~Capítulo 40~

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El pecoso al día siguiente al entrar al instituto buscó a Sian con la mirada.

—¿A quién buscas?—Mateo observó como los ojos verdes de su reflejo, Rubén, buscaban entre la multitud.

El moreno lo miró.

—A un amigo.

—Que orgulloso estoy.—Le removió el pelo.

Mateo sabía que Rubén no era un marginado social, tenía compañeros con quienes hablaba, pero no eran considerados amigos. Rubén no necesitaba tener amigos, no los buscaba ni los mantenía. Así que al ver ahora a su hermano buscar a un amigo para hablar o estar con él, es nuevo. Sin contar que era genial.

Rubén lo miró mal.

—Que lo digo enserio, hombre.—Caminó hacia atrás sonriendo.

Rubén le sacó el dedo.

Mateo negó, saludó a su grupo de amigos pero no se unió a ellos. Caminó directamente a su clase.

Él amaba a su hermano, pero le encantaba molestarlo. Si tan solo Rubén supiera que el de ojos azules cuidaba de él...

Posiblemente Rubén saliera primero al nacer, lo que se podría considerar "el menor", pero sólo esa pequeña diferencia de tiempo hacía a Mateo considerarse y se sentirse el mayor.

Seguramente Rubén creía que su gemelo lo odiaba, tal vez mutuamente. Pero estaba plenamente equivocado. Mateo adoraba a su reflejo. Y definitivamente Nadie se metería con su hermanito, más que él, claro.

Lo defendería, porque su hermanito era lo único que le quedaría si sus padres se van algún día. Los hermanos deben apoyarse y cuidarse mutuamente.

No permitiría que le hiciesen daño.

Cuando entró a su clase vio a un rubio en traje sacando cuadernos y reorganizando hojas en la mesa del profesor.

Tu incluido.—Mateo murmuró al percatarse. Se fue a sentar al fondo.

—¿Perdón?—Dijo el hombre aún sin levantar la mirada.

—Nada.—Sonrió esperando a que lo mirase.

Liam levantó su vista al reconocer la voz. Se asustó por instante, pensó que era Rubén. Malditos gemelos. Los ojos y las pecas no se distinguían a los metros que los separaban.

La diferencia a la distancia era que su Rubén no solía sonreír tan pícara y desvergonzadamente. Esa y que, en sí, Rubén no tenía las clases que daba Liam.

—Mateo.—Suspiró.—Al parecer no me libraré de ti.

Mateo negó.

Mateo amaba también a Liam. Era su tío favorito. Podría jurar que era el sobrino preferido del mayor.

Le gustaba ver como su hermano sonreía cuando estaba con él, pero le molestaba que Rubén estuviera triste a causa de Liam.

Intuía que algo sospechoso había entre ellos, lo aceptaba hasta el punto de la felicidad de su hermano, pero no toleraría que le hiciese daño.

No tenía pruebas de algo concreto entre ellos, tal vez era paranoia, pero lo confirmaría.

De repente se le había ocurrido una idea. Seguramente una terrible idea que podría salir muy mal, pero que aclararía algunas cosas.

(...)

Rubén observó como su hermano se perdía por los pasillos y siguió buscando a su compañero.

Sian llegó por detrás y lo asustó.

Rubén se sobresaltó y se giró.

—Aquí estás.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora