08. Arturito/Matías

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Estaba sentada junto a Amanda, la secretaria del gobernador, pues la mujer había decidido confesar que Arturo Román la había violado, al inicio nadie pareció creerle por lo que le pedí, o más bien sugerí, que se sentara junto a mí y el gobernador. Unos minutos después de haber estado sentados Arturo se acercó a nosotros, posando su mirada en mí, tomándose el atrevimiento de mirarme de arriba abajo sin ningún descaro.

—Escucha Amanda, eso que has hecho antes, eso de verter acusaciones infundadas sobre mi porque... —Arturo empezó a hablar de una manera no muy agradable hacia la mujer.

—Que no quiero escucharle más, no quiero tenerle cerca —Amanda lo interrumpió mientras intentaba apartarse del hombre tanto como podía.

—Ya, pues va —Arturo comenzó a hablar de nuevo.

—¿No la está oyendo? Que la deje en paz don Arturo, no me haga sacarlo de aquí a empujones porque no le va a hacer daño —Uno de los trabajadores de sistemas, que podía reconocer como Miguel, intentó apartarlo de Amanda.

—¡¿Qué coño haces?! —Arturo le gritó soltándose de su agarre, Matías se alertó de inmediato por lo que se dio la vuelta para verificar que sucedía.

—¡Todos callados ya! —Matías gritó dándome una mirada de reojo, me encogí de hombros dándole a entender que no sucedía nada demasiado importante.

—Usted es indeseable, me da pena —El gobernador decidió irrumpir en la discusión acercándose al rostro de Arturo.

—¿Usted me llama a mi indeseable? Usted banquero, marioneta del sistema y del capitalismo —Arturo se levantó sin importarle nada—. ¿Usted me va a dar a mí una lección de ética? Que no ha tenido los huevos suficientes para dar la cara por sus trabajadores y enfrentarse a los terroristas —Su comportamiento me estaba cansando por lo que me coloqué de pie.

Antes de siquiera llegar a dar un paso hacia el hombre vi por el rabillo del ojo como Matías venía a toda velocidad hacia Arturo, cuando estuvo frente a él lo apuntó con su pistola antes de hablar.

—¡Ya! —Matías gritó dándome un leve asentimiento para que volviera a mi lugar junto al gobernador, en su pequeño descuido Arturo logró quitarle el arma.

—¡Al suelo! Las manos donde las vea, detrás de la cabeza ¡Venga! —Amenazó apuntando a Matías—. Todos de pie, os voy a sacar a todos de aquí, os lo prometo a todos —Arturo habló como si fuera un héroe, rodé los ojos mientras metía mi mano cuidadosamente dentro del mono para recargar el arma que tenía escondida—. ¡Esa es la diferencia entre usted y yo gobernador, yo he venido aquí a salvar a toda esta gente, a ser un héroe mientras usted se mea en los pantalones! —gritó hacia el gobernador.

—Arturo Román —llamé mientras levantaba mi pistola para apuntarlo a la cabeza—. Vas a dejar ese G36 en el suelo en los próximos... —Llevé mi dedo índice a mi labio inferior como si estuviera pensando.

—Cinco segundos —Terminó por mi Manila, quien se había puesto de pie sin ninguna arma a la vista—. Que si tienes que dispararle, adelante —Me alentó simulando ser una rehén.

—¿Pero ustedes quien coño son? Si se puede saber —Arturo se dio la vuelta decidiendo a quien apuntar.

—Lima, agente infiltrada de la banda, a su servicio —Hice una reverencia burlándome de él.

—Pues mira Lima —Pronunció mi nombre con tono agresivo—. No me creo una mierda, aparte esa pistola es de las que nos dan de mentira, a mí no me engañas.

—Te quedan dos segundos, deja el arma en el suelo —Manila advirtió.

—Y reza para que no sea verdad que has abusado de Amanda —agregué aumentando el volumen de mi voz.

—Me estás tocando los cojones bonita —contestó dejando el cañón de su pistola en mi dirección—. Y estoy empezando a perder la paciencia.

—Uno —Manila terminó de contar a la vez que yo le disparaba a Arturo en la pierna, Manila soltó un pequeño grito de sorpresa fingido para hacer todo más creíble, Arturo por su parte se quejó al caer al suelo de rodillas por lo que aproveché que había soltado el arma para patearla hacia Matías.

—Yo no abusé de ella —Lloriqueó—. Solo le di unas pastillas para la ansiedad, me estoy desangrando —Empezó a sobreactuar tirándose al suelo, Matías se acercó a mí con su pistola en mano dispuesto a dispararle a Arturo si era necesario.

—No se preocupe, tiene orificio de salida, ahí no hay arterias ni nada importante —El gobernador se agachó a revisarle la herida.

— ¡Arturo quedas detenido acusado de violación! —grité con rabia.

—Y te recuerdo que le has ofrecido de esas mismas pastillas a la señorita aquí presente —Matías lo apuntó apretando el agarre de su arma.

—Además le has quitado el arma y apuntado a mi compañero —Disparé cerca suyo haciendo que saltara del susto.

—Baboso de mierda —Manila escupió antes de volverse a sentar cerca de Amanda mientras yo me paraba junto a Matías para vigilar a los rehenes, al fin y al cabo ya no tenía sentido fingir que seguía siendo parte de ellos.

—Así que compañero —Matías susurró cuando nos alejamos un poco—. Creía que ya estábamos en la siguiente base.

—Bueno, me presentaste como la señorita —Me burlé golpeando su hombro con el mío suavemente—. Pero cálmate, que en el fondo sabes el puesto que ocupas en mi vida, compañero —Le guiñé un ojo antes de alejarme de él, pues no quería que notara el pequeño sonrojo que se esparcía por mis mejillas.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora