66. Río I

5.1K 283 9
                                    

—Hey, ¿estás bien? —Me agaché junto a una pequeña niña que se encontraba acurrucada en una de las columnas del lugar.

—París, ¿qué estás haciendo? —Río se acercó para agacharse a mi lado.

—No quiere hablar —Señalé a la niña quien se encontraba temblando y con su cabeza entre sus piernas flexionadas.

—Mierda, tenemos que dejarla salir de aquí —negué ante las palabras de Río sabiendo que Berlín nunca accedería a dejar salir a la pequeña.

—Tenemos un problema enorme y se llama Berlín —expliqué por lo que Río asintió dándome la razón.

—Hola nena, ¿cómo te llamas? —preguntó el chico quitando su careta, logrando que la niña levantara su rostro.

—Isa... Isabela —susurró nerviosa, la detallé por varios segundos notando pequeños moretones en sus brazos y un pequeño corte en su mejilla.

—Yo me llamo París —Me presenté imitando la acción de mi novio y acariciando el cabello de la niña, quien se sobresaltó ante mi tacto—. Y necesito que hagamos un pequeño trato, dime quienes son tus padres y yo te llevo con ellos.

—No, no mamá —murmuró por lo que me giré hacia Río en busca de ayuda.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó, la niña levantó tres de sus dedos frente a nosotros.

—Okay, y mamá, ¿dónde está mamá? —insistí pero ella volvió a negar.

—No mamá —Me miró con miedo al hablar.

—¡París, Río! —Berlín nos llamó por lo que tomé a la niña entre mis brazos y caminé hasta el centro de la habitación con mi careta de nuevo sobre mi rostro.

—Encontramos a esta pequeña por allí —expliqué señalando el pasillo donde la habíamos encontrado.

—Ven aquí —Berlín extendió sus manos hacia ella pero la niña se aferró a mi cuello.

—No sabemos quiénes son sus padres —Río añadió parándose junto a mí.

—Bien, vamos a averiguarlo ahora —Berlín habló antes de quitarse la careta—. ¡Soy Berlín y antes de cualquier presentación necesito que los padres de una pequeña niña levanten la mano! —Todos los rehenes agacharon sus cabezas pero una mujer de más o menos cuarenta años dio un paso al frente.

—Soy yo —Levantó su mano sin saber a dónde mirar debido al antifaz en sus ojos.

—París, llévala arriba, protocolo número diez —ordenó por lo que asentí pidiéndole ayuda con mi mirada a Río.

El chico de rulos tomó a la mujer por el brazo mientras yo cargaba a la niña, ambos caminamos hasta una oficina que quedaba en la parte más lejana de la fábrica.

—Quítese el antifaz —pedí tratando de bajar a la niña al suelo pero ella se agarró más fuerte de mí.

—Ahora las manos a la cabeza —Río la apuntó con su rifle, la mujer siguió todas nuestras indicaciones sin apartar su mirada fría de la niña.

—¿Cómo se llama la niña? —Comencé con las preguntas que el profesor nos había indicado.

—Isabela, Isabela Santana —contestó bajando sus manos.

—¡Arriba las manos! —grité sintiendo una mala vibra de su parte.

—¿Pueden darme a mi hija? —preguntó la mujer volviendo a elevar sus manos.

—Necesito que vayas con tu madre —pedí a la niña intentando bajarla al suelo de nuevo.

—Mamá no —negó con sus ojos llenos de lágrimas.

—¿Ella es tu madre? —pregunté agachándome, logrando que la niña se separara de mí.

—No, mamá no —Volvió a negar por lo que miré a Río sin saber que hacer.

—Llama a Berlín.

—Ten cuidado —Acarició mi espalda antes de abandonar la habitación.

—Ven con mamá Isa, ven —La mujer llamó a la niña, quien se agarró a mis piernas con fuerza.

—Señora, le pido que se quede ahí —Intenté sonar amable, sin embargo la mujer no obedeció y se acercó a mí a toda velocidad para tomar a la niña del brazo con fuerza, como primer instinto intenté apartarla pero ella forcejeó logrando tomar a la niña—. ¡Le dije que se quedara quieta! —grité elevando mi rifle—. Ahora suelte a la niña —La mujer negó tomando a la niña con más fuerza cuando ella forcejeó para soltarse.

—Una cría no va a decirme que hacer con mi hija —habló con odio.

—Usted se lo buscó —susurré para mí misma antes de disparar detrás de ella logrando que soltara a la pequeña. La niña corrió hacia mí a la vez que Berlín y Río entraban a la habitación con sus rifles en alto.

—¿Qué mierda hiciste París? —Berlín me tomó del brazo enojado.

—Dijiste que debemos afirmar nuestra autoridad aquí, así que eso estaba haciendo —Use sus propias palabras en su contra soltándome de su agarre.

—¿Estás bien? —Río se acercó con la niña tomada de su mano.

—Si, lo que no está bien es esa mujer que por lo que veo maltrata a su propia hija —Señalé a la mujer con rabia.

—¡Va a venir una puta atracadora a enseñarme sobre moral! —gritó, de inmediato me quité la careta y me acerqué a ella tomándola del rostro con brusquedad.

—Yo sé lo que es vivir en un hogar lleno de violencia —susurré enojada—. Y personas como usted solo merecen algo peor que la muerte —Antes de que pudiera seguir hablando Berlín me apartó mientras tomaba a la mujer y la llevaba fuera de la habitación.

—Ustedes quédense aquí, yo voy a hablar con el profesor sobre esto —Suspiré al verlo salir.

—Mierda, el profesor va a matarme —Llevé mis manos a mi cabeza, Río se acercó a mí y me atrajo a su pecho con su mano libre mientras susurraba palabras tranquilizadoras sobre mi cabeza.

—Solo fue un acto reflejo, lo importante es que estás bien —Dejó un beso en mi cabeza antes de separarse de mí.

—Es que no puedo creer que haya gente así —negué repetidas veces alejándome de él, pero antes de que pudiera dar más de dos pasos una pequeña y cálida mano me tomó del mono.

—Gracias —La niña susurró abrazando mis piernas, me agaché junto a ella para levantarla en mis brazos y dejar que reposara su cabeza en mi cuello.

—¿Alguna vez has pensado tener hijos? —Río preguntó al ver la escena frente a sus ojos.

—Si va a tener tu inteligencia entonces sí, si lo he pensado, pero si no es así, ni lo pienses —bromeé acercándome a él.

—Auch —Colocó una mano en su corazón antes de atraerme hacia él tomándome de la cintura.

—¿Y si adoptamos a esta pequeña? —susurré con mi cabeza recostada en su hombro.

—¿Estás escuchando lo que dices? —Me preguntó sin apartarse.

—Si, quiero decir, su madre la maltrata y nosotros vamos a ser unos putos millonarios en menos de setenta y dos horas —contesté empezando a hacerme ilusiones.

—No me parece mala idea —Río apoyó su cabeza sobre la mía—. Creo que alguien ya se durmió —susurró en mi oído por lo que giré mi cabeza levemente para ver a la niña dormida sobre mi hombro.

—Se parece a ti cuando duermes —Me burlé subiendo mi mirada hasta conectar mis ojos con los de Río.

—Definitivamente quiero hijos contigo como sea —Río se separó para posicionarse frente a mí y dejar un beso corto sobre mis labios.

La Casa de Papel - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora