12. Estocolmo

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Desperté asustada al escuchar gritos provenientes de la habitación contigua a la nuestra, me giré para ver a Tokio con una almohada sobre su cabeza mientras maldecía por lo bajo, una sonrisa apareció en mis labios cuando la escuché rezar para que Denver y Estocolmo dejaran de gritar.

—¿Mala noche? —Me levanté para meterme entre las cobijas de Tokio.

—Esos dos llevan gritándose por al menos media hora, si no cierran la boca voy a salir y... —Tokio empezó a amenazar mirando a la pared que conectaba nuestra habitación con la de ellos.

—Wow, wow, wow, bájale a tus humos —Traté de calmarla, antes de que ella pudiera contestar escuchamos la puerta de una habitación ser abierta. Las dos nos levantamos para salir al pasillo encontrándonos con Nairobi, Estocolmo y Denver parados en medio de este.

—Mónica, Mónica por favor, no me has entendido bien —Denver habló en tono de súplica.

—¡Se te ha entendido todo, antiguo, que eres un antiguo!¡Vuelve a la cama! — Nairobi se metió en la pelea, Tokio y yo nos miramos sin entender que estaba pasando.

—¡Que no estoy hablando contigo! —Denver se defendió dándole una mala mirada.

—¡No le grites a Nairobi! —Intervine al ver la mirada que le estaba lazando a mi amiga.

—¡A la cueva! —Nairobi gritó enojada.

—¿Qué pasa, chicas? ¿Qué está pasando? —Palermo salió de su habitación amarrándose una bata.

—Aquí, hasta el coño del patriarcado hijo —Nairobi contestó.

—¿El patriarcado? Viejo paradigma y sus múltiples machismos... —Helsinki salió de la habitación mientras el argentino hablaba—. Vamos a hablar de ello, ¿sabés cuál es el verdadero patriarcado? —preguntó Palermo.

—¿Cuál? —contesté inocentemente mientras me giraba a mirarlo.

—¡El que tengo acá colgado! —Se tocó su paquete mientras hablaba—. ¿Qué carajo les pasa? Son las tres de la mañana —gritó mientras yo trataba de borrar de mi memoria la escena que había visto hace unos segundos.

—¡Tú te relajas! —Tokio le gritó devuelta.

—¡Andá a lavar los platos Nairobi! —Palermo siguió gritando.

—¡Tú no eres machista, tú eres gilipollas! —Nairobi le lanzó su pantufla haciéndome reír—. ¡A tu cuarto!¡A contarte los pelos de los huevos! —Para ese momento todos ya estaban fuera de sus habitaciones viendo la discusión—. Yo y mi polla, mi polla y yo... —Nairobi se siguió burlando hasta que escuchamos aplausos que provenían del profesor, todos guardamos silencio y volteamos a verlo con algo de pena.

—¿Sabéis qué hora es? —Nos señaló su reloj.

—En realidad... —Iba a contestar hasta que Tokio me pegó un codazo en el estómago que me dejó sin aire.

—Son las tres de la mañana y a primera hora tenemos prácticas con lanza térmica a tres mil quinientos ochenta grados centígrados —Todos lo miramos sin saber que decir—. Yo creo que deberíais estar descansados —Nuevamente nos quedamos parados sin pronunciar palabra alguna—. A la cama —Nos ordenó como si fuéramos niños, todos empezaron a entrar a sus habitaciones menos Denver, Tokio, Nairobi, Estocolmo y yo.

—Mónica, por favor, entra —Denver le ordenó haciendo que levantara mis cejas sorprendida por la manera en que le estaba hablando.

—Disculpe, profesor, es que hemos tenido una discusión de pareja —Mónica se excusó—. Bueno, yo iba a dormir con Tokio y Colonia —Finalizó entrando a nuestra habitación sin molestarse en mirar a su esposo.

—Ahora sí que la cagaste —hablé hacia Denver antes de seguir a las dos chicas—. ¿Qué pasó allá afuera? —pregunté apenas escuché la puerta ser cerrada por Tokio.

—Que Denver quiere que me quede aquí mientras vosotros vais y arriesgáis vuestras vidas —Explicó.

—Pero vamos, que todos ya habíamos hablado de eso —Tokio se tiró a la cama mientras hablaba.

—Bueno, seguro ha de tener sus razones —Me acomodé en mi cama palmeando mi costado para que la rubia se recostara allí.

—Es que no sé, parece que no fuera el —Mónica comenzó a lagrimear mientras se sentaba junto a mí.

—Debe ser por la presión —La abracé tratando de reconfortarla—. Denver siempre ha sido una persona calmada, lo mejor es que hablen cuando ambos estén más relajados —Me separé del abrazo para recostarme.

—Gracias —Mónica nos miró con pena mientras hablaba—. Por aguantar estas cosas a las tres de la madrugada —Rio secándose las lágrimas.

—¡Tía que para eso estamos las amigas! —Tokio contestó con una sonrisa.

—¡Mañana nos pegamos una borrachera que vas a ver que se te olvidan Denver y todos tus problemas! —Agregué mientras reía.

—¡Colonia dejá de joder! —Escuché a Palermo gritar desde su habitación.

—¡La puta que te parió Palermo! —grité de vuelta.

—¡Callaos los dos! —El profesor gritó cansado de las discusiones.

—Por eso prefiero a las mujeres antes que a los hombres —Le susurré a Mónica antes de darme la vuelta dispuesta a dormir.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora