𝐗𝐋𝐈𝐗: 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐱 𝐅𝐞𝐥𝐢𝐜𝐢𝐬

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Aún revoloteaba en mi cerebro la pregunta: ¿Y si quizás los libros tenían razón? Todas las historias de cuentos de hadas donde las almas gemelas existían, ¿eran reales?

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Aún revoloteaba en mi cerebro la pregunta: ¿Y si quizás los libros tenían razón? Todas las historias de cuentos de hadas donde las almas gemelas existían, ¿eran reales?

¿Por qué podía saber los momentos exactos donde Rehentt me observaba?

¿Por qué nuestros ojos se tornaban dorados cuando teníamos un mínimo contacto físico?

¿Por qué nuestras varitas eran extremadamente iguales, a excepción de su color?

Preguntas de las cuales no tenía una puta respuesta, pero, Constantino, era uno de los padres de Rehentt, y ahí tenía una ficha para jugar a mi favor. Hablar con Dumbledore era otra de mis prioridades. Pero, también, en un no tan lejano presentimiento, quizás si hablaba con él, le contaría a mi padre y se acortarán mis opciones para conseguir la información que quería. Hasta ahora, debía buscar el espacio y momento correcto para investigar en los libros, hablar con Dumbledore, aliarme con Rehentt para que me dijera lo que sabía y, más que seguro, tendría lo que buscaba para entender lo que se había ocultado en medio de todo esto.

También estaba volviéndose imposible obligarme a mí misma a coquetear con Harry cuando, y aunque intentara negarlo, estaba completamente enamorada del idiota de Malfoy.

Nuestra primera clase del día, fue cancelada. Quién sabe qué le sucedió a la profesora Trewlaney como para que se nos dieran dos semanas de bloques libres en su hora. De todas formas, dedicaría mi tiempo a buscar algo o algunas respuestas.

Me dirigí junto a Pansy y Daiana, que, al parecer, habían logrado entablar un compañerismo agradable. Froté mis ojos cansados de camino hacia las clases avanzadas que el profesor Slughorn realizaba para ganar créditos extra.

—Buenos días, pasen para que podamos comenzar —señaló él con amabilidad.

A la izquierda, se encontraba un grupo de Gryffindor, conformado por Hermione, Lavander, Seamus, Dean, Katie, Neville y Parvati Patil. A la derecha, Draco, Blaise, Theo, Crabbe y Goyle, con el fastidio impregnado en sus rostros.

—¿Tienen sus libros? —preguntó Slughorn, levantando la vista del suyo.

—Sí —respondimos al unísono.

Tres calderos humeantes se encontraban sobre la mesa, delante de ambos grupos de estudiantes.

—Bueno, el arte de las Pociones es sumamente importante y delicado. No todas las personas tienen el placer de destacar en la elaboración de estas mismas —comenzó, observando a cada uno de nosotros—. Prestar atención a los detalles de la elaboración es el requisito para todo.

Detrás de él, dos idiotas ingresaron, interrumpiéndolo.

—Oh, Harry. Comenzaba a preocuparme —habló en cuanto se encontró con ambos chicos y sus sonrisas incómodas—. Veo que has traído a alguien contigo.

El pelinegro le dio un pequeño empujón a su amigo, con una sonrisa cómica.

—Ron Weasley, Señor —contestó, sosteniendo la correa de su bolso—. Pero soy horrible en Pociones. De hecho, una amenaza. Voy a...

"Slytherin" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora