberlo traído fue uno de los peores errores que pude cometer, solo lo traje a su muerte, puse su vida en bandeja de plata para sus asesinos.

Los camarógrafos mantenían en alto sus cámaras para no dejar de documentar ni una sola palabra que el candidato independiente pronunciaba, Hilario no era consciente de ello, pero las lonas con su rostro y el dinero despilfarrado en publicidad, no era necesario, el hombre se había convertido en el candidato municipal más popular del país, su discurso estaba siendo transmitido en televisión nacional, la publicidad era inmensa y gratuita, pero también, un arma de doble filo, porque en política ser el centro de atención pude dañar muchas susceptibilidades.

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora