~Capítulo 67~

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—Christian.—Lucas saludó al rubio cenizo.

Rubén apartó la mirada de Liam y volvió al otro hombre rubio.

—Hola.—El tal Christian le ofreció la mano.

Rubén a regañadientes la tomó.

—Hola.

Christian asintió y volvió a mirar a Liam.

—Ya es casi la hora. Te espero afuera para llevarte a casa.—Le revolvió el pelo al hombre y se marchó.

Rubén contuvo una mueca al enterarse de que Christian lo llevaría a casa.

¿Y qué más la deba a Rubén eso? No debería importarle.

Solo que sí lo hacía.

—¿Rubén?

El recién llamado volvió a mirar a la persona que dijo su nombre. Liam lo observaba desde abajo.

Rubén sintió cierta emoción al escuchar su nombre de los labios de aquel hombre nuevamente. Después de tanto tiempo.

—Hey.—Dijo.

Liam sonrió y le devolvió la palabra.

—No te esperaba.—Miró a Lucas antes de volver a Rubén.—No puedo creer que estés aquí.

—Volví a hace unas horas.—Contestó y se sorprendió de haber sonado tan tranquilo.

Lucas los miró alternativamente y frunció los labios. Bien. Hora de irse.

—Os dejo solos. Tenéis que hablar, supongo.

No esperó respuesta y se fue.

Rubén frunció el ceño. ¿En serio debía dejarlos solos? ¿Por qué Lucas los dejaba solos?

—Siéntate.—Liam señaló la silla donde había estado Christian.

Rubén asintió y se sentó.

—¿Qué tal?

Liam sonrió y alzó los hombros.

—Aquí, mejorando.—Miró las muletas.—Aún camino mal. Sin ellas me cuesta mantenerme en pie.

—Debió ser duro.—Rubén juntó sus manos, nerviosamente.

Liam asintió.

—Sí...Pero agradezco estar vivo y no haber acabado totalmente vegetal.

—Hablas bien.—Rubén se percató.

—Los logopedas fueron muy buenos. A veces formulo oraciones mal o sin sentido, sin embargo.—Evitó la mirada del joven.

Rubén miró al hombre.

—Me alegro de que estés bien.

Liam miró el rostro de Rubén y sonrió.

—Me dijeron que no sabías nada.

Rubén dio la razón de mala gana.

—Mis amados padres me ocultaron algo tan importante como eso.—Dijo con sarcasmo.—Era de esperarse de alguien como ellos.

Liam no dijo nada hasta después de un rato.

—Deberías de ponerte en su lugar.

—Oh, no, gracias. No quiero estar en el mismo lugar de personas tan egoístas.

—Lo hicieron por tu bien.

Rubén rodó los ojos.

—Eso no los justifica en nada. Además, ¿qué te pasa? Sabía que eras ridículamente positivo pero esto —señaló—es pasarse. ¿Por qué los defiendes?

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora