La Casa de Papel - One Shots

40. Arturito/Denver I

El plan finalmente había funcionado, solo teníamos que entregar algunos rehenes para tener de vuelta a Río. Junto a Denver guiamos a los rehenes a la entrada principal y cuando todas las personas salieron pude ver a un joven en traje entrar emocionado, de inmediato Tokio llegó corriendo para lanzarse a los brazos de Río.

—Lo logramos —hablé emocionada junto a Denver quien solo asintió para ir a cerrar la puerta del banco, ignorando lo raro que estaba actuando últimamente decidí seguirlo dándole espacio a Río y a Tokio para su reencuentro.

—Cierren puertas —Denver ordenó, cuando las puertas estuvieron casi cerradas alguien entró saltando, logrando caer de cara al suelo.

—¿Qué mierda? —pregunté asustada al no tener ningún arma encima con la cual defenderme.

—Detrás mío —Denver me tomó por la cintura para ponerse frente a mi apuntando a la persona en el suelo, Helsinki imitó su acción posicionándose junto a él.

—¡No disparen, no disparen! Voy desarmado —rogó la persona en el suelo.

—Este no es... —Dejé mi oración a medio camino cuando el hombre se dio la vuelta revelando su rostro.

—Soy Arturo Román —habló asustado.

—¿Arturito? —Denver preguntó confundido.

—Puta madre—insulté tomándolo del brazo para llevarlo junto a los otros rehenes.

Rápidamente dejé a Arturo con los demás para darle la bienvenida a Río y después de que cada uno lo saludara Tokio se lo llevó para hablar a solas.

—Viena —Nairobi me llamó por lo que caminé hacia ella—. ¿Puedes revisar a Arturo?

—Claro, tenía turno para descansar pero puedo hacerlo —Le sonreí a lo que ella asintió enérgica.

—Ya está en el baño —Me empujó levemente para que caminara hacia aquel lugar.

—Oye Viena —Denver llegó a mi lado rascándose la cabeza, señal de que estaba nervioso—. ¿Podemos hablar?

—Ahora tengo que ir a revisar a Arturo pero cuando salga voy contigo —Acaricié su brazo a la vez que dejaba un beso en su mejilla.

—Ten cuidado con ese gilipollas —Denver me tomó de las mejillas para depositar un beso sobre mis labios, al separarnos cada uno siguió su camino para cumplir con la tarea que teníamos asignada.

Entré al baño con un rifle sobre mi hombro y una bolsa con el mono en mi otra mano, lo primero que divisé al entrar fue a Arturo mirándome sin saber que hacer o decir.

—Venecia, ¿no? —preguntó a lo que rodé mis ojos.

—Ya nos conoces del anterior atraco —contesté dejando la bolsa con el mono encima de una silla—. Soy Viena, ponte aquí enfrente por favor —pedí tratando de ser amable —Arturo siguió mis órdenes parándose frente a mí para que yo empezara a revisarlo—. Súbete la camisa —ordené a lo que el obedeció—. Ahora brazos separados —Acerqué el detector de metales a su cuerpo verificando que todo estuviera bien—. ¿Por qué mierda decidiste entrar? —pregunté curiosa—. Te pudieron haber disparado.

—Da igual, la vida dejó de importarme cuando lo perdí todo —contestó—. Mi exesposa me abandonó y se llevó a los niños, vivo en un apartamento que tiene una cocina en un armario, como latas de atún —Arturo rio mientras comenzaba a revisarlo con mis manos, dejando de lado el detector—. Y las cajas de mudanza siguen a mitad del pasillo, pero... bueno, estoy remontando.

—Las cosas van mejorando Arturito —animé mientras le daba la vuelta.

—Escucha, yo sé que me porté fatal con tu novio y con Mónica, lo reconozco, y no dejo de pensar en Mónica pero no tanto como en ti —confesó girándose abruptamente.