~Capítulo 29~

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Liam estaba viendo la tele y comiendo patatas cuando su teléfono sonó. Era un mensaje de Lucas.

El enclosetado:
Ya se lo dije a Rubén, todo bien...Creo. No te preocupes.

Igual debía cambiarle el nombre, Lucas estaba casado y con hijos, muy enclosetado no era.

El rubio tuvo un déjà vu. Hace un tiempo estaba en la misma situación, recibió una llamada de su mejor amigo pidiéndole ayuda para su hijo. Ahora su amigo le enviaba un mensaje para decirle que no se preocupe por dejarlo.

Como cambiaban las cosas.

De todos modos la cosa a lo mejor se ponía incómoda.

Hace unos días lo llamaron del instituto de Rubén y Mateo. Era una oportunidad para ser aspirante a director general. El director actual era el dueño de un montón de colegios, universidades e internados por varios lugares del país, ahora él quería dejar un poco el trabajo y centrarse en su vida. De vez en cuando se volvía el director de alguna de sus instituciones, pero ya no quería más, Liam ahora sustituiría su puesto. A él le interesaba esa posición, era interesante.

Primero debería empezar como profesor ahí y el director Worren le evaluaría.

Con suerte no se encontraría a Rubén.

Él daría casi todas las asignaturas contrarias a las que Rubén estudiaba.

Solo cruzaría los dedos para que no se encontrasen.

(...)

Rubén no iba a escribirle. No. No lo haría.

Liam debería venir algún día a casa a visitar a Lucas, definitivamente lo vería y hablarían.

¿Por qué ni siquiera el rubio le había enviado un mensaje de disculpas? Por lo menos debería de haberse tomado las molestias.

¿Que debería hacer ahora? Rubén podía suspender para que sus padres regañaran a Liam por no enseñar bien el tiempo que estuvo, pero sería inútil, Darío y Lucas le iban a poner otro profesor particular.

Eso molestaba tanto al moreno, se sentía estúpido por necesitar a alguien que lo ayude después de las clases. Cuando empezaba a soportar y a entender a Liam, se fue.

Otra opción sería sacar buenas notas y demostrar a Liam que podía hacerlo mejor sin él. Pero...No sabía porque tenía la sensación de que no podría.

Se dejó caer en la cama y se acostó de lado mirando a la pared.

La puerta sonó.

Darío entró y se apoyó en el umbral.

—¿No estudias?—Se cruzó de brazos observando a su hijo medio bolita.

—En un rato.

Darío rodó los ojos y sonrió. Se acercó a la cama.

—¿Estás molesto?—Se sentó a un lado .

—No.

Darío miró a su hijo. Estaba tan mayor pero era tan infantil.

—Sé que no quieres un profesor.

No quiero a otro.

Rubén no quiso pensar eso. Pero lo hizo y se avergonzó.

—Pero ya sabes, hasta que no mejores, es para ayudarte.—Siguió el mayor.

Rubén se giró para ver a su padre.

Este le sonrió.

—Puedo hacerlo sin Nadie. Solo debo atender.—Comentó.

Darío se Rió.

—¿Y por qué no lo has hecho en todo este tiempo?

Rubén miró a otro sitio y se encogió de hombros.

—Pereza, supongo.

—¿Por qué debiste heredar genéticamente lo vago de tu padre?—Se quejó y Rubén Rió.

—Pero papá es listo.

Darío le quitó un mechón moreno que cubría los ojos verdes tan parecidos a los del amor de su vida.

—Y lo es, pero era vago en su entonces. Podía sacar buenas notas, pero a veces no lo hacía por pereza. Como tú.—acarició el pelo de Rubén.

—¿Eso significa que puedo no tener a alguien de refuerzo para hacerlo por mi cuenta?—Sonrió.

—Nop. Lucas me tenía a mi para ponerlo cuerda y que se centrara. Tu necesitas también a alguien.

—Podríais ser vosotros.

Darío soltó una carcajada y le dio un pequeño golpe en la frente.

—¿Ah si? ¿Nos quieres como tus profesores?

Rubén analizó cómo sería. En como haría enfadar más a sus padres de lo que normalmente haría, en cómo lo controlarían más y en cómo él llegaría a no soportarlos. Adolescencia.

—Uff, mejor no.—Rió.

—Ya pensaba eso.—Darío le dio un beso cariñoso y se levantó.—Mañana haré unas entrevistas a unos candidatos. Pronto vendrá alguien. Hasta ello, estudia.—Y salió de la habitación.

Rubén se sentía con más ánimo ahora. Hablar con un padre (o madre) era muy confortable, era como si todo en el mundo estuviera bien y nada malo fuese a ocurrir.

Bien. Rubén se levantó y fue a su escritorio, sacó libros y se puso a repasar.

(...)

Lucas lo esperaba en su habitación.

Darío entró y le sonrió.

—¿Qué? Eres un metido.—Dijo comprobando como su esposo se veía curioso.

—¿Qué tal?

—Bien, ¿y tú?

Darío rió y Lucas hizo una mueca.

—Benny está bien, ya hablé con él. ¿Y tu con Liam?

—No desde que le envié un mensaje diciéndole que estaba bien.

—Hmm...Creo que se empezaban a llevar bien, por eso Benny está así. Ya sabes lo que tarda en hacerse amigos y llevarse bien con la gente.—Comentó sentándose en la cama.

Lucas se sentó a su lado y se recostó en el regazo de Darío.

—Liam también se veía algo triste. Creo que se siente culpable por dejar algo a medias y, además, a mi.—Se burló.

Darío se quejó internamente.

—¿Crees que debí decirle que Liam irá a su instituto?—El moreno acaricio las mejillas pecosas del pelinegro.

—Nah, ya cuando lo vea por ahí hablarán.

—¿Liam le dijo algo a Rubén cuando se fue?

—Supongo que se habrá despedido.

Y no lo hizo, lo que posiblemente provocara más incomodidad cuando se vieran. Pero eso no lo sabía la pareja.

Mateo se alejó de la puerta asintiendo.

Con que viene donde nosotros.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora