80. Profesor

4.2K 273 10
                                    

—Tú puedes hacerlo, solo concéntrate —murmure para mí misma antes de abrir la puerta de la habitación que compartía con Sergio.

Tras entrar cerré la puerta a mis espaldas y empecé a desabrochar mi bata de baño mientras veía al hombre sentado en la cama con la mirada fija en uno de sus cuadernos.

—Te tengo que hablar del protocolo de huida —dijo sin siquiera levantar la mirada.

—Quítate esa pijama de anciano —contesté logrando que levantara la mirada.

Sergio me miró confundido al ver mi vestimenta por lo que abrí mi bata lentamente hasta dejarla caer sobre el suelo, en mis labios se formó una sonrisa traviesa cuando el hombre se quedó con la boca abierta mirando el conjunto de lencería que tenía puesto.

—Chicago yo... Es lindo, quiero decir, el color es lindo —Reí al percibir su nerviosismo mientras negaba con mi cabeza.

—Ya lo sé, tú me ayudaste a elegirlo —respondí con una sonrisa burlona—. Ya quítate eso y déjate llevar —susurré mordiendo mi labio inferior, logrando que él asintiera repetidas veces.

—Pues sí, el protocolo puede esperar —contestó finalmente dejando su libreta sobre la cama y comenzando a desabrochar los botones de su camisa.

—No, no me refería a eso, puedes decírmelo —Me acerqué a pasos cortos hasta quedar frente a él—. Piensa que esto es un tipo de entrenamiento bajo presión —murmuré abriendo su camisa con fuerza, logrando que varios botones cayeran al suelo.

—Muy bien, eh... —Sergio siguió mi juego con una sonrisa tímida—. Punto uno, dispersión —Asentí mientras empezaba a deslizar mis manos por su torso hasta llegar a sus pantalones—. En caso de ser localizados, tenemos el doble de posibilidades si nos separamos y eso lo tendremos que hacer... muy rápido.

—Ya me quedó claro el primer punto, ¿cuál es el segundo? —pregunté después de bajar sus pantalones y boxers dejándolo completamente desnudo frente a mi—. ¿Cuál es el segundo punto profesor? —insistí cuando él titubeó al ver que bajaba la parte inferior de mi lencería.

—Punto dos, si —murmuró atrayéndome hacia su cuerpo y acariciando mis hombros con el fin de tomar los tirantes de mi corpiño—. En las mochilas de emergencia, tendremos que llevar dinero —explicó bajando lentamente los tirantes.

—¿Qué más? —pregunté acomodándome a horcajadas sobre su regazo, quedando un poco más alta que él.

—Una red de camuflaje, una manta térmica, una pistola —Continuó desabrochando mi sostén para posteriormente tirarlo en algún lugar de la habitación.

—Una pistola, eso es interesante —murmuré pegándome a su pecho.

—Si, así es, y agua para sobrevivir un mínimo de setenta y dos... —Sergio cortó sus palabras debido a un gemido que intentó callar cuando me acomodé nuevamente—. Setenta y dos horas —aclaró tomándome de la cintura con delicadeza.

—¿Qué nombre tiene el segundo punto? —pregunté susurrando a centímetros de sus labios.

—Epicentro —susurró de vuelta causándome cosquillas en los labios.

—Que nombre tan conveniente —Me burlé.

—En la mente de todo el mundo, hay una idea grabada, y es que el fugitivo huye, pero nosotros no vamos a huir —explicó sin prestar atención a mi burla—. Nos vamos a quedar ahí, quietos, pase... lo que pase —Asentí con mi cabeza mientras posicionaba mis manos sobre sus hombros y empezaba a moverme sobre él con un poco de su ayuda—. No saldremos de un radio de quinientos metros del lugar donde seamos detectados —Continuó.

—El epicentro —murmuré haciendo que él sonriera.

—El epicentro, muy bien —Asintió acercándose más a mi rostro—. Y estaremos a pocos metros de ellos y no nos verán, siempre y cuando nos ocultemos en los primeros cuatro minutos.

—¿Cómo vamos a escondernos? —pregunté confundida.

—A siete u ocho metros del suelo, en la cima de un árbol —respondió con una sonrisa—. Usaremos la misma técnica de ocultación de los francotiradores, camuflaje perfecto.

—Creo que ya entendí la lección de hoy, ya fue suficiente —susurré antes de quitarle sus anteojos y besarlo con necesidad pasando mis manos por su sedosa cabellera.

Por los próximos minutos Sergio se olvidó completamente del plan y se dedicó a darse un momento de felicidad y placer que ya llevaba mereciéndose desde hace un buen rato.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora