~Capítulo 30~

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Cuando Rubén se bajó del coche de su padre miró mal al edificio. El instituto.

Un golpe en la nuca hizo que cambiara la cara y se girara.

—¡Te buen día, hermanito!—Mateo le sonreía mientras se iba con su grupito.

Rubén bufó y caminó a la entrada.

Él no era de tener muchos amigos, apenas tenía unos cuantos, los cuales se podían contar con una mano. Él en verdad no se parecía a su hermano, Mateo era el popular de los dos.

¿Por qué no podían ser como esas series en la que si son gemelos o gemelas, ambos/as son populares e iguales en todo? Aquí no ocurría eso.

Cuando subió a su clase no había casi nadie, total, él y unos cuantos alumnos que-no-querían-llegar-tarde solo eran los primeros.

Se sentó en su sitio, Sacó su teléfono y comenzó a jugar a lo que sea.

Mientras pasaban los minutos sus compañeros iban entrando, algunos le saludaban -dado que su sitio estaba al lado de la puerta- y este les devolvía el gesto.

—Hey, ¿qué tal?

Rubén levantó la mirada del aparato para ver a su amigo. Zach, que se sentó detrás de él.

—Hola. Con sueño.

—¿Hiciste los deberes?

Rubén frunció el ceño.

Oh mierda.

—Dime que tú sí.—Rogó.

Su amigo pelinegro negó.

Rubén intentaba no pensar en Liam. En serio lo hacía, pero en ocasiones como estas es que él venía a su mente. Si ese idiota hubiera seguido dándole clases de seguro hubiese hecho los deberes y no estaría asustado por una falta grave.

—¿Nos da tiempo a hacerlo ahora? Antes de que llegue.

—¿Un comentario de texto de historia? Difícil. Ya sabes que hay que analizarlo bien, dar detalles, y esas cosas.

—¿Se lo pedimos a alguien?

Zach Rió.

—Nadie hace los deberes, Ben.

Cuando Rubén fue a sacar el estuche y una hoja para intentar escribir más que sea un párrafo, la profesora entró al aula.

Los alumnos se fueron callando de poco en poco y se levantaron.

—Podéis sentaros.—Dijo la historiadora.

La mujer sacó un cuaderno y empezó a pasar por las mesas una a una pidiendo los deberes.

—Oh, joder.—Murmuró Ben para sí mismo.

Ya llevaba dos faltas "sin deberes", si obtenía una tercera le mandarían un correo a sus padres. No le apetecía para nada eso, aquello podría arruinar sus planes de demostrar que no necesita a nadie para ayudarlo.

—¿Es enserio?—Regañó la profesora deteniéndose y mirando a la clase entera.—¿De momento nadie ha hecho los deberes? ¿Para qué me molesto en mandaros ejercicios si no vais a aprovechar y hacerlos? ¡Esto cuenta nota!—Gritó.

—¡Yo los tengo, profe!—Gritó el idiota de clase quitándole el cuaderno al chico que hacía los deberes siempre.

—Eso es mío.—Intentó gritárselo pero salió como un murmullo.

—Eso es mentira. Mire.—El chico se levantó caminando hacia la profe y el dueño de los deberes también intentando quitárselos.

—¡No os he dado permiso para poneros de pie!—Ambos chicos se detuvieron al ser reprendidos.

—¡Dame!—El chico intentó alcanzar su cuaderno pero el idiota se giró.

—¿Perdona?—Intentó zafarse del agarre pero el chico se aferró más intentado conseguir sus deberes.—Quítate.—Soltó empujándolo fuertemente.

El chico cayó haciéndose daño en la espalda con la mesa de una compañera.

—¿Estás bien?—Dijo la chica.

—¡Ryan!—La profesora se acercó.—¿¡Qué haces!? ¡Vete ahora mismo al despacho del director! ¿Te encuentras bien, Sian?—Se agachó a verlo.

—Sí...Solo Me duele la espalda.

La señora miró y visualizó a Ben.

—Rubén, acompáñalo a la enfermería. Por favor.

Ben asintió.

Un día normal en el instituto.

Juguemos a ser heteros (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora