𝐋𝐗𝐗𝐕𝐈: "𝐇𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐞𝐝𝐢𝐫𝐬𝐞"

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Las lágrimas no dejaron de caer en toda la noche

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Las lágrimas no dejaron de caer en toda la noche. 

Todo lo que la coraza de orgullo estaba conteniendo, se desvaneció. Luego de acariciar mi espalda, Draco me rodeó en sus brazos hasta que logré quedarme dormida.

Las pesadillas no dejaban de proyectarse ante mis ojos desgastados. Cada tanto, lograba pegar uno, pero el dolor era sumamente insoportable. Sentía que me desgarraba desde dentro. Esta vez volvió una de esas pesadillas vivientes, en las que era un pedazo de carne para todo cazador que se me acercara. Cuando el aire comenzó a escasear, mis ojos se abrieron y mis uñas se clavaron en la piel de su mano.

—Tu muerte será el fin de nuestra ruina —masculló entre los borrones de mis pupilas.

—Tú... —jadeé por aire—, eres la ruina, Lucius.

—Tienes los días contados.

La falta de aire me empujó al abismo, totalmente desconcertada.

Tic.

Tac.

Tic...

Inhalo.

Tac...

Exhalo.

—Draco, hijo —suspiró profundamente—. Soy el adulto responsable, debo atenderla. No hay razón para discutir aquí.

—Yo me encargaré. Resuelto. Voy a quedarme con ella.

El ruido tras la puerta y sus voces lograron devolverme a la realidad... en la que me encontraba sumergida, inmóvil, indefensa, exhausta y adolorida.

Ojalá despertar no fuera una opción.

La luz era cuidadosamente volátil. Cortinas blancas apaciguaron los rayos. Mis ojos revoloteaban por la habitación cuando sentí la necesidad y esperanza de moverme. Mis labios estaban secos, caracterizados por el sabor metálico de mi sangre. Extendí mi brazo hacia el cristal. La poca fuerza que había recobrado pudo, al menos, acercar el agua a mi garganta.

—¿Cómo estás? —preguntó al entrar, pasando una mano por su cabello rubio entre suspiros.

—Físicamente... —tragué una risa cargada de ironía, corriendo un mechón de mi cabello. 

Cuando no encontré mi voz, negué con la cabeza.

—Tienes algo de fuerza —se acercó con una jeringa en mano—. Los elixires están haciendo efecto.

Lo miré repleta de pánico, no podría moverme para apartarlo tampoco. La aguja se clavó en mi piel, descargando el contenido púrpura en mis venas. El martilleo de adrenalina que inyectó el líquido, me obligó a jadear con los ojos apretados.

—¿Quién mierda hizo eso? —pregunté, sintiendo como mi cuerpo recobró algo de energía.

—Tu padre —la descartó en el bote de basura.

"Slytherin" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora