57. Denver

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—Hola cariño —Saludé a mi novio abrazándolo por detrás.

—Hola —contestó sin ganas.

—¿Qué pasa? —pregunté soltándolo para pararme frente a él.

—Qué se le nota que tiene remordimiento por haber matado a esa rehén —Berlín se metió en nuestra conversación con tono burlón.

—¿Qué? —Miré a Denver con una expresión entre asombro y miedo.

—Viena —Intentó acercarse pero di dos pasos alejándome de él.

—Tú no hiciste eso —Intenté convencerme a mí misma con lágrimas en mis ojos.

—¿No lo hiciste Denver? —Berlín volvió a entrometerse.

—¿Por eso Moscú tuvo el ataque de pánico? —pregunté a Berlín, quién asintió sin borrar la sonrisa de sus labios—. Me dijiste que había sido porque estaba nervioso —susurré hacia Denver.

—Viena, puedo explicarlo —Volvió a acercarse a mí pero negué con la cabeza antes de salir de la habitación y alejarme, necesitaba ordenar mis ideas antes de hablar con él.

—Anda, ve a intentar consolar a tu novia, porque si no, yo voy a hacerlo —Berlín habló hacia Denver con una sonrisa burlona.

—No te atrevas a siquiera respirarle cerca —Denver lo amenazó antes de salir corriendo detrás de mí—. ¡Viena!¡Tenemos que hablar! —gritó tratando de encontrarme.

Después de correr por varios pasillos y no encontrarme Denver se empezó a desesperar, en su cabeza solo se reproducían imágenes de Berlín tratando de acercarse a mí.

—¡Joder! —gritó golpeando la pared que estaba junto a él, cuando se quedó en silencio sobando su mano escuchó algunos sollozos que provenían de una habitación cercana, al acercarse notó que me encontraba en el baño en el que él supuestamente había disparado a Mónica.

Rápidamente caminó hacia allí y cuando abrió la puerta se encontró conmigo viendo el charco de sangre junto a un agujero de bala que él había ocasionado.

—Viena —susurró agachándose junto a mi para envolverme entre sus brazos.

—Tu no... no harías esto —Sollocé apartándome de su pecho levemente para mirarlo—. Dijiste que no ibas a herir a nadie.

—Pero lo hizo, así que ahora te toca asumirlo bonita —Berlín habló desde la puerta del baño. Denver se quedó mirándolo con rabia mientras yo apartaba las lágrimas de mis mejillas y me levantaba con la ayuda del ojiazul.

—¿Cómo pudiste? —pregunté dolida.

—Necesitas un té y descansar un poco, ven conmigo —Berlín se acercó a nosotros para pasar su brazo sobre mis hombros.

—Eh, no la toques —Denver lo apartó de un empujón para ponerse delante de mí.

—Solo estaba intentando ofrecerle algo para que se calme y no termine como tu padre —Berlín habló mirándome a mí, sus ojos no me transmitían ni una pizca de confianza por lo que tomé la mano de Denver entre las mías antes de hablar.

—Estoy bien Berlín, gracias por preocuparte —Hice un intento de sonrisa hacia él—. Pero quiero hablar con Denver, a solas —Berlín asintió con una mueca de disgusto para salir del baño cerrando la puerta detrás suyo.

—Voy a partirle la cara —Denver apretó los dientes mirando hacia la puerta con rabia, luego soltó un suspiro largo antes de hablar—. No es lo que tú piensas —Se giró para tomar mis mejillas entre sus manos.

—Hay un montón de sangre por todos lados, tienes sangre hasta en la cara Denver —susurré acariciando su mejilla, donde se encontraba una mancha de sangre seca.

—Promete que no vas a decir nada, confío en ti más que en nadie y necesito que confíes en mi —suplicó con su mirada llena de temor.

—Vale —Asentí antes de dejar un beso en su mejilla—. Confío en ti.

Sin decir nada Denver me tomó de la mano y después de verificar que Berlín no estuviese cerca me condujo por varios pasillos para ir hacia una de las bóvedas.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunté confundida viendo el pasillo vacío.

—Tú solo confía —Me acarició la mano mientras abría la bóveda con su mano libre.

Cuando la puerta de esta se abrió y las luces se encendieron logré ver algunas manchas de sangre por el suelo, seguí el rastro hasta encontrarme con la secretaria de Arturito en ropa interior y con una de las camisas de Denver puesta.

—Mierda —Solté la mano de Denver para acercarme a la mujer—. ¿Estás bien? —pregunté agachándome a su lado.

—Si, Denver ya me ha curado y todo —contestó para mirar a Denver con una sonrisa.

—Bien —Miré a Denver quien también tenía una sonrisa tonta en sus labios, toqué la frente de la rehén para sentir su temperatura—. Discúlpame —Le susurré antes de levantarme y caminar fuera de la bóveda donde estaba el chico.

—¿Cómo la ves? —preguntó cerrando la puerta detrás suyo.

—¿Le sacaste la bala? —Denver negó ante mí pregunta—. Tenemos que hacerlo cuanto antes.

—¿Está demasiado mal? —preguntó preocupado, en su mirada pude notar un destello de miedo, pero un miedo que nunca había visto en él.

—Si me traes los elementos necesarios puedo sacárselo —Fingí una sonrisa al finalizar de hablar, él simplemente se dio media vuelta para correr a traer las cosas—. La única mierda que me faltaba —Bufé para recargar mi frente contra la puerta de la bóveda, ignoré el dolor en mi pecho, que se produjo a causa de las miradas que se habían lanzado, cuando escuché a la rehén quejarse—. ¿Qué te pasa, estás bien? —pregunté cerrando la puerta detrás mío.

—Me duele —Se quejó por lo que me agaché a su lado para quitar la cinta que Denver le había colocado.

—Denver está trayendo algunas cosas, voy a curarte tan rápido que ni te vas a dar cuenta —contesté intentando ser amable.

—Es un buen chico, ¿no? —preguntó por lo que asentí con una sonrisa—. Parece ser el más sensible de los atracadores, sin ofender —habló rápido sin querer que malinterpretara sus palabras.

—No importa, si lo es —admití sin poder borrar mi sonrisa.

—Me gustan los chicos sensibles —susurró ella a lo que rápidamente me giré a verla. Estuve por decirle algo cuando Moscú abrió la puerta de la bóveda con una manta en sus manos, de inmediato me levanté para acercarme a él.

—¿Todo bien? —preguntó en voz baja mirando a la rehén sobre mi hombro.

—Si —Le sonreí falsamente intentando apartar la idea de que Denver había salvado por algo más que piedad a aquella rehén.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora