~Capítulo 35~

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—¿Por qué demonios vamos a ir a tu casa?—Se cruzó de brazos.

—Prefiero evitar sitios públicos donde vayas a llamar la atención con tus dramas.—Liam solo miraba la carretera con el ceño ligeramente fruncido.

Si Rubén ya estaba enfadado cuando entró al coche, ahora lo estaba aún más.

—Que considerado y halagador.—Murmuró el menor con un tono de amargura mezclado con sarcasmo.

—Sí, ¿verdad?—Liam sonrió aunque fue una sonrisa forzada.

No quería sonreír precisamente, quería gritar y reprocharle sobre por qué se consigue a otra persona que le enseñe. Uno de su edad, además.

La sangre le hervía, quería...Quería...No sabía que quería. Pero que ese estúpido niñato le enseñase no.

El coche volvió a tornarse silencioso, solo se oía sus respiraciones y algún que otro insulto cuando le pillaba las rojas a Liam.

Cuando finalmente llegaron al edificio, Rubén no pudo evitar sentirse asombrado.

Nunca había visitado donde vivía Liam, ni tampoco había visto fotos, pero por el exterior del lugar se veía que era bastante costoso y grande.

Liam miró de reojo al menor, sonrió internamente al ver su expresión. Se dirigió al aparcamiento.

Liam aparcó y salió del coche, se aseguró que el menor saliera para cerrar el coche. Se dirigió al ascensor sin decir nada con Rubén siguiéndole. El mayor dio al botón de planta "8". Ambos se quedaron, en el amplio ascensor, en silencio, incomodando el ambiente. El espejo no ayudaba para nada.

Rubén se miró, tenía el entrecejo medio junto, decidió relajarlo. Sus labios estaban rosados pero algo resecos así que se pasó la lengua por ellos. Desvió un poco la vista -aún viendo por el espejo- para ver a Liam, este estaba apoyado en la pared del ascensor mientras miraba atento el movimiento de la lengua del menor.

Al darse cuenta de que había sido descubierto, miró a los ojos a Rubén para luego mirar a otro sitio. Su corazón se detuvo al chocar las miradas a través del espejo. Agradeció que llegaran a la planta correspondiente.

El pasillo era realmente hermoso, era blanco con puertas negras con franjas doradas. El suelo era igual de blanco con líneas negras. Liam caminó hasta la puerta "476", abrió la puerta y entró.

—Cierra.—Siguió hasta el salón.

Rubén hizo lo que le dijeron pero al mirar alrededor trató de que la mandíbula no le llegara al suelo.

—¿Quieres algo de comer?—Liam se dirigió a la cocina.

—Nop, estoy bien. ¿Por qué me has traído? ¿Por qué querías que saliera contigo?

Liam sacó una bebida de la nevera, y se giró a ver al menor.

—Te lo dije en el instituto: Tenemos que hablar.

Rubén rodó los ojos y volvió al salón.

Liam abrió la lata y lo siguió suspirando.

—Te debo una disculpa.—Liam bebió un poco del refresco y lo dejó en el reposabrazos del sofá, luego prosiguió a quitarse la chaqueta del traje. Se dobló las mangas, dejando ver sus antebrazos.

—¿Por?—Rubén tuvo el atrevimiento de sentarse en ese fabuloso sofá. Aunque lo hizo con miedo, parecía demasiado bonito, temía mancharlo...o dañarlo.

—Ya sabes por qué.—Liam miró al chico, y también se sentó.

—Mm-hm.—Se encogió de hombros sin mirarlo.

—Me han dicho que has estado triste.—Liam cogió de nuevo la lata y tomó un sorbo.

Rubén posó su mirada en él.

—Eso es mentira.—Intentó no sonrojarse de la vergüenza. Mataría a Mateo.

—Sé que estuvo mal irme así, en plenos estudios.—Prosiguió.

Rubén no dijo nada.

—Pero en mi opinión creo que fue lo mejor...—Liam miró su lata.—Las cosas se iban poniendo...¿Raras?

Rubén se percató por donde iban lo tiros.

—Da igual. No importa, ya pasó, yo entiendo, enserio.—Lo detuvo, no quería hablar del tema, cada que pensaba en ello sentía un dolor en el pecho que no se iba.

Liam volvió su vista al joven. La sangre que se había enfriado volvió a ponerse caliente.

—Claro. Ya sé que te da igual. Tan poco te importa que has conseguido un sustituto para mi.—Soltó sin analizarlo.

—¿Sustituto?—Rubén se Rió.—Sian no es un sustituto, es solo un amigo que quiere ayudarme con algunas cosas. No creo que mis padres lo acepten como tutor personal para mi, de todos modos. Aún si él me ayuda, seguro contratarán alguien más también.

—Con que Sian.—Murmuró para sí mismo.

—¿Solo has escuchado eso?—Rubén empezaba a pensar que Liam estaba celoso.

Eso no podía ser. ¿Cierto?

—¿Quieres que él te enseñe lo que no sabes?

Rubén observó cómo los ojos de Liam parecían soltar algo de furia con tristeza.

—No estaría mal. No lo conozco mucho, pero sé que es el más listo del curso.

—¿No lo conoces y quieres que te enseñe?

—A ti tampoco te conocía bien, solo eras un miembro de la familia pero no cercano a mi.—Comentó.

Liam apretó la lata.

—¿Crees que será igual?

Rubén solo asintió.

—¿Enserio? ¿Crees que él hará lo mismo que yo? ¿Enseñar igual de bien?—Liam se acercó al menor, quería intimidarlo.

—Definitivamente no tiene tantos conocimientos de enseñanza y aprendizaje que tú, pero será bueno.

—¿Entonces dices que será igual de bueno que yo?—Ahora la distancia era mínima.

Se podría decir que le hablaba a su oído.

—¿Puedes apartarte? Invades mi espacio personal.—Intentó alejarse, moviéndose en el sofá. Pero Liam lo detuvo.

—¿También ese niño hará esto?—Dijo antes de cogerle el mentón al menor, para hacer que lo mirase.

—¿Incomodarme? Espero que no.

Liam sonrió, haciendo que el estómago de Rubén se retorciera.

—Exactamente, ¿será capaz de ponerte nervioso? ¿De sonrojarte? ¿De hacerte querer huir?... ¿De hacer esto?—Preguntó sin esperar respuesta pues estampó sus labios con el de menor.

No estaba pensando, simplemente la rabia y la impotencia -y los celos- lo nublaban. No había nadie más que él. Liam se encargaría de que Rubén lo recordara.

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Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora