~Capítulo 42~

12.2K 883 211
                                    

Cuando Mateo empujó ligeramente a Rubén para entrar primero en casa, este lo miró mal. Lucas estaba seguro que únicamente no lo miraba así de mal solo por haberlo apartado para pasar.

—¿Todo bien?—Preguntó, poniendo una mano sobre su hombro.

Rubén miró de reojo a su padre. Asintió simplemente.

Sabía que no debía mirar con tanto desprecio a su hermano, él no tenía la culpa del sentimiento odioso y posesivo que sentía dentro. Pero desde que aceptó para sí mismo que estaba celoso, no dejaba de controlar y analizar cada movimiento de su hermano. No sabía exactamente qué conseguía o qué sacaba de todo ello, pero no podía evitarlo.

Observó como su hermano gemelo se dirigía donde su padre Darío y le daba un beso de saludo. Darío le sonrió y le dijo algo mientras Mateo se iba a la cocina, luego puso su mirada en él.

—¿Qué tal el insti?—Dijo apagando su tablet y sacándose las gafas.

Lucas que estaba por detrás del menor adelantó el paso y se dirigió donde su marido para besarlo.

Rubén rodó los ojos.

—Normal.—Contestó y se fue escaleras arriba.

—¿Qué le pasa?—Darío se acurrucó en los brazos de su pecoso.

—Le pregunté y dijo que estaba bien, pero ya sabes cómo es.—Le besó en la sien antes de hacer una mueca.

—Luego hablo con él.—Acarició el brazo que le rodeaba.—Dentro de poco vendrá Mike.—Miró su reloj.

—¿Deberíamos decírselo luego de que él se vaya?—Su sonrisa era contagiosa, ya que hizo que Darío sonriera también.

—Creo que sí, así estaremos solo en familia.

—¿Cómo crees que reaccionarán?

—Espero que bien.—Entrelazó su mano con la del pecoso.

Suspiró.

Unos minutos después el timbre sonó, interrumpiendo el silencio acogedor que se había formado en el ambiente. Darío soltó un quejido cuando Lucas se levantó para abrir.

—¡Aún no debería venir!—Se quejó Darío, tumbándose perezosamente en el sofá y abrazando un cojín.

Lucas frunció el ceño. Aun quedaba unos 40 minutos para que Mike llegara.

Al abrir la puerta se encontró con unos ojos Miel mirándole divertidos.

—¿Liam?

Desde el salón, Darío puso los ojos en blanco.

(N/a: Como Rubén Uh)

—¿Qué haces aquí?

—Y yo que esperaba que mi querido Darío me recibiera tan cariñosamente echándome su mirada amorosa y caliente.—Su tono era burlón.

Darío trató de no insultarlo.

Lucas soltó una risita.

—Pasa, anda.

—¡Darío! Amor, estoy cansado después de un largo día de trabajo, dame mimitos.—Hizo una pésima interpretación de Lucas cuando llegaba del trabajo.

—Aún no me acostumbro a tus hilarantes comentarios.

—¡Tenemos toda una vida para que lo hagas!—Liam se sentó en el sofá.

—¿Qué te trae por aquí?—Volvió a preguntar Lucas.

—Pasaba por aquí y decidí visitaros. Ver a mis queridos amigos.

Claro que sí. Pensó Darío.

—¿Y los chicos?—Y Ben. Preguntó mirando las escaleras.

Darío se incorporó.

—Mateo haciéndose algo para comer y Rubén arriba, en su habitación.

Alarmó un poco a Liam. Tenía que preguntar.

—¿Y qué hace? ¿Está con el nuevo profesor...? ¿O...?—Trató de sonar casual. Fracasó.

Mateo entró en escena mordiendo un sándwich que había preparado.

—Tranquilo, Tío Liam, el nuevo profesor super-inteligente llegará luego.—Se dirigió a las escaleras.—Y para que te quedes más tranquilo, no es ninguna competencia para ti.—Le sonrió para después irse.

Liam se tensó. Pequeño mocoso. Mateo no era estúpido, obviamente se había dado cuenta de que algo pasaba entre él y Rubén. Esa sonrisa final que le había ofrecido no era para nada amable y simpática, solo una desafiante y maliciosa.

—Tranquilo, Liam. Él absolutamente no es competencia para ti.—Rió Lucas.

Liam lo miró, ¿ah?

—Tu después de todo eres un sabelotodo, él no enseñará tan bien como tú.

El rubio entendió que se refería a enseñar, no a lo otro. ¡Pues claro! Que idiota era a veces.

—O como tú, Lucas.—Darío sonrió a su esposo pícaramente y le guiñó un ojo.

Liam miró del moreno al pelinegro. Este último se había sonrojado levemente. ¿Mmm?

(N/a: espero que hayáis entendido la referencia )

Un tiempo después de hablar el timbre volvió a sonar. Lucas se dispuso a levantarse pero Liam hizo un amago de que se quedase quieto.

—¡Voy yo!—El rubio se levantó y se dirigió a la puerta. La abrió.

—Buenas tardes, soy Mike, el de las clases particulares.

Liam trató de no hacer una mueca. El tipo había sonreído mostrando sus hoyuelos, uno en cada lado de sus mejillas. Sus ojos eran marrones oscuros al igual que su pelo ondulado y más o menos largo. Era alto, más o menos -por no decir exacta- la estatura de Liam.

—Pasa.—Dijo tratando no ser hostil.—Los que te contrataron porque no quedaba de otra están en el salón, suplente.—Lo último lo susurró cuando el chico pasó a su lado.

Mike frunció el ceño ligeramente pero se dirigió a donde los padres de la familia.

Liam cerró la puerta, escuchó un crujido y se dio la vuelta. Mateo bajaba las escaleras.

Le alzó las cejas contendiendo una sonrisa.

Mateo y Liam caminaron juntos al salón, quedándose en el marco de la puerta. Observaron como Lucas y Darío caían cautivados por esa sonrisa con hoyuelos.

—Al final si va a ser una competencia.—Mateo le dio un codazo cariñoso.

Liam frunció los labios. Quería subir arriba y ser él quien estuviera con Rubén unas horas enseñándole. Tal vez...Podría...Después. Ahora no.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora