𝐈𝐈𝐈: 𝐌𝐚𝐥𝐞𝐟𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬 𝐢𝐦𝐩𝐞𝐫𝐝𝐨𝐧𝐚𝐛𝐥𝐞𝐬

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Un jueves por la tarde, había logrado despejarme de los malos recuerdos

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Un jueves por la tarde, había logrado despejarme de los malos recuerdos.

—Alastor Moody —se presentó el profesor, escribiendo su nombre en la pizarra—. Ex-cazador, Ministro en conforme y su maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras.

Jugué con mi pluma, recordando varios momentos de mi madre junto a Alastor en el pasado.

—Vine porque Dumbledore me lo pidió. Fin de la historia, se acabó, adiós. —observó a todos—. ¿Preguntas? —Nadie levantó su mano—. Bien. Cuando se trata de artes oscuras, aplico el método práctico.

Observó a Harry.

—Pero, primero, ¿quién puede decirme cuántos Maleficios Imperdonables existen?

—Tres, señor. —Hermione levantó su mano.

—¿Por qué se llaman así?

—Porque son imperdonables, si un mago los usara... —No pudo terminar la frase porque Moody la interrumpió.

—Se ganaría un boleto directo a Azkaban, correcto. —Volvió a la pizarra—. El Ministerio dice que son muy jóvenes para ver los efectos, pero opino lo contrario. Necesitan saber a qué se enfrentan y necesitan estar preparados.

Mis ojos se fueron a Seamus, que sacó la goma rosa de su boca e intentó pegarla bajo el escritorio.

—¡Y creo que necesita encontrar otro lugar para poner su chicle señor Finnigan!

Todos voltearon a verlo. Intenté ocultar mi sonrisa, pero Blaise no lo hizo a mi lado. Se burló de él, directamente.

—Creo que ese loco puede ver de espaldas —murmuró.

—¡Y escuchar todo lo que dicen! —Gritó nuevamente, pero esta vez, le lanzó a Seamus el borrador que tenía en su mano—. Bien. ¿Cuál analizamos primero? —preguntó, acercándose a Ron—. ¡Weasley!

—¡Sí! —exclamó, asustado.

—Patético —murmuró Draco, por lo bajo.

—¡De pie! Mencione un maleficio.

Ron hizo lo que pidió, temblando como una hoja.

—Bueno, mi papá mencionó uno. El maleficio Imperius.

—Ah, sí, tu padre lo conoce muy bien, hace unos años le dio problemas al Ministerio. Tal vez esto les muestre por qué —Moody sacó a un insecto asqueroso y susurró—. Engorgio —provocando que la cosa repugnante se hiciera más grande—. ¡Imperio!

El hechizo le dio la libertad de controlar a la criatura por todo el salón. Se posó en el escritorio de Dean, la cabeza de Crabbe, el hombro de una Gryffindor, que quién saque quien era, y la cabeza de Weasley. Todos reían.

—¿De qué te ríes? —preguntó a Draco, y posicionó el insecto sobre su cara.

Mordí mi lengua, casi jadeando de risas contenidas. No quería llamar su atención y que trajera a esa cosa sobre mí. Malfoy comenzó a gritar, siendo uno momento más que satisfactorios de toda mi vida. No iba a olvidarme de esa imagen nunca más.

"Slytherin" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora