Tony siempre veía llegar a sus compañeros de clases mientras esperaba en uno de los columpios, siempre había estado solo, nadie era lo suficiente intelectual para comprender su lenguaje de ciencia, un día sin pensarlo un niño se acerco a él, jamás lo había visto durante el preescolar, no que él recuerde pues él siempre era de los que observaba la puerta de entrada y no por que quería escapar, no para nada.
No lo vio a la cara, solo pudo notar esas hermosas y resplandecientes botas, subió lentamente su cara pero antes de poder ver el rostro del niño este ya había salido corriendo tras su madre.
—¡Steve cariño, ven quiero presentarte a la señorita warren!
—que feo nombre—había susurrado Tony.
Suspiro y se dirigió a su salón de clases, toda estaba tranquilo, hoy era día de talleres, el obviamente se había inscrito en el taller de mecánica, amaba los pequeños robots que fabricaba.
Unas botas rojas que conocía bien logró captar su atención, fue siguiendo hasta donde se dirigían y llegaron hasta el, tal vez esta vez si podría verle el rostro o eso pensó por que él niño de nuevo se había alejado. Volteó decepcionado a su trabajo, en su mesa había un papelito.
Eres un niño muy bonito, me agradas.
Volteó su rostro buscando aquel niño de las botas rojas, pero no lo vio por ningún lado. Dobló el papelito y lo guardo en su bolsillo, una pequeña sonrisa escapó de sus labios.
El timbre había sonado, era hora del receso, Tony salió corriendo buscando aquel niño por todo el jardín, fijo su mirada al suelo.
—¡lo encontré!—ahí estaba, ahí estaba el niño de las botas rojas.
Estaba saltando en los charcos de agua, lastima que él odiaba ensuciarse, pero haría un pequeño sacrificio por ese niño.
De nuevo se acercó hacia el, aquel niño llevaba puesto el gorro de su suéter, tocó su hombro y este llevaba una máscara, Tony frunció su ceño ¡yo quería ver su cara! Steve lo miro curioso y ladeó su cabeza.
—¡salta conmigo!—grito el niño mientras lo tomaba de las manos.
—pero yo no tengo unas—apunto a sus botas—además me voy a ensuciar.
El niño lo miró y sonrió, entonces lo vio, se quitó sus botas y se las tendió a la mano.
—¡pero la maestra me va a regañar!—dijo Tony exaltado.
—¡pero tú querías unas!—grito Steve—toma las mías.
—¡No!
Steve ladeó el rostro, Tony se soltó de sus manos ya irritado.
—mejor juguemos en los columpios—sonrió—son mis favoritos.
—¿está bien si yo te doy puche?—dijo emocionado.