~Capítulo 57~

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Rubén se encontraba echado en el sofá, con su móvil. El timbre de la puerta hizo que saliera de la tranquilidad en la que se encontraba al estar solo en el silencioso salón. Se sobresaltó, haciendo que sus manos torpes soltaran el teléfono, provocando que le cayera en la cara.

Soltó un gemido de dolor. Auch.

Se levantó mientras se sobaba la nariz y parte de la frente. Unos pasos provenientes de las escaleras hicieron que girara la cabeza en su dirección.

Mateo bajaba los escalones rápidamente, casi y solo se subía en la barandilla y se deslizaba en ella.

Rubén abrió la boca para preguntar qué hacía o qué le ocurría, pero se arrepintió y volvió a pegar los labios, sin soltar nada. Hizo un ademán con la mano, ignorándolo y siguiendo con su camino hacia la puerta.

O eso intentó; Mateo lo empujó ligeramente, apartándolo del camino, haciéndolo chocar contra la pared del pasillo.

—Abro yo.—Aclaró.

Rubén frunció el ceño.

—Pero s-

Ni siquiera pudo terminar lo que tenía que decir, Mateo ya había abierto la puerta.

—¡Sian!

Rubén hizo una mueca. Mateo no esperaba a nadie; él sí, a Sian. Su hermano no debía haberse molestado en correr abrir.

—¡No sabía que ibas a venir!—Siguió Mateo.

Rubén se apresuró a alcanzarlo.

—Sabías perfectamente que él vend-

Chupó aire cuando el codo de Mateo golpeó sus costillas, para callarlo y que no siguiera.

Sian sonrió al ver el codazo mal disimulado del gemelo de su amigo. Ignoró lo que había dicho Rubén.

—Hola.—Saludó a los dos chicos.—Bueno, Rubén hoy quería que viniera, le voy a ayudar con alguna materia.—Explicó.

Mateo sonrió asintiendo con la cabeza mientras miraba al chico pelinegro.

—Pero si él tiene un profesor particular, y también tiene otro por ahí que seguro le enseña y ayuda encantado.

Ahora fue el turno de Mateo retener el aire cuando Rubén le dio un pequeña pero dolorosa patada en la espinilla.

—Lo que quiero decir, —Continuó hablando, aguantándose el dolor.- -no te necesita; en cambio yo, podría agradecer mucho tu ayuda.

Sian parecía confundido según había entendido y visto, Mateo era popular por ser bueno en todo, basicamente. Él si que no lo necesitaba.

Mateo no necesitaba ayuda de nadie. Aquella vez, en la fiesta de cumpleaños, cuando le preguntó sobre sus ojos, él ya sabía el nombre de la causa y había investigado más sobre ello. Únicamente dejó que Sian hablara y explicara la heterocromía, parecía feliz de contar la historia, y eso lo hacía lindo, ante los ojos de Mateo. Solo quería estar más cerca del chico, conocerlo más, tal vez acercarse a él, y esa fue una buena excusa para hablar. En los últimos meses Sian había visitado a Rubén bastantes veces y no siempre él se encontraba en casa para verlo y conversar. Esta vez le había preguntado a su hermano que cuándo vendría "el chico bajito de pelo negro". Rubén se había reído y le respondió con un "No te hagas el tonto, sabes muy bien que se llama Sian, u 'ojos bonitos' como lo tienes agregado en tu móvil."

Mateo le había ofrecido una mala mirada mientras que Rubén se seguía burlando de él.

Y aquí estaba, recibiendo al chico bajito. Quien diga que Mateo había estado pendiente todo el tiempo por si sonaba el timbre para ir a abrir él, estaba loco. Él no había hecho eso.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora