73. Tokio

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—Esperen, ¿qué? —interrumpí al profesor en medio de una de sus clases.

—¿Qué pasa Kioto? —preguntó el hombre en tono nervioso.

—¿Quién eligió los trajes? —pregunté con un gesto completamente serio.

—¿Es en serio? —Río se giró a verme con incredulidad.

—Yo creo que ahora mismo eso no es lo más importante, así que si no os molesta procedo a seguir con la clase —El profesor me dio una sonrisa amable antes de girarse de nuevo al pizarrón.

—No, en serio —insistí antes de que él empezara a hablar—. ¿Quién escogió los trajes?

—Yo, he sido yo Kioto —El profesor contestó esperando que así me quedara callada.

—Sin ofender pero me parecen una mierda —hablé señalando el pizarrón, donde frente al nombre de cada uno se encontraba escrito el traje que usaría al finalizar el atraco.

Casi todos tenían trajes elegantes, prendas urbanas o uniformes de empresas, mientras que Tokio y yo teníamos que usar un vestido japonés que incluía palillos en el cabello.

—A ver, ¿y por qué te va a parecer una mierda? —Denver preguntó serio.

—Tú no te quejas porque tienes algo lindo —expliqué recalcando el hecho de que mi traje era terrible—. Y además no pienso salir en conjuntito con Tokio —contesté obvia.

—Pero si tenéis el mismo nombre y todo, ya hasta podéis compartir el novio —Denver se burló soltando una risotada al final.

—Ja, ja, ja —ironicé mirándolo mal—. Pero hablando en serio, no quiero parecer una ridícula por las calles de Madrid —Me giré a ver al profesor mientras cruzaba mis brazos sobre mi pecho.

—¿Qué le ves de ridículo tía? —Tokio habló antes que el hombre—. Si todos los machitos se nos van a quedar mirando el culo —Rodé los ojos empezando a molestarme ante la idea de tener que usar aquel vestido.

—Precisamente por eso no quiero usar un puto vestido que parece licra —Me quejé hundiéndome en mi lugar.

—Bueno, ya está —Berlín interrumpió—. Si os ven el culo o no, es vuestro puto problema, así que lo arregláis en vuestra habitación mientras os pintáis las uñas de los pies la una a la otra —Nos sonrió falsamente antes de hacer un gesto hacia el profesor para que continuara con la clase.

—Li irrigliis in viistri hibiticiin —murmuré para mí misma con molestia.

—Kioto, por favor —El profesor rogó por lo que solté un bufido.

—Como sea, que todo Madrid me vea el culo entonces —murmuré mirando mal a Berlín, quien me veía con una sonrisa victoriosa.


Dos minutos antes de la llegada de la policía a la bodega.


—Tokio, Kioto y Río —El profesor indicó mirando el reloj en su muñeca.

—Lista —Tokio contestó arreglando su cabello.

—Listo —Río la imitó tomando un skate del suelo.

—Kioto —insistió al no escuchar respuesta de mi parte.

—Lista —hablé entre dientes mientras trataba de bajar mi vestido hasta donde más pudiera.

—Ya saben el plan, no se separen, y lo más importante, suerte —El profesor se despidió abriendo la puerta de la bodega.

—Suerte —murmuré con sinceridad, dejando de lado mi enojo, para abrazar al profesor tomándolo por sorpresa.

Me separé del abrazo para salir tras Tokio y empezar a caminar lejos de aquel lugar, mientras la chica a mi lado se acomodaba unos anteojos yo me encargaba de poner unos lentes de sol sobre mi cabeza.

—Te odio por esto —murmuré evitando mirar a las personas a nuestro alrededor.

—Yo sé que me amas, logré que cambiaran el traje de japonesa que tanto odiabas —Se burló mirándome de arriba a abajo.

—Pues prefería a la japonesa antes que la niña rica que usa un vestido que no deja nada a la imaginación —Me quejé sintiendo un leve sonrojo cuando un chico a mi lado se quedó estático al verme.

—Al menos te traje tenis en lugar de tacones —Tokio intentó defenderse—. Y debía asegurarme de que yo no sería el centro de atención.

—Tú plan te salió muy bien —murmuré—. Pero mi plan es aún mejor —La miré con una sonrisa.

—¿De qué hablas? —preguntó confundida.

—Tenías que complementar tu traje, así que te traje algo —Saqué una pequeña sombrilla de mi bolso con una sonrisa.

—¿Un paraguas? A veces siento que no usas mucho la cabeza —Tokio habló tomando el objeto y abriéndolo sobre su cabeza.

—A veces tú eres la que no la usa —Evité soltar una carcajada cuando la imagen de un gato montado sobre un unicornio fue revelada en la tela de la sombrilla.

—De verdad que no te entiendo Kioto —La chica me miró extrañada para adelantarse unos pasos levantando su paraguas con confianza.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora