~Capítulo 58~

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Mateo abrió de nuevo la puerta de la habitación con fuerza. La pareja ni se inmutó. Mateo arrugó la nariz y entró, acercándose a ellos.

—Eh, venga, iros de aquí.—Mateo trató de no mirarlos al quitar las sábanas.

La chica gritó sobresaltada y el chico se sorprendió.

—Largaos. Tener un mínimo de respeto, esto no es un maldito hotel.—Escupió Mateo.

La pareja lo miraron mal, dejando de regalo varios insultos mientras se levantaban a vestirse.

Maldición. Ahora debía bajar a por su hermano y volver a subir. No debería haberlo dejado en la sala de estar, tenía que haberlo dejado ahí en el pasillo esperando.

La habitación de Rubén tenía también seguro con llave pero él no la tenía, así que no podía cerrar.

Se pasó la mano por el pelo. No tendría que haber dejado tanto tiempo solo a Rubén abajo.

—Eh, eh, eh.

Mateo escuchó el bullicio de la planta baja.

Por favor, que no sea él.

Corrió escaleras bajo y entró donde estaban todos mirando y rodeando.

Tragó en seco al ver a su hermano encima de la mesa, sacándose la camisa.

—¡Rubén! Baja de ahí.—Trató de acercarse pero los invitados lo cogieron para que no molestara.—Suéltame.

—Oh, venga, está siendo divertido. No lo arruines.—El chico de cuyo nombre no se acordaba lo sujetó.

—Cállate. Es mi hermano, está haciendo el ridículo, no voy a permitir que nadie se ría de él. —Se zafó con fuerza, alejándose.

Esto se estaba yendo de control. Esto no estaba saliendo como había planeado. Esto no era lo que había querido.

Él había invitado a unos cuantos amigos para hacer una pequeña fiesta, pero al parecer esos amigos habían invitado a más amigos suyos, y estos a otros más.

Quería molestar a su hermano, tal vez encontrarse con Sian y estar juntos. No esto: Sian no estaba y Rubén estaba haciendo un espectáculo mientras se desnudaba.

Todo estaba mal.

—Rubén.—Cuando llegó a la mesa le sujetó un pie, para llamar su atención.

Rubén seguía desabrochándose el pantalón.

—Déjame.—Dijo.—Tengo calor.

—Bien, si tienes calor, ve a darte una ducha y duerme.—Trató de evitar que siguiera.

Rubén solo lo ignoró y bajó su pantalón. Mateo chasqueó la lengua y subió encima también, volviéndole a subir la prenda.

—Para ya.—Le susurró.

Rubén se quejó.

—Déjame en paz.—Rubén lo empujó con fuerza.

Mateo sintió un fuerte dolor en la espalda y en el culo. Las voces de los espectadores parecían divertirse.

El humor de Mateo se estaba yendo al carajo. Estaba por golpear a cada uno de los que se estaban riendo, aplaudiendo y pidiendo más. No le importaba si era hombre o mujer. Igualdad.

—Eh, eh, eh.—Otras voces vinieron del jardín.

Mateo miró por encima, a fuera se encontraba un pelinegro de espaldas bebiendo de una botella, los de alrededor animaban a que siguiera.

—¡Terminada!—Gritó el chico, se dio la vuelta.

Sian.

Ah. Mierda.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora