53. Helsinki

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Acababa de salir de mi habitación con una bata de dormir sobre mi pijama, en mis manos llevaba mi cepillo de dientes y una pequeña crema que iba a poner sobre mi rostro.

—Al menos ya se acabó este asqueroso día —susurré para mí misma mientras colocaba la pasta de dientes sobre mi cepillo.

—¿Por qué asqueroso? —Escuché la voz de Helsinki detrás mío por lo que salté en mi lugar.

—Joder, que susto que me metiste Helsi —Me llevé una mano al pecho.

—¿Por qué mal día? —Volvió a repetir mirándome.

—Bueno, había dejado una tarta de limón en la nevera y Oslo se la comió —contesté antes de llevarme el cepillo a la boca.

—Oslo comer mucho en guerra —Helsinki contestó aún parado en la puerta.

—¿Cómo fue eso? —pregunté con la voz ahogada por el objeto en mi boca.

—Asqueroso, más asqueroso que tarta de limón perdida —contestó con tono gracioso. Solté una pequeña carcajada antes escupir la crema en el lavabo, terminé de lavar mi boca y me giré para mirar al serbio.

—No sé qué haría si fuera a la guerra, creo que soy bastante probable a morir —confesé cruzándome de brazos.

—¿Por qué eres ladrona? —Helsinki cambió de tema repentinamente.

—Nunca nadie me había preguntado algo tan profundo —bromeé—. La verdad es que no lo sé, supongo que las situaciones difíciles de la vida te llevan a serlo.

—¿Tú tener vida difícil? —preguntó interesado.

—Un poco sí —respondí con una sonrisa ladeada—. Pero ahora no es momento para recordar eso, es momento de descansar —Dejé unas palmaditas en su espalda a modo de despedida.

—¿Tienes familia? —Helsinki siguió con sus preguntas.

—Mira Helsi, no quiero ser grosera —Sonreí tratando de alivianar mis palabras—. Pero no creo que eso sea algo que te incumba, además ya escuchaste al profesor, entre menos cosas personales sepamos de los demás mejor, pero no, no tengo familia.

—Perdón —susurró avergonzado—. Yo prometo ser ahora tu familia Filadelfia —añadió mirándome con una sonrisa.

—Gracias —susurré devolviéndole la sonrisa—. Bueno ya está, a dormir.

Me acerqué a Helsinki y lo abracé para después salir del baño con dirección a mi habitación, cuando iba caminando por el pasillo sentí unas pequeñas cosquillas en mi vientre.

—Yo prometo ser ahora tu familia —Escuché un susurro burlón a mi lado.

—Cállate —hablé enojada para cerrar la puerta de mi habitación en su cara.

—Te gusta el gordito —Escuché la voz de Tokio detrás de la puerta.

—Y a ti te gusta un niño que podría ser tu hijo, abuela —Contraataqué acomodándome en mi cama.

—Eso fue muy bajo incluso para ti —contestó antes de dar un golpe a la puerta como despedida para irse a dormir.

—No me gusta el gordito —susurré para mí misma intentando convencerme de mis palabras, en seguida recosté mi cabeza en la almohada para caer dormida y soñar con un serbio en especial.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora