77. Marsella

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Estaba sentada en el asiento de copiloto y Marsella se encontraba a mi lado, en mis piernas tenía una pequeña caja con varios celulares viejos que usábamos para contactar al profesor, recosté mi cabeza sobre el asiento y cerré mis ojos dispuesta a descansar por un rato.

—¿Vas a dormir ahora? —El hombre preguntó haciendo que abriera los ojos para mirarlo.

—Estoy cansada —murmuré dándole una pequeña sonrisa antes de volver a cerrar mis ojos.

No transcurrió ni un minuto cuando uno de los celulares comenzó a sonar, solté un bufido antes de extenderle el celular a Marsella, él mantuvo el teléfono en su oído por unos cuantos segundos mientras escuchaba al profesor darle indicaciones del otro lado de la línea.

—Bien —contestó después de unos segundos para colgar, de inmediato tomé otro celular y lo coloqué sobre el que Marsella había utilizado, luego metí ambos celulares en una caja y la coloqué en la parte trasera del coche.

—Inicia fase dos de Hamelín —Marsella avisó antes de encender el auto y comenzar a conducir a toda velocidad.

—Odio esta parte del plan —dije apretando mis puños debido a los movimientos bruscos del auto.

—Cierra ojos, todo va a estar bien —Asentí ante las palabras del hombre y cerré mis ojos con fuerza.

—Se siente aún peor, odio tus consejos —Marsella soltó una carcajada a la que no pude evitar seguir aún con mis ojos cerrados, cuando ambos nos quedamos en silencio decidí pensar en otras cosas para evitar sentir más nervios de los que ya tenía estando allí.

—Hora de choque —Escuché la voz del hombre por lo que abrí los ojos y me giré a verlo.

—De verdad odio este plan —murmuré tomando dos cascos de la parte trasera del auto, le extendí uno a Marsella y coloqué el otro sobre mi cabeza.

—Todo va a estar bien —Marsella repitió acelerando el auto, sin pensarlo llevé mis manos a los laterales de la silla para apretar el asiento con fuerza.

Cuando estuvimos a pocos metros del lugar donde debíamos chocar el auto Marsella tomó mi mano y pisó el acelerador a fondo mientras gritaba con emoción, por mi parte me dediqué a cerrar los ojos y tomar la mano de mi pareja tan fuerte como me fue posible.

Los gritos de Marsella fueron callados por los míos cuando sentí un gran impacto en la parte delantera del coche, luego el auto dio varias vueltas quedando totalmente destruido, sentí mi cuerpo moverse de lado a lado mientras chocaba contra la puerta y el techo hasta que el coche se detuvo dejándome sentada en mi lugar nuevamente.

—Zúrich —Escuché la voz de Marsella llamarme cuando solté el agarre de nuestras manos—. Zúrich —Volvió a hablar desesperado al no recibir respuesta de mi parte.

—¿Qué tal mi actuación de muerta? —contesté sacando la lengua y abriendo mis ojos para ver al hombre frente a mi soltar un suspiro de alivio.

—No hagas eso de nuevo —Solté una pequeña risita ante su nerviosismo.

—La lengua afuera le dio el toque —añadí soltando una carcajada.

—Hoy estas graciosa, ¿no? —Ahogué otra carcajada sabiendo que lo haría enojar.

—Ayúdame a salir, me siento mareada —Marsella me tomó por la cintura y sin menor esfuerzo me ayudó a salir del auto por la puerta del conductor. Apenas sentí mis pies tocar el suelo me quité el casco y me alejé unos pasos del hombre, me apoyé en mis rodillas cuando sentí un mareo apoderarse de mí.

—¿Estás bien? —Marsella llegó a mi lado para sostenerme por si algo sucedía.

—Creo que solo fueron los nervios, y tal vez que hayamos destruido un coche con nosotros dentro —respondí parándome derecha—. Pero estoy bien, hay que hacer esto rápido.

—Hora de seguir con plan —Asentí ante sus palabras dejando de lado el dolor que se extendía por todas mis extremidades.

Rápidamente tomamos las muestras de sangre del profesor y las colocamos en puntos estratégicos dentro y alrededor del auto, guardamos todos los implementos que íbamos a necesitar en dos morrales y nos los colgamos a la espalda para empezar a caminar lejos del lugar.

—¿Ya estás mejor? —Marsella fue el primero en hablar luego de estar unos cuantos metros lejos de allí.

—Me duele la vida entera —contesté tomando su mano por lo que él entrelazó nuestros dedos.

—¿Quieres ayuda? —preguntó señalando la mochila sobre mis hombros.

—No, me duele pero puedo sola —Él asintió para seguir caminando—. Pero se de algo que podría ayudar —Sonreí de manera burlona mientras él detenía su caminar.

—¿Qué cosa? —preguntó confundido.

—Un besito —Marsella rodó los ojos y soltó mi mano—. Por favor, es un beso pequeñito —Reí mientras trataba de seguirle el paso al hombre.

—La policía viene por nosotros, no hay tiempo para besitos —contestó malhumorado.

—Me gusta cuando te pones en modo espía —Me burlé logrando que empezara a caminar más rápido alejándose de mi—. ¡Marsella, era una broma! —grité corriendo para alcanzarlo.

El rubio se limitó a sacarme el dedo de en medio haciendo que volviera a reír, negué varias veces antes de correr hasta estar a su lado y volver a entrelazar nuestras manos.

—Perdón, no eres espía, asesino mejor —corregí—. Ya sé que no te gusta ser espía, ese es mi papel.

—No más bromas Zúrich —murmuró agachando su cabeza levemente para conectar nuestros ojos, antes de que pudiera hablar se agachó y unió nuestros labios en un beso calmado.

—No más bromas —aseguré al separarnos antes de seguir nuestro camino en completo silencio.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora