Salta más alto, chuta más fuerte, corre más rápido. ¿Pero es que no has visto ese balón? ¿Te tengo que llevar a que te revisen la vista?
Esas preguntas se repitieron durante todo el entrenamiento. Mientras yo me resignaba a correr y obedecerla sin rechistar. Ahora el enfado previo por las palabras de Mel venían a mi mente. Intentaba descargar la rabia con la fuerza de mis tiros, pero a su vez un poco de curiosidad me hacía mantener la mente despejada de tanto odio.
La entrenadora ya conocía a esa chica de antes. Y por la forma en la que le habló no acabaron demasiado bien. Tengo que investigarlo en cuanto termine el entrenamiento.
-Aria, ven aquí. -me llamo Agna.
Simplemente me acerqué con prudencia a su lado y esperé órdenes como si de un soldado me tratase. Recta y con la mirada alta. Semblante serio, sin mostrar emociones. Aunque en mi interior me estaban ardiendo todos los músculos y mis pulmones ansiaban tomar grandes bocanadas de aire.
Control. Me comencé a repetir una y otra vez en mi propia cabeza. Sin desearlo demasiado pues mi alma lo interpretaría y Agna notaría mi desesperación a kilómetros.
Hay veces en las que siento que no puedo más. Entonces me abstraigo de todo lo que tengo delante y me sumerjo en mis pensamientos. En buenos recuerdos. Uno en especial es el que siempre viene a mi mente. Estoy en una playa solitaria del sur de España, está atardeciendo, pero hace un calor agradable a pesar de que corra un poco de viento salado.
Las olas rugen y rompen justo al llegar a la orilla. Mientras mi padre está sentado en la arena, junto a mí. Mi cabeza apoyada en su hombro. Y así seguimos por horas hasta que la noche hace que no podamos ver un poco más allá de dónde estamos sentados.
Siempre me entra frío mucho antes que a mi padre, entonces él siempre me pasa por los hombros su chaqueta azul vieja que lleva utilizando años y que a mi madre no le gusta nada. Pero ellos se quieren a pesar de todo.
Mi padre adora la elegancia que reside en mi madre, sus reglas y afán por tener el control. Es lo que hizo que se fijara en aquel restaurante de aquella japonesa que regañaba al camarero porque su tortilla francesa llevaba algo de queso, y ya no se podía considerar una tortilla francesa. Era una tortilla impura, me había contado mi padre entre carcajadas más de una vez, mientras que mi madre simplemente le regañaba con la mirada.
Sinceramente no se en que momento mi madre llegó a interesarse por papá, un oceanógrafo apasionado. Un aventurero nato tan contrario a ella. Vive por y para el mar. Sus aguas, peces y misterios son el tema que más apasiona a mi padre.
Dos polos opuestos, llegué a pensar en su día, pero ambos comparten una pasión por su trabajo y se complementan tan bien. Lástima que apenas pasen tiempo juntos, y la mayoría de éste es a través de una pantalla digital. Una relación dura, pero muy estable. Algo casi imposible a mi parecer.
-Aria, ¿me estás escuchando? -me hablan mientras las imágenes y pensamientos que surgían en mi mente desaparecen y se desmoronan como si fuesen arrastradas por aguas profundas y vuelvo a la realidad.
-Sí, sire. -respondo aun sabiendo en el lío en el que me podría meter. Gracias al cielo no quiso indagar más.
-Bueno tu entrenamiento ha terminado. Nos vemos mañana a primera hora antes de vuestro entrenamiento matutino. Tengo que enseñarte algo que creo será importante para vuestro primer partido.
Con un simple asentimiento de cabeza me fui de su vista para entrar en los vestuarios y volver a sanar las heridas que se me habían abierto, y echarles cremas y desinfectarlas. Algo que odiaba demasiado era eso mismo. Las heridas que tardaban semanas en curarse, y que una vez que se cerraban costaba demasiado poco que algún golpe volviera abrirlas.
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Equipo Luz de Luna (Inazuma Eleven)
FanfictionHola, me llamo Aria, y he sido criada como una chica de la alta sociedad. Refinada y amable. Toda mi vida he interpretado éste papel, pero todo se acaba cuando aparece la entrenadora para ofrecernos a mi prima y a mí un puesto en un equipo, con la p...