𝐋𝐗𝐗𝐈𝐕: 𝐃𝐞𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐓𝐮 𝐏𝐢𝐞𝐥

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—Tú y tus "buenos días" pueden irse a la mierda —mascullé, levantándome de la cama

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—Tú y tus "buenos días" pueden irse a la mierda —mascullé, levantándome de la cama.

Desperté con una resaca monumental y los recuerdos de anoche, tampoco ayudaron un carajo. Más le valía tener una excusa coherente, lógica o alguna estúpida razón para no mandarlo a la mierda. Mis manos habían acariciado el pecho de Draco, en tanto, mis ojos fueron abriéndose. Sus dedos entrelazados al elástico de mis bragas, los músculos de su abdomen estaban relajados, mi mejilla contra su piel desnuda y los lentos latidos de su corazón.

También había tenido demasiadas pesadillas sobre lo sucedido en el corredor.

Ahora, bueno. Él estaba frente a las enormes ventanas de su habitación. El pantalón de chándal gris, dejaba a la vista el elástico de sus boxers. Su torso impecable y pálido, era iluminado por el sol mañanero, mientras pasaba una mano por su cabello.

—¿Alguien despertó de mal humor? —se burló, dándole una calada a su cigarrillo.

Me produjo un arder mental, insoportable.

Los rizos rojo intenso, caían por mis hombros y su camiseta blanca, que se mezclaba con mi piel y el color de mi ropa interior. El dolor de cabeza, las náuseas y el odio que le tenía, me permitieron entregarle, a través de mi rostro, las enormes ganas que tenía de verlo.

—No quiero escucharte —corrí mi cabello hacia un costado, avanzando hacia el lujoso baño de su habitación.

El mareo avasallador me rogó expulsar todo lo que tenía en el estómago. Descendí hacia el váter para corresponder a lo que mi cuerpo pudo contener hasta el momento. Escuché la puerta abrirse mientras descansaba mi rostro en la palma de mi mano.

—¿Es niño o niña?

Ahí su voz otra vez.

Por un pequeño momento, fruncí el ceño, pero logré disimularlo al instante. Sabía perfectamente que esa no era su actitud luego de la noche que tuvimos, o en general. Era una intuición extraña que me atrajo a varios recuerdos.

—Es la resaca. Y dije que no quería escucharte —suspiré, incorporándome para mojar mi rostro y cepillar mis dientes.

—¿Por qué estás tan irritada? —Levantó ambas cejas.

Observé cómo descansaba su peso en el marco de la puerta mientras la pasta de dientes me obligaba a contener las arcadas.

—No lo sé. ¿Por qué no me lo dices tú? Galán navideño —sonreí falsamente antes de tomar y escupir el agua, dejando el cepillo en su lugar.

—Es irónico —rio e hizo que su rostro se volviera serio—. ¿Sabías que soy con el que engañas a tu novio?

—¿Con cuántas te metiste?

Pasé por su lado, pero sus manos me tomaron de la cintura.

—Lamento arruinar tu ego, pero no es lo que crees —susurró sobre mis labios.

"Slytherin" 𝓐𝓷𝓲𝓵𝓵𝓸𝓼 𝔂 𝓟𝓸𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora