02. Río

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Finalmente habíamos logrado salir de la fábrica de moneda y timbre, no podía creer que esa pesadilla por fin había acabado y que podría vivir la vida tranquila que siempre habíamos soñado con Río, sin embargo, no me sentía del todo feliz, pues no podía dejar de sentir culpa al dejar que Berlín nos salvara la vida.

El profesor llegó a mi lado con la preocupación brotando por cada uno de sus poros, supuse que iba a preguntarme por Berlín, pues yo había sido la última en cruzar el túnel junto a Helsinki. Hasta el último minuto me había negado a dejarlo morir por todos nosotros, pero él al ver que me negaba a perder otro miembro de la banda obligó a Helsinki a que me llevara a rastras por el túnel que conducía a nuestra libertad.

—Seúl, ¿dónde está Berlín? —El profesor preguntó con voz apagada, al ver que no pude emitir una sola palabra su rostro comenzó a palidecer, ni siquiera noté cuando de mis ojos empezaron a brotar unas cuantas lágrimas.

—De verdad lo siento profesor —No sé de dónde saqué fuerzas para susurrarle aquellas palabras que iniciaron un sin fin de lamentos por parte del profesor.

Me aleja de él pata escuchar a lo lejos como el profesor hablaba con Andrés, pues el desespero había podido con él y terminó revelando el nombre de Berlín y la relación familiar que habían ocultado durante todo el atraco. De repente toda la conversación se tornó agresiva y Berlín sólo le gritaba a Helsinki que explotara el túnel, el profesor intentó detenerlo, pero poco a poco dejó de luchar para empezar a llorar por la pérdida de su hermano.

No pude resistir y dejé que un mar de lágrimas escurrieran por mi rostro mientras algunos sollozos escapaban de mis labios, Río, quien estaba tan ocupado cambiándose por su look de skater, ni siquiera noto que ya había cruzado el túnel, se giró rápidamente al escuchar el ruido de mis lloriqueos junto a los del profesor. Al darse la vuelta y ver que era yo quien lloraba se encaminó hacia mí rápidamente.

—Seúl, preciosa, ¿qué pasa? ¿por qué estas así? Por fin somos libres —susurró mientras me abrazaba cuidadosamente, como si fuese algo tan delicado que con un simple toque estaría destrozado.

—Lo dejé Río, dejé que Berlín se quedara a enfrentar a todos esos gilipollas solo —contesté tratando de ignorar el nudo que se formaba en mi garganta.

—No es tu culpa, sabes que nunca hubieras podido convencer a Berlín de venir con nosotros, era algo que ya tenía decidido cuando vio el caos que se nos venía encima, tu misma me dijiste que lo viste sin esperanzas estas últimas horas —Se separó de mi lentamente antes de limpiar mis lágrimas con sus pulgares para dejar finalmente sus manos acunando mi rostro.

—Ya lo sé, pero creí que podríamos salir juntos de esto... No quiero perder a nadie más Río, no quiero perderte —susurré las últimas palabras mientras lo veía fijamente a los ojos, reflejando lo mucho que lo amaba y lo necesitaba conmigo por el mayor tiempo que nos fuese posible.

—Te juro por lo más preciado que tengo en mi vida, que eres tú —susurró acercándose a mi rostro con una sonrisa—. Que nunca vas a perderme, vas a tenerme pegado a ti como una garrapata —Sonreí ante sus últimas palabras para finalmente besarlo queriendo transmitirle lo mucho que apreciaba que estuviera conmigo—. Ahora anda a cambiarte, es hora de darnos un poquito de felicidad, que nos la merecemos coño —Río habló al separarnos tratando de sacarme una sonrisa.

Me alejé de él para deshacerme de mi mono y mi careta antes de cambiarme por un vestido negro elegante pero a la vez casual y un par de tenis blancos; En mi cabeza posicioné una diadema con unas cuantas perlas diminutas y tomé unos lentes bastante extravagantes. Cuando estuve lista me aseguré de que mi cabello estuviera bien colocado y después de revisar una vez más mis ojos rojos, debido al llanto, me giré buscando con mi mirada a Río, al divisarlo junto a Denver caminé hacia ellos dispuesta a continuar con el plan.

—Pero vamos, que bien te sienta ese vestido cerebrito —Denver habló viéndome de pies a cabeza por lo que me limité a darle una pequeña sonrisa avergonzada—. Uy, que ya veo la mirada que me estás echando, que es toda tuya —Denver habló defendiéndose ante la mirada de Río mientras se alejaba y reía.

Sin poder evitarlo solté una pequeña risa mientras tomaba la mano de Río, asegurándome de entrelazar nuestros dedos para después dejar un pequeño beso en su mejilla. Tokio apareció frente a nosotros al poco tiempo para avisarnos que ya era hora de salir, solté lentamente la mano de Río y me posicioné frente a él dejando salir un suspiro de mis labios.

—Ya te dije que vamos a estar bien, no pongas esa cara, te prometo que... —Río empezó a hablar tratando de darme ánimos.

—No es por eso, es que este look te sienta muy bien —Lo interrumpí mientras le sonreía mostrando una chispa de picardía en mi mirada—. Pero puedo recordarte lo guapo que te ves cuando ya estemos en el bote, así que nos vemos en un rato cielo —Le di un pequeño beso para girarme dispuesta a esperar mi salida junto a Nairobi.

Cuando giré para ver la puerta de salida Río plasmó una sonrisa traviesa en sus labios mientras me miraba, sin pensarlo dos veces caminó hacia mí para tomarme fuertemente de la cintura.

—Que creía que aún no tenías ánimos para darme cumplidos —habló posando su mirada en mis ojos y posteriormente en mis labios.

— ¡Eh, par de tortolitos! ¡Pueden seguir derrochando miel cuando ya no estemos en peligro de que nos metan dos tiros en la cabeza! —Tokio gritó mientras nos miraba esperando a que Río fuera con ella para salir.

—Esto no se queda así, ¿eh? Ya tendré tiempo para ver qué cosas te quedan bien —Río habló mientras soltaba mi cintura lentamente, haciendo amago de irse—. O mejor aún, sin que cosas te has de ver de puta madre —susurró para darse media vuelta y salir junto a Tokio, dejándome sorprendida por la nueva faceta pícara que estaba enseñándome, y logrando además que mis ganas de verlo para empezar nuestra nueva vida desde cero incrementaran aún más.

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