01. Palermo

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Después de la escena que Palermo había montado frente a los rehenes me dirigí a buscarlo para informarle sobre el estado de Gandía, pues, aunque el escolta era un ser despreciable y tenía esa golpiza bien merecida debíamos evitar a toda costa que nos vieran como los villanos de la historia.

Subí por las escaleras tan rápido como me fue posible y mientras cruzaba el pasillo escuché un gran alboroto que provenía de una de las habitaciones cercanas, donde supuse que se encontraba Palermo con el resto de la banda. A cada paso que me acercaba los gritos se hacían más fuertes y claros, podía escuchar como Nairobi le daba un sermón a Palermo, y para ser honesta no tenía muchas ganas de volver a ver o siquiera escuchar uno de los usuales espectáculos del argentino.

—Lamento informarte que lo único que podés hacer ahora es asumir el rol de la amiga del maricón, ¡sos la jodida amiga galletera! —Con cada palabra Palermo elevaba el tono de su voz—. ¡Me ama a mí Helsinki! ¡Te pido perdón! —Simplemente rodé los ojos al escucharlo hablar de esa forma—. En las relaciones amorosas está el amante y el amado —Continuó con su discurso—. El amante vive las relaciones con pasión, con entrega absoluta, con romanticismo, el amado se limita a idolatrar, no digo que ser amante este mal, no me malinterpreten, por favor... pero ¿saben lo que pasa? Se sufre mucho corazón. Yo en cambio la paso mejor, en nuestra relación lo único que obtengo es lo sexual, esa es la puta ley del amor, Nairobi —Con esas últimas palabras quedé totalmente confundida, pues creía que lo mío con Palermo por fin había tomado algún rumbo y que por consiguiente ya había apartado esas ideas estúpidas que surgieron en su cabeza después de su pequeño enamoramiento de Berlín.

Decidí dejar de prestarle atención a la conversación a sabiendas de que si seguía husmeando terminaría con el corazón en mil pedazos una vez más. La verdad es que no entendía a qué quería llegar Palermo con todo esto, estaba dispuesta a dar media vuelta e irme cuando escuché a Nairobi hablar con tono molesto, y a la vez sincero.

—El único miserable que hay en toda esta historia... eres tú. Con tu discurso sobre el amor, sobre el bum bum ciao... Y eso es porque no te atreves a admitir la verdad —Podía asegurar que Nairobi estaba al borde de las lágrimas solo al escuchar su voz.

—La única verdad es la realidad, y yo te lo voy a explicar. Mirá, vos amas al gordo, el gordo me ama a mí y yo no amo a nadie. Y, precisamente por eso, me odias —Sentí mis ojos humedecerse al escuchar aquellas palabras, solté un suspiro antes de darme la vuelta dispuesta a ayudar a Bogotá en los hornos, alcancé a dar dos pasos dispuesta a irme antes de quedar helada en mi sitio al escuchar a Nairobi nombrarme en la conversación.

— ¿Qué tú no amas a nadie? ¿Y qué hay de Praga? ¡No tienes cojones! Para amar se necesita coraje, yo sí me atrevo, mira —Finalmente dejé que la curiosidad ganara y decidí asomarme un poco para tener mejor visibilidad de las personas dentro de la habitación, pero claro, sin dejar que los que estaban dentro me vieran a mi—. Helsi... Te quiero, te quiero tanto que tendría una familia contigo —Nairobi confesó sin apartar la mirada del serbio que la había acompañado en sus peores momentos—. ¿Lo ves? Esto es valor, lo siento y lo digo —Palermo bajó la mirada por lo que aproveché para acercarme de manera silenciosa—. Y eso tú no lo has sabido hacer, porque llevas, ¿cuánto? ¿diez años enamorado de Praga? No te has atrevido a abrir la boca. Y ahora, ¿qué? Ahora todos estamos en este atraco, y para mañana probablemente todos estemos muertos y tú vas a estar vacío —Para aquel momento ya me encontraba detrás de Nairobi mientras ella daba su discurso, Denver y Helsinki no podían apartar su mirada de mi dejando ver la sorpresa y angustia en sus rostros—. Lo único que puedes hacer es esconderte en ese discurso de mierda del bum, bum, ciao, porque... porque lo sabes. Tú te has quedado estancado para siempre, amigo, estás completamente perdido por Praga... —Todos se quedaron en silencio por unos segundos antes de que Nairobi recobrara la compostura—. Pongámonos a trabajar —Dio por finalizado su discurso y se giró dispuesta a salir de allí tan rápido como le fuese posible pero se quedó estancada en su lugar al ver que yo estaba allí sin poder moverme y con un sentimiento indescifrable recorriéndome el pecho; Sin embargo aquello no duró mucho ya que su expresión cambió en cuestión de segundos dando paso a una pequeña chispa de culpa en sus ojos.

Asentí levemente con la cabeza dándole a entender que comprendía el porqué de sus acciones, Nairobi me dio una última sonrisa ladina antes de huir como alma que llevaba el diablo.

Al escuchar que la mujer salió de la habitación Palermo levantó su mirada encontrándose con mi presencia, sus ojos de inmediato conectaron con los míos transmitiéndome mil emociones que no fui capaz de descifrar, sin embargo, mis ojos sólo reflejaban dolor, dolor porque en todos los años que llevábamos conociéndonos no había sido capaz de admitir que correspondía mis sentimientos ni una vez, dejándome confundida y totalmente destrozada cada vez que sufría con cada uno de sus rechazos.

Al pensar en todo lo que Nairobi había dicho y la manera en que el hombre había reaccionado me hizo comprender que los dos sufríamos por igual, yo por su constante rechazo y el por intentar reprimir todo lo que sentía.

Ninguno de los dos emitió palabra alguna mientras Denver y Helsinki observaban el ambiente incómodo y tensionante que parecía aumentar con cada segundo que pasaba. Tras pocos segundos desconecté mi mirada de la suya y me dispuse a salir tras Nairobi mientras escuchaba que Palermo soltaba un largo suspiro, como si todo el tiempo que nuestras miradas estuvieron conectadas hubiese estado conteniendo el aire.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora